Un maratón lleno de lágrimas: por la ganadora y por la última clasificada

Sifan Hassan logra un triunfo épico en el maratón poco después de ver a 20.000 atletas populares haciendo suyos los Juegos por unas horas

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Sifan Hassan ha ganado el maratón femenino

Enviado especial a ParísA las once de la noche del sábado, las terrazas de París estaban llenas. Mientras unos tomaban vino dejándose ver y mirando a otros, por delante empezaba a pasar un montón de gente vestida de deporte y con dorsal. Los organizadores de los Juegos, empeñados en que éstos fueran unos Juegos suficientemente abiertos a la gente, habían organizado de madrugada un maratón para quien quisiera apuntarse al mismo recorrido de la prueba olímpica. Se hacía de noche, para evitar el calor y aprovechar el circuito, que pasaba por lugares emblemáticos. Salía del ayuntamiento, iba hasta Versalles y volvía para acabar en los Invalides. Fue una gran fiesta, llena de gente y con el catalán Àlex Roca, un atleta con una discapacidad del 76%, terminando la prueba. Más de 20.000 personas tomaron parte.

Era la última noche olímpica. La noche del domingo al lunes, ya todo habría terminado. Muchos visitantes alargaron la noche y, cuando algunos de los corredores populares terminaban la prueba, ya empezaba a llegar gente para coger sitio y ver el maratón femenino. Quienes encontraron sitio al final pudieron ver en directo una de las imágenes de los Juegos, en los metros finales de la prueba, cuando la neerlandesa de origen etíope Sifan Hassan ganó con un nuevo récord olímpico (2 horas 22 minutos y 55 segundos). Una hazaña de Hassan, que llegaba a París con el objetivo de defender sus títulos olímpicos de 5.000 y 10.000 metros, pero añadiendo el maratón en busca del triplete de medallas del fondo, hito conseguido hace 72 años por el checo Emil Zatopek . Hasan no pudo revalidar el oro en los 5.000 y los 10.000, en los que se llevó dos bronces, pero sí fue la mejor en el maratón, pese a hacerla menos de 35 horas después de la final de los 10.000 metros.

La carrera, con suficiente calor y mucha humedad, no era ideal para batir récords, ya que en el kilómetro 30 tenía una rampa de una pendiente del 13% que dolía mucho en las piernas de las corredoras. Y, de hecho, después de este muro quedó al frente un grupo con Hassan, las etíopes Tigist Assefa y Amane Beriso Shankule y las kenianas Sharon Lokedi y Hellen Obiri. La japonesa Yuka Suzuki intentó seguirles el ritmo, sin suerte. Poco a poco, todas fueron perdiendo pistonada y dejaron la carrera en un duelo final apasionante entre la propietaria del récord del mundo, Tigist Assefa, y Hassan. Ambas hicieron un esprint final, casi chocando, como si no llevaran 42 kilómetros a las piernas. Al final, la neerlandesa ganó su tercer oro olímpico. Assefa fue plata y la keniata Hellen Obiri, bronce.

Dos horas después, por cierto, llegaba Kinzang Lhamo, la última clasificada. La atleta de Bhutan, afectada por el calor, necesitaba andar en algunos tramos. La afición presente, al verla sufrir, empezó a animarla. A medida que iba avanzando, más y más gente iba siguiendo su ritmo y le arrojaba mensajes de ánimos. Muchos espectadores decidieron quedarse para verla llegar, acompañarla. Ella, como Alex Roca o Sifan Hassan, obtuvo su victoria. Y miles de personas que horas antes ni sabían que existía Kinzang disfrutaron al verla atravesar la línea de llegada. Son momentos mágicos que crean los Juegos Olímpicos.

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