Lamine Yamal celebrando su gol ante el Betis.
14/02/2025
2 min
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¿Quién iba a decirnos, hace un tiempo, que estar mirando partidos de la Champions sentados en el sofá sería una buena noticia en pleno mes de febrero? Mientras grandes equipos como Real Madrid, PSG o Bayern acumulan desgaste, el Barça toma aire antes del empuje hacia el trimestre que lo decidirá todo. Clasificarse para los octavos de final por la vía rápida estaba en la mente calculadora de Hansi Flick desde el principio y, además de ganarse el derecho de ver sufrimientos ajenos con palomitas, sus alumnos han podido marcharse tres días de colonias coincidiendo en que vuelven a depender de sí mismos para ganar la Liga! Desde que empezó en el 2025, todas le ponen al alemán e incluso despierta la admiración de rivales estilísticamente antagónicos como Simeone. Digámoslo sin tapujos: el Barça es el equipo que mejor juega de Europa.

¿Quién nos iba a decir, el día del Gamper, que esta temporada disfrutaríamos como lo estamos haciendo? Después de cómo acabó el curso, con el sabor amargo del sushi con Xavi y las dagas voladoras, era difícil imaginar que Flick encajaría tan bien en un universo absurdamente peculiar y complejo como es el del Barça. Sobre todo, porque él era un auténtico extraterrestre que todavía, hoy en día, no tiene ni idea de ismos ni guerras fratricidas. El romance con el club no sólo fue automático sino que ha ido in crescendo. El entrenador desprende un aura carismática que ha hechizado al vestuario y se ha convertido en el perfeccionador de una generación de juventud irreverente liderada por el talento sin techo de Lamine Yamal. Pero no sólo eso: ha provocado el mejor Pedri, ha recuperado Lewandowski, le ha dado una nueva dimensión a Raphinha… ¡e incluso está resucitando a un muerto como De Jong!

¿Quién nos iba a decir, antes de Navidad, que ahora pensaríamos que el triplete es un sueño posible? El "shit noviembre" nos demostró que lo que debe mejorar el equipo es la madurez en escenarios poco sexis: una lección que ya están aprendiendo para aspirar a la Liga. El erotismo de la Champions es gasolina: contra oponentes de entidad, el arrebato y la exuberancia les acompañan hasta el límite de la imaginación y, precisamente, este de la Supercopa o la remontada de Da Luz ejemplifican, de formas muy distintas, por qué este equipo es capaz de todo cuando se trata de vivir o morir. También vale para la Copa, el Atlético y el hipotético clásico en la final.

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