Estoy harta de la palabra 'feminismo' o 'feminista'. Y no he perdido la chaveta
Este fin de semana fue 8-M yo lo digo o rebento: estoy harta de la palabra feminismo o feminista o feminismos. Me encantaría que no hiciera falta. No he perdido la chaveta. La palabra feminista forma parte de mi vida, forma parte de mí. Pero cansa ser feminista. Cansa reivindicar. Cansa tener que estar alerta. Como dice la gran Moran (sí, Caitlin), las mujeres siempre ejercemos un oficio de más y sin remunerar: el activismo feminista. Puedes ser escritora y feminista. Presidenta de escalera (sip) y feminista. Activista cultura y feminista. Guionista... y feminista. #Elque sea... y feminista.
Y cansa porque a estas alturas de la película no haría falta. Ya lo sé. La extrema derecha. Los caminantes blancos del fascismo que amenazan con helarnos el corazón. Y tantos y tantos países donde sin extrema derecha trumpista la mujer sigue sometida (mucho más que aquí) y aniquilada. ¿Afganistán? Quien se acuerda... Por eso mismo cansa y agota. Porque la cosa avanza a un ritmo mundial demasiado lento pese a la sensación también real de conseguir avances importantes.
Últimamente no dejo de dar vueltas a cómo se utiliza esta palabra y qué significa su uso. No me pregunten cómo fue, pero acabé asistiendo de público a una mesa redonda de mujeres juristas y todas hablaban de la necesidad de que la justicia fuera feminista. Y lo mismo en el debate previo a la función de la obra teatral Sucia, de Bárbara Mestanza, junto a la autora, la gran abogada Carla Vall y la inconmensurable Irene Montero (#Monterofan). Allí también se pedía que la justicia fuera feminista. ¡Y estoy de acuerdo, claro! Y lo mismo cuando se habla de medicina y también de educación. En una serie de debates organizados por este diario con la consejería de Feminismos en los que participé, el gran clamor era una educación feminista.
¡Cada vez que lo siento el cerebro se me cortocircuita, porque, a ver, la justicia, la sanidad, la educación y el mundo! o son feministas o no son. Porque cuando se habla de feminismo, digámoslo de una repunyetera vez, se habla de derechos humanos. De exigir que se cumpla la Declaración Universal de Derechos Humanos. La brújula que guía lo que es justicia en todo el planeta (o lo que debería ser). Por tanto, si no es feminista, no es justicia. Si no es feminista, la sanidad no cura. Si no es feminista, la educación no educa. Dejemos de añadirle la etiqueta y hagamos que se cumpla un mandato que no es ideológico y sí universal. Porque para mí el error es considerar el feminismo una mera ideología y no lo que es, el derecho a la igualdad de condiciones de vida de la mitad de la población. No es una opción. No es cosa de las izquierdas woke. No es la manía de las pesadas de turno. ES UN DERECHO RECONOCIDO INTERNACIONALMENTE, COI. Perdona las mayúsculas, pero el día 9 las feministas estamos al límite. Con las pilas de la sororidad cargadas, pero hartas de que nuestra lucha sea sólo la nuestra. Pero si tú te apuntas pronto lo acabaremos. En serio, no de palabreja. ¿Estamos allí?