Nos lo ponen demasiado difícil

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Joselu celebrando uno de los dos goles que marcó ante el Bayern.

Yo voy a morir siendo del Espanyol. Diría más: siendo mucho del Espanyol. Lo único que podría evitarlo –y tampoco– es que el Espanyol muriera antes. Moriré siendo del Espanyol porque no tengo más remedio, pero cada vez me lo ponen más difícil. No lo digo sólo, aunque también, por el triste empate del domingo, que nos complica, y mucho, el ascenso directo (y, por tanto, el ascenso). Lo digo por la vergüenza y la rabia que me da Joselu y todo lo que le rodea.

El héroe de la clasificación del Madrid en la final de la Champions, aparte del árbitro polaco que quizá recordaba antiguas invasiones, no fue, como apuntaba Xavi Hernández en su crónica del jueves, un ex jugador del 'Espanyol. Fue mucho peor: lo hizo un jugador “propiedad” (no suelo ponerlo sin comillas) del Espanyol. Un jugador que representa una de las páginas más negras de nuestra historia reciente. Y mira que hay dónde elegir. Un jugador que es metáfora de muchos de nuestros males.

Hace dos temporadas, para forzar su salida del Alavés, Joselu amenazó al club vasco con bajar su rendimiento. Esto lo ha dicho una juez y confirma los motivos de mis sospechas respecto a su rendimiento en la parte final de la pasada temporada con nosotros. Alguna eminencia (Catoira y Mao, supongo) le hizo un contrato en el que se le facilitaba la salida en caso de descenso. Cuando el equipo estaba cerca del abismo Joselu se borró. Empezó a fallar goles incomprensibles y en ningún momento expresó indignación alguna ante las injusticias arbitrales. Algo, por cierto, que sí le hemos visto hacer este año (que no ha sufrido y por las que no ha visto ninguna tarjeta por razones obvias). Él tenía un acuerdo con el Madrid que, por razones económicas, sólo era posible si el Espanyol descendía. Todo un incentivo. Y, efectivamente, el Espanyol bajó y Mao negoció una miserable cesión con opción de compra (0,5+1 millón de euros). Luis García ya acusó a Joselu de mal profesional. Con razón. Y hay que añadirle la poca profesionalidad (quiero pensar, aunque me cuesta, que sólo es eso) de Mao negociando su cesión al Madrid.

Un jugador sin compromiso ni honestidad y una gestión nefasta. Buena metáfora de lo que nos ha traído hasta aquí. Y parte de la afición celebrando los goles de quien nos hundió y traicionar porque su segundo equipo (o el primero) juega en el Bernabéu. Prefiero ser pocos, menos de los que somos pero de verdad, que tener que aguantar a estos aficionados de doble bandera a los que nunca les falta una tercera que tanto daño nos hace.

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