¿Por qué ahora Rosalía viste de blanco?
Últimamente, el blanco ha teñido el universo de Rosalía. Un blanco que evoca espiritualidad, intimidad, fragilidad, pureza y transformación. Todo ello para calentar motores en la recta final antes del estreno de su nuevo disco, Lux, prevista para el 7 de noviembre, del que ayer ya dejó caer el primer sencillo: Berghain. El color se convierte aquí en el eje vertebrador de un estilismo que no es sólo apariencia, sino el vestido simbólico de una nueva etapa creativa. Como las migajas que Hansel y Gretel dejaban en el bosque para encontrar el camino de regreso, Rosalía ha ido sembrando, en sus últimas apariciones, las pistas para comprender esta metamorfosis.
Una de las pistas más claras la dejó en septiembre, con el anuncio de ropa interior para Calvin Klein. Con una estética de esencialidad y depuración ornamental, fiel a la tradición minimalista de la marca, la campaña dejaba claro que Rosalía no es una mera modelo que presta su imagen a un encargo comercial. La cantante intervino activamente en la dirección creativa y simbólica, como demuestra la elección de la serpiente albina como elemento conceptual central: un recurso visual plenamente inscrito dentro de su nueva identidad artística y el universo simbólico que está construyendo con Lux. No es casual tampoco que en el anuncio se sienta de fondo un fragmento de la inédita De madrugá, tema que todo apunta a que formará parte del nuevo disco.
En julio, Rosalía dio más pistas en la campaña de las zapatillas 204L de New Balance. Aunque no adopta de forma explícita esta simbología espiritual, sí revela la misma voluntad de depuración estética. En esta línea, destaca también el traje blanco impecable con cuerpo rígido de Balmain que lució en la última Met Gala, al que se suman los numerosos conjuntos que ha exhibido en las semanas de la moda, todos de un blanco inmaculado y que muchos han bautizado como "white eraTampoco podemos olvidar el vestido del mismo tono que llevaba cuando, la semana pasada, corría entre una multitud de fans desatados en la plaza de Callao de Madrid. Un vestido que adquiría un tono místico gracias al nimbo dorado pintado en el pelo y que conectaba con la estética de monja o santa que avanzaba la imagen promocional.
En Rosalía, la estética es siempre un complemento necesario de la música y de la puesta en escena. Una propuesta que contrasta con la de su anterior disco, Motomami, donde se combinaba el mundo motard postapocalíptico con el horterismo choni y la cultura urbana de Japón para construirse una coraza —resistente como un carenado— cargada de agresividad y empoderamiento, con la que proteger su recién estrenada fama en un mundo hipervisual.
Ahora, sin embargo, la cosa es muy diferente, porque, seguramente, Rosalía también es diferente. El estilo visual del disco acompaña el discurso: luz (Lux) como evolución e introspección. No sólo fiesta y extravagancia, sino un giro hacia lo esencial que corresponde a una mayor madurez tanto vital como creativa. Con Berghain, se atreve con un tono orquestal y un canto más lírico, en sintonía con la espiritualidad del imaginario católico, para reflexionar sobre la fragilidad humana y el sufrimiento emocional. Juega con tres colores altamente simbólicos dentro de la tradición católica -el blanco, el negro y el rojo-, complementados con detalles sacros como unas sandalias anudadas con rosarios. Y, constantemente, Rosalía encarnada en una "virgen dolorosa" renacentista, con el leitmotiv del "corazón doloroso" traducido en un electrocardiograma que late al ritmo de su nueva etapa. Además, unos vestidos blancos deshilachados, deconstruidos y casi desintegrados por el sufrimiento, tal y como se desintegra un terrón de azúcar en el café.
Con este cambio estilístico, Rosalía escenifica el paso de la exuberancia de Motomami en la introspección de Lux, con una identidad artística que muta camaleónicamente en cada uno de sus proyectos, poniendo la estética -una vez más- al servicio de su creación musical y su estado vital. Como ella misma dice: "¡Y a moodboard in flesh!"