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A falta de público, selfies

En las redes sociales, entre deportistas, periodistas y fans se repite un mensaje que hacía cinco años que no escuchaba: Felices Juegos. Tal cual, igual que se felicita la Navidad. La misma emoción simultánea, la de estar viviendo y sintiendo lo mismo al mismo tiempo. Ese mejunje de alegría por lo que está por venir y de melancolía por lo que fuimos y con quien lo compartimos. Estos son y serán ya para siempre los Juegos de la pandemia, los primeros sin público, en año impar y con uno de retraso. Los Juegos más extraños que hemos vivido nunca y que vienen precedidos de incertidumbre, positivos en la Villa, dimisiones, polémicas, el rechazo mayoritario de los japoneses y una crisis global que nos tiene acogotados y que a ratos parece no tener fin. 

Escuché al periodista deportivo David Llorens, una enciclopedia con patas, preguntarse en El món a Rac1: “Si hasta ahora todo ha salido malamente ¿Puede ir algo bien en los Juegos?” Necesitamos respuestas, anclajes, tierra firme. Algo que nos invite a tener esperanza y a ser optimistas, volver a creer que todo es posible y que los sueños se cumplen por muy ñoño que suene y se nos rían a la cara. Los Juegos eran eso; una pausa, un armisticio, una celebración, una fiesta. Ahora nos pillan agotados física y mentalmente, tristes, temerosos, resabiados, cínicos, distintos a los que éramos hace tan solo un año y medio. Y, sin embargo, volver a escuchar durante este viernes de calor sofocante el ‘Felices Juegos’ con el entusiasmo infantil del ‘Feliz Navidad’, me ha emocionado más que nunca. 

Hasta el 8 de agosto tenemos la oportunidad de ver competir a los mejores deportistas del mundo. Que igual se nos ha olvidado precisamente eso: la alegría de estar. El aquí y el ahora. Simone Biles, Katie Ledecky, Caeleb Dressel, Teddy Riner, Armand Duplantis, Shelly-Ann Fraser-Pryce, Allyson Felix, Eliud Kipchoge, Kevin Durant, Sydney McLaughlin. Todos están ahí, en Tokio, junto a los nombres que nos aprenderemos, que aún no nos suenan y que formarán parte de nuestras vidas para siempre porque compartiremos un momento único ya sea el de admirar, festejar o incluso lamentar, porque os recuerdo que todos tenemos como héroes a perdedores de algunos de los Juegos que hemos tenido la suerte de presenciar. 

Propongo disfrutar, que no es poco. Propongo que nos demos cuenta. Y que ojalá en el 2024, en París, sigamos diciendo ¡Felices Juegos! como el que celebra la Navidad.

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