Trincheras en las calles y sueños grandilocuentes: Barcelona 1900-1925
En la capital catalana existían grandes desigualdades, pero también grandes proyectos que la transformaron radicalmente
BarcelonaEn tan sólo veinticinco años, en Barcelona hubo grandes insurrecciones, intentos de cambiar el mundo, una represión feroz, una explosión demográfica, una auténtica transformación urbana y una intensa vida cultural. Hubo quien quería la revolución y quien quería imponer el orden. Coincidieron el anarquismo, el republicanismo, el anticlericalismo, el antimilitarismo, el catalanismo, el colonialismo, el movimiento obrero... Es extremadamente complicado resumir qué pasó entre 1900 y 1925. No sólo por todo lo que sucedió en la ciudad, sino también en el exterior y que acabó en el exterior y que acabó (1909-1927), la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y la Revolución Rusa (1917), entre otros muchos conflictos internacionales.
El primer gran estallido de violencia en las calles de Barcelona llegó en forma de insurrección social espontánea: la Semana Trágica (1909), con una génesis que hay que buscar en la derrota de España y la pérdida de colonias de ultramar. España y su ejército, con el objetivo de satisfacer los intereses de los grandes capitalistas, ocupó el norte de Marruecos para explotar las minas del Rif. La necesidad de reclutar a hombres, sobre todo entre la clase obrera porque no tenían dinero para pagar y librarse, hizo que estallara la ira popular. La violencia se extendió por toda la ciudad y tuvo un balance terrible: dos mil detenciones, doscientas deportaciones y cinco ejecuciones. Entre ellas, la de un pedagogo con fama internacional, Francesc Ferrer i Guardia, que fue fusilado como jefe de turco. Fue el inicio de una etapa muy convulsa.
Poco después se creó la Mancomunidad de Cataluña, que tuvo una vida breve (1914-1923), pero contribuyó a modernizar el país, puso en marcha un enorme proyecto educativo y creó un esbozo de estado. No lo tuvo fácil y tuvo que hacer frente a las negativas tajantes desde Madrid a las demandas de autodeterminación ya muchas declaraciones y manifestaciones violentas, como el boicot a los productos catalanes. Algunas de sus batallas pueden sonar bastante actuales. En mayo de 1916 el consejo de la Mancomunidad pedía públicamente al gobierno español la cooficialidad de la lengua catalana en todos los ámbitos. La respuesta de Madrid fue contundente: "Nunca".
Los hitos del movimiento obrero
Los años de la Mancomunidad no sólo fueron convulsos en lo político. La violencia de la lucha de clases fue su escenario. Las condiciones laborales eran muy duras. "Había una desigualdad brutal y en las familias más humildes trabajaba todo el mundo por unos sueldos misérrimos. Sin el trabajo de las mujeres y muchas veces de los niños, la economía familiar era insostenible", asegura Ginés Puente, profesor de historia contemporánea de la Universidad Rovira i Virgili (URV).
El feminismo empezó a levantar la cabeza y el movimiento sindical cogió mucha fuerza. El historiador Josep Termes explica en Historia del movimiento anarquista en España 1870-1980 que, entre 1902 y el fin de la Guerra Civil, se impuso el sindicalismo revolucionario de masas. "La federación local de Barcelona de la CNT tenía, en 1918, 54.572 afiliados, una cifra que se cuadriplicaría al año siguiente sobre una población obrera del núcleo industrial barcelonés de 205.542 personas", escribe Termes. El 4 de febrero de 1919 empezó la huelga de Canadiense, la empresa que producía y suministraba el 70% de la electricidad que consumía Cataluña. El 26 de febrero se añadieron a la huelga los trabajadores de todas las compañías de electricidad, gas y agua. Entre otros muchos hitos, se logró la jornada de ocho horas, algo inaudito en Europa. El 13 de marzo se declaró el estado de guerra y el 25 de marzo Barcelona fue ocupada militarmente. La Federación Patronal decretó un locaut que dejó a muchos obreros sin trabajo. La represión contra sindicatos y obreros fue terrible y la violencia se instaló en las calles de Barcelona: en 1920, en un solo mes, murieron a tiros o por culpa de las bombas 49 personas. Fue la época del pistolerismo. Todo ello tendría un mal final: la dictadura de Miguel Primo de Rivera, a partir de 1923.
"En ese momento, la clase obrera creía que la revolución era posible. Para la sociedad de entonces, el cambio social era materializable y, por tanto, luchaban", asegura Puente. "Había una gran tensión entre una burguesía consolidada y la clase obrera. De hecho, la dictadura de Miguel Primo de Rivera se impuso en buena parte por ilegalizar un movimiento obrero que había cogido mucha fuerza y estaba bien organizado", añade el historiador.
La revolución urbanística
La transformación urbanística de Barcelona fue también extraordinaria. "El siglo XX comienza en el siglo XIX", asegura Puente. La Agrupación Municipal se creó en 1897 y unieron en Barcelona las villas de Gràcia, San Martín de Provençals, San Andrés de Palomar, San Gervasio de Cassoles, Santa María de Sants y Les Corts. En 1904 se añadió Horta y en 1921 Sarrià. "La ciudad creció exponencialmente y pasó de tener 15,5 kilómetros cuadrados a tener 77,8; y de 383.000 habitantes a más de medio millón", explica Puente.
En 1854, la ciudad había decretado el derribo de las murallas, tras una mortífera epidemia de cólera, y en 1860 se había empezado a ejecutar el plan Cerdà y se ha empezado a ejecutar el plan Cerdà. "La estructura social y política de Barcelona cambió radicalmente", dice Puente. el derribo de muchas casas en los barrios de la Catedral, la Ribera, Sant Pere y Santa Cugat del Rec. "Era una ciudad oscura, pero también con mucha luz", dice Puente. Mientras los obreros convivían con las fábricas y había núcleos de chabolas en diferentes lugares de la ciudad, la burguesía creó el paseo de Gràcia e invirtió mucho dinero en edificios emblemáticos como la Pedrera y la Casa Batlló. "Había también muchos proyectos que buscaban la integración de distintas realidades políticas y sociales con nuevas infraestructuras viarias, espacios verdes y de socialización...", añade Puente. Entre otros muchos proyectos que se hicieron realidad hubo el metro, en 1921, y la creación de la Compañía General de Autobuses, que empezó explotando cuatro líneas en 1922.
Entonces la ciudad tenía grandes sueños. Algunos eran grandilocuentes y otros se materializaron. Quería crecer de forma infinita y ser una ciudad moderna que se equipara a las grandes metrópolis europeas. Culturalmente, fueron también años muy intensos con el Modernismo y el Novecentismo y con la creación de grandes infraestructuras culturales como el Palau de la Música (1908) y una potente red de ateneos y bibliotecas populares que permitieron el acceso a la cultura de muchos barceloneses.