Barça

La receta que debía sacar el Barça del pozo

A punto de cerrarse el ejercicio 23/24, el ARA repasa las promesas electorales en clave económica que hizo Joan Laporta

BarcelonaUn verano más, el Barça se plantará al 30 de junio con deberes por hacer. El último día de la temporada no hay fútbol, pero sí correderas en los despachos, donde deben cerrarse operaciones de última hora para finalizar el ejercicio con números verdes. La economía está de moda, dentro del club y fuera, donde se han organizado en los últimos días varias comparecencias y mesas redondas para analizar la situación financiera de una entidad que, de nuevo, debe recurrir a la ingeniería contable para evitar pérdidas . La travesía por el desierto se ha alargado mucho, más de lo prometido durante la campaña electoral del 2021. Y es que la receta que se había explicado no ha tenido mucho que ver con lo que se ha acabado haciendo.

Precisamente una de las líneas rojas que no debían cruzarse era la de realizar operaciones sobre la bocina para salvar los muebles. Era una de las promesas de esa campaña atípica, en medio de la pandemia, con el convencimiento general de que el Barça estaba arruinado, que no se podría fichar y que ya se haría mucho si se podían pagar las nóminas con puntualidad. Se hablaba de austeridad, deuda y rigor en la gestión. La economía, de forma excepcional, pasó por encima del fútbol. Víctor Font intentó acentuar la mala fama de Laporta, acusado en su primer mandato de ser poco cuidadoso con los gastos. Pero el futuro ganador respondió con el fichaje de Jaume Giró, avalado por su experiencia como director general de la Fundación La Caixa, y que debía ser su vicepresidente económico.

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El diagnóstico parecía claro. Que la crisis económica que atravesaba el Barça "no era sólo culpa de la pandemia, sino de la mala gestión previa de Bartomeu". El plan a seguir debía hacer "sostenible al club" y "garantizar el modelo de propiedad". Basándose en los preceptos de "la economía clásica", la propuesta era adelgazar al máximo la masa salarial, las amortizaciones y los gastos corrientes antes de obsesionarse con facturar mucho o eternizar la deuda de la entidad. Eran las cinco erres de Giró: refinanciar la deuda bancaria, reducir gastos, reequilibrar la situación patrimonial, recuperar la liquidez y reactivar nuevas vías de ingresos con marketing, patrocinadores o estadio.

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Los múltiples cambios en el área económica del Barça

Pero Giró no llegó a defender ninguna de estas propuestas. A tres días de las elecciones, anunció a Laporta que plegaba porque no se sentía cómodo en ese equipo directivo. Poco después, sería nombrado consejero de Economía y Hacienda, y logró sacar las finanzas de la Generalitat de la calificación de “bono basura”. En el lugar de Giró entraría Eduard Romeu, a cambio de que Audax participara activamente en el aval polémico que permitiría a la nueva junta tomar posesión del cargo. Romeo también hacía las maletas esta primavera, al igual que Maribel Meléndez, la directora corporativa del club. Y mucho antes, Ferran Reverter, el CEO que se había fichado de MediaMarkt, tocaba también el dos por desavenencias. No estuvo ni un año entero en el Barça. Desde ese momento, Laporta se autollamó presidente ejecutivo.

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Pero ya durante la campaña se empezaron a intuir movimientos que daban a entender que lo que se proclamaba de puertas afuera no era exactamente lo que pasaba por la cabeza de Laporta. Autor de frases como "el proyecto soy yo" o "un Barça presidido por mí genera mucho interés", el candidato tenía un discurso doble. En las reuniones donde se trataban temas económicos, prestaba atención y apoyaba las propuestas de austeridad, pero después se reunía con algún agente de futbolistas y al colgar defendía todo lo contrario. De hecho, en su primera rueda de prensa después de tomar posesión no habló de economía de guerra, sino que prometió fichajes y dio por hecha la renovación de Leo Messi.

La continuidad del argentino era un must porque respondía a una promesa electoral, pero según los cálculos de Giró también era vital asegurarla porque garantizaba, grosso modo, un tercio de los ingresos del club. De la temporada 17/18 a la 19/20, a Messi se le achacan 619 millones de ingresos. Pero su coste, a nivel de salario, era de 384. Poco más de la mitad. Un diferencial ingresado de 235 millones de euros.

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Las contrataciones durante la campaña sólo se valoraban si eran a coste cero, porque el objetivo era reducir amortizaciones y demasiado salarial. Efectivamente, el primer verano no se pagó por ningún traspaso, pero en el mercado de invierno se invertían 55 millones para llevar a Ferran Torres. En enero del 2022 se aprobó la nueva ley del deporte que, entre otros retoques, eliminaba la obligación de la junta directiva de presentar un aval. Laporta y los suyos se sentían liberados. Sin embargo, los avalistas, que hasta entonces tenían voz y voto en las decisiones económicas, perdían peso. La política de austeridad quedaba en un segundo plano, sólo condicionada por las exigencias de la Liga en el famoso fair play financiero.

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Los problemas con el control económico comenzaban con el cierre de cuentas de la temporada 20/21. Se rehicieron los números y se devaluaron jugadores con el objetivo de cargar todos los gastos el primer año de mandato para, después, empezar de cero. Una estrategia que funciona en las grandes empresas pero que fue un disparo al pie en un club de fútbol, porque no se tuvo en cuenta que esos 481 millones negativos se arrastrarían a lo largo de los años.

Las palancas debían servir para secar la deuda, no para fichar

Es aquí donde entran en escena las famosas "palancas", que ya se tenían en cuenta durante la campaña electoral. Y es que, poco antes de dimitir, Josep Maria Bartomeu había condicionado el cierre del ejercicio 20/21 a la venta de Barça Corporate. En la candidatura de Estimem el Barça ya les parecía bien vender activos para conseguir ingresos inmediatos, siempre que las condiciones fueran buenas. Eduard Romeu fue el encargado de salir adelante. Pero las "palancas" estaban pensadas para cuadrar los números o reducir la deuda. El presidente, en cambio, las utilizó para ganar límite salarial y fichar a nuevos jugadores. De la herencia de 1.173 millones de deuda bruta que se heredaron en el 2021, la cifra actual se ha disparado hasta los más de 2.700, incluidas las obras del Espai Barça.

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Giró, que se mostraba partidario de diversificar la deuda y no comprometerse sólo con un banco, sino con varios, para evitar que un único acreedor pudiera asfixiarte con las condiciones, también insistía en hacer una emisión de bonos para aliviar las tensiones de tesorería y garantizar la liquidez. Era ir en la línea de lo que ya había hecho el Barça con Bartomeu, o habían hecho otros grandes clubs europeos como Juventus, Schalke 04, Roma o Manchester United, y empresas como Telefónica, Naturgy o Cellnex. La diferencia es que la emisión de bonos era doble. Por un lado, un primer tramo dirigido a socios y seguidores que tendrían un retorno no monetario, sino en forma de experiencias; y, por otro, un segundo tramo dirigido a fondos de pensiones y aseguradoras, con un tipo de interés de mercado.