La imparable sobredimensión de los contratos en el primer equipo del Barça
La renovación de Messi de 2017 arrastró al resto de pesos pesados a reclamar unos aumentos que, hoy, no se pueden pagar
BarcelonaE otoño de 2017, en un desayuno de trabajo entre miembros del área económica del Barça y periodistas de varios medios, los entonces representantes del club justificaban que el dinero destinado a la parcela deportiva tenía que ir ligado, siempre, a los ingresos totales. Y que si la facturación subía, era muy lógico que también aumentara la retribución a los jugadores. "Si saben que nos sobra algún euro, enseguida nos lo reclaman, o para fichar o para renovar a alguien", apuntaba Enrique Tombas, entonces tesorero del club. Resulta que aquel verano el Barça había vendido a Neymar por 222 millones, pero después fichó a Dembélé por 105, a Coutinho por 140 y renovó a media plantilla. A final de curso los números dejaban clara la magnitud del caso: en solo un año se había pasado de gastarse 432 millones de euros en jugadores a 639. Un incremento de 207 millones, el 32%.
En su memoria anual el Barça habló de "circunstancias extraordinarias" y atribuyó a la "inflación del mercado futbolístico" el incremento. Eufemismos para hablar de la venta de Neymar y la contratación de dos jugadores a precio de oro. Pero no todo fue culpa de la fuga del delantero brasileño a París. Aquel curso también empezaron unas renovaciones estratosféricas que hoy todavía sacuden las finanzas del club. Un incremento en las nóminas deportivas que empezó con el nuevo contrato de Leo Messi y que siguió con el resto de vacas sagradas pasando por las oficinas a pedir una revisión a la alza de su acuerdo. "Nos volvimos todos locos con la venta de Neymar y el presidente Bartomeu no supo decir que no a nadie", recuerda al ARA un miembro de peso del club durante el anterior mandato.
El contrato que lo sacudió todo
Tal como desveló El Mundo, Messi pasaba a tener un contrato que, contando todos los variables pactados, podía llegar a 138 millones de euros brutos por temporada. "Ahí empezaron los problemas. Los jugadores fueron a ver a Bartomeu y le exigieron cobrar más. Le decían «sí, él es el mejor del mundo, pero yo soy quien le hago los pases de gol». Y el presidente lo aceptó", recuerdan. Después de Messi, en solo un año el club revisó claramente a la alza los contratos de Andrés Iniesta –que se iría después de un año–, Gerard Piqué, Sergio Busquets, Jordi Alba, Sergi Roberto y Samuel Umtiti. "Bartomeu no quería pasar a la historia como el presidente que se había enfadado con las estrellas que habían ganado las últimas Champions", recuerdan desde su entorno.
A nivel interno, había bastantes voces críticas con la política del presidente y de la parcela deportiva a la hora de renovar a jugadores. Uno de los que lo dijo públicamente fue Carles Tusquets, entonces presidente de la comisión económica, que denunció reiteradamente en la asamblea que la masa salarial se había disparado de manera "preocupante". Unas observaciones que le costaron una discusión muy subida de tono, con insultos por el medio, con Enrique Tombas, según recuerdan algunos de los presentes.
En un mundo ideal, sin coronavirus y con el Barça aumentando la facturación como la espuma –superó los 1.000 millones de euros–, las advertencias de los críticos no tenían mucho recurrido en las oficinas del Camp Nou. No había problemas de tesorería y, si a última hora había que hacer alguna operación para cerrar los números, siempre aparecía algún club como el Valencia –el intercambio entre los porteros Neto y Cillessen– o la Juventus –el cambio de centrocampistas entre Pjanic y Arthur– para solucionarlo. "Eran contratos que estaban fuera del valor de mercado. Ya lo estaban antes. Lo que pasa es que ahora, con la pandemia y la crisis económica, como no se pueden pagar, todo el mundo lo ha visto", explican desde el área económica.
Alba como ejemplo
Hoy, en cambio, se ve la magnitud de la tragedia. El ejemplo más claro es Jordi Alba, que recibió una propuesta para ir a jugar a Milán la próxima temporada... "Pero tan solo le ofrecían una cuarta parte de lo que cobra aquí", dicen fuentes conocedoras del caso. Evidentemente, no lo aceptó. A la actual directiva, que ya tenía la mosca detrás la oreja por la masa salarial, le cayó definitivamente la venda de los ojos en la comida de directivas del clásico del curso pasado. Según recuerdan, Florentino Pérez, el presidente del Madrid, explicó la problemática que tenía con Sergio Ramos y desveló la cifra que el futbolista reclamaba. Los dirigentes del Barça se miraron entre ellos pensando: "¡Pero si aquí tenemos jugadores menos importantes que cobran bastante más!"
Aquella renovación de Messi no solo provocó un efecto dominó en el vestuario, sino que también marcó el camino salarial de cara a las nuevas incorporaciones, como la de Antoine Griezmann. Un futbolista que la directiva preferiría vender, pero que no encuentra a nadie que le pueda pagar lo que cobra en Barcelona. Exactamente lo mismo que pasa con Coutinho y Umtiti. E incluso con Dembélé, a pesar de que su caso es diferente, puesto que tan solo le queda un año de contrato y, antes de irse por libre, en el Barça confían en poderle renovar. A la baja, claro.
Ahora, con la nueva directiva, en el Barça aseguran haber aprendido la lección y los nuevos contratos se adaptan a la realidad actual. Pero el problema son los heredados: representan un 110% de la facturación. De momento los jugadores más bien retribuidos no parecen dispuestos a renunciar a lo que tienen firmado –se esperan a ver hasta qué punto Messi se rebaja el sueldo– y Laporta, como explicaba el ARA, no quiere empezar una guerra con unos jugadores a los que se abrazó mientras luchaba para volver a la presidencia. Los problemas vienen de lejos, pero con la gestión actual tampoco se solucionan. Al menos, de momento.