Apuntes en caliente

Se veía a venir, pero el futuro da todavía más miedo: los apuntes en caliente del clásico de Supercopa

Durísima derrota del Barça ante el Real Madrid en la final de la Supercopa

Rodrygo celebrando el cuarto tanto del Real Madrid.
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BarcelonaDurísima derrota del Barça ante el Real Madrid en la Supercopa de España (4-1). Vinícius, autor de tres goles antes del descanso, dio un auténtico desgarro a la defensa azulgrana en un duelo en el que Araujo acabó expulsado. Xavi, de nuevo discutido. A continuación, unos apuntes en caliente.

Una derrota esperada. Dicen que en los clásicos las fuerzas se igualan. Que quien llega mal puede salir reforzado y que quien lo hace con la flecha hacia arriba puede acabar esquilado a manos del eterno rival. Siguiendo esta lógica, muchos culés pensaron, después de la insípida victoria del jueves ante Osasuna, que el Barça volvería a ser el Barça en el clásico de Arabia Saudita. Porque el fútbol se mezcla bien con la fe ya menudo dribla a la ciencia exacta. Pero, ¡ay!, la realidad fue muy cruda con los soñadores y dio la razón a los vinagres, a los pesimistas. El equipo de Xavi, funambulista y muy errático en el juego desde hace meses, cometió todos los pecados que había mostrado con anterioridad. Blando en defensa y poco fino en ataque, cayó de maduro. Y eso es lo que más duele. Se veía a venir que el Madrid masticaría con facilidad tanta ternura.

Y ahora, ¿qué? Pues ésta es la pregunta que ahora se hará todo el barcelonismo. Mucha gente querrá la destitución de Xavi a medio curso al igual que se pidió a Bartomeu que echara a Valverde hace cuatro años después de perder una Supercopa. Sin embargo, de poco sirve una decisión de esta índole si no existe un plan definido más allá de entregar el primer equipo a Rafa Márquez, que no ha hecho mucho más méritos que ser un gran ex jugador y pertenecer a la corte de leales a Mendes y Laporta y su séquito. Cesar a un técnico que viene de ganar una Liga importantísima (y de renovar contrato) sería un volantazo demasiado populista y desgarraría el paraguas de un presidente demasiado preocupado para hacerse fotos con jeques con ínfulas salvadoras y demasiado poco al hacer del club que dirige un espacio para que el talento –y no la fe vacía– sea el principal motor para capear la crisis. La pelota es sólo un síntoma.

Una sangría en campo abierto. Estrenar planteamiento contra el Madrid puede funcionar alguna vez, pero puede suponer también un riesgo letal. Esta vez, en Riad, la apuesta de Xavi, con doble pivote y tres mediapuntas, salió cruz desde el primer minuto. Con las líneas separadas y la presión descompasada, la defensa adelantada –habitual en el Barça– fue un regalo para las cabalgatas de Vinícius, autor de tres goles antes del descanso. Ni con tres Araujos pudo detenerse la sangría en el espacio de los atacantes blancos. El uruguayo, de nuevo lateral derecho en un clásico, cedió el eje a un Kounde que, un día más, dejó mucho que desear en su teórica posición ideal. Cómo se echa de menos el liderazgo del lesionado Iñigo Martínez...

Unos sí, otros no. Cuando el Barça parecía rehacerse de la doble empalizada inicial de Vinícius gracias a Lewandowski, que metió un gol tan bonito como estéril, el brasileño volvió a picar en el espacio para provocar un penalti de Araujo que Martínez Munuera no va tener dudas en silbar. Rigurós, todo sea dicho, pero sobre todo objeto de un agravio comparativo con una jugada similar –con Tchouaméni– que el propio defensor azulgrana sufrió como víctima en el clásico de Liga que acabó 1-2 a favor del Madrid. Lo que en Montjuïc fue un "sean, sean", en Riad fue a los once metros. Si bien no sirve de excusa, tampoco está de más señalarlo después de una semana de ola de ruido dirigido con Negreira.

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