Comercio

Gabriel Jené: "La vivienda en Barcelona no es un problema del turismo"

Presidente de Barcelona Abierta

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Gabriel Jené fotografiado por la entrevista

BarcelonaGabriel Jené es un viejo conocido del sector comercio en Barcelona. Se define como un enamorado de la ciudad y la reivindica como ejemplo de morfología comercial. El año pasado, Jené renovó como presidente de la asociación de ejes comerciales y turísticos Barcelona Oberta, que preside desde sus inicios, en el 2014. Este año la entidad celebra los diez años con algunos retos conseguidos, pero mantiene la su reivindicación –ya histórica– de abrir todos los domingos del año. Suma la defensa de un turismo de calidad basado en la promoción y una política de urbanismo que no olvide el comercio.

Diez años de Barcelona Oberta. ¿Cómo ha evolucionado?

— Nacimos como una entidad formada por siete ejes con una voluntad única: poder abrir los domingos. De ahí el nombre. Nacimos justo en el último año del mandato de Xavier Trias como alcalde, y después vino el primer mandato de Ada Colau; por tanto, de estos diez años hemos sido ocho instalados dentro de un mandato en el que nuestra acción de lobi se ha intensificado. Nos hablaban de decrecimiento, nos hablaban de turismofobia; una serie de cuestiones sobre las que creíamos que debíamos marcar una postura legítima de lo que representamos como comercio. A partir de ahí se fueron desplegando una serie de cuestiones que daban contenido a la entidad más allá del hecho fundacional, que era el de los domingos.

¿Qué han logrado en estos diez años?

— Hemos pasado de abrir cero domingos a hacerlo cuatro meses. Hemos avanzado, pero no estamos en nuestra meta, que es abrir todo el año. ¿Qué hemos logrado? Ser un actor clave desde la necesidad de hacer valer el comercio de centralidad. Este comercio que no sólo atiende a los vecinos que tiene a 15 minutos de la tienda, sino que atiende a una determinada polaridad comercial que hace de Barcelona un tractor importante de visitantes.

¿Qué le falta a ese modelo?

— Todas las grandes ciudades tienden a ser más pacíficas, más ecologistas, más sostenibles, más pisables, y eso debe hacerse, pero es necesario hacerlo compatible con la actividad económica. Y después, como otro gran reto, existe la necesidad de regenerar y transformar Ciutat Vella. La Ciutat Vella postpandémica nos ha situado en una situación bastante compleja desde un punto de vista comercial.

Cada vez más comercios históricos cierran y son sustituidos por cadenas. ¿Cómo lo viven?

— Sí, es una realidad. El comercio más singular, el más autóctono, en determinados sitios está sufriendo. Aquí es necesario hacer elementos de promoción suficientemente potentes para que esto también se pueda mantener. Hay establecimientos que cierran, pero que tampoco son sustituidos por nadie. Por ejemplo, en la calle del Carme estaba El Indio; cerró hace 10 o 15 años y el local permanece cerrado y abandonado.

¿Y el comercio electrónico qué incidencia tiene en todo esto?

— El comercio electrónico termina siendo una pata más del comercio, pero no es un sustituto. Esto cada vez se ve más y el real estate ya está notando una fuerte regresión del comercio online en beneficio del comercio físico. Todo el mundo quiere estar en el centro, bien situado, como elemento clave de lo que significa la experiencia de marca.

Barcelona tiene un problema en el turismo de masas. ¿Qué modelo defienden?

— Está bien que el turismo esté ahí, pero es muy importante que esté compatibilizado con otros usos de la ciudad, usos culturales, usos residenciales y sobre todo con la complicidad de los barceloneses y de la gente que vive en la ciudad. Si el turismo lo que hace es masificarse y que cada vez exista una oferta comercial más devaluada, esto va en contra de la generación de riqueza, a favor de la precariedad, de los salarios bajos y es pan para hoy y hambre para mañana. Nos interesa que haya un turismo con valor añadido, que venga a gastarse varios euros por cubierto y tenga poder adquisitivo. Por tanto, claro que debemos ir en contra de la masificación, pero la ciudad ahora no está en un tema de debatir cuánto turismo más quiere, sino de qué turismo debe venir, y eso es fundamental. Pero la inflación en el precio de la vivienda no forma parte de la problemática del turismo, forma parte de una determinada política de vivienda de la que ahora sufrimos las consecuencias.

¿Cómo lo resolvería?

— El problema con la vivienda no es un problema del turismo, porque entonces también deberíamos decir que los hoteles hagan habitaciones sociales para que la gente pueda dormir de forma barata. Que no se hiciera el Four Seasons, por ejemplo, fue un grave error. No porque sea algo elitista, sino porque el Four Seasons provoca inflación hacia arriba. Quien paga 1.000 euros por una habitación se permite venir a la ciudad con otra mentalidad y otra capacidad de gasto. Y tener valor añadido no significa que los hoteleros o tiendas se hagan más ricos, sino que lo importante es que esto revierta en mayor inversión y mayor capacidad recaudatoria para tener mayor bienestar social y una ciudad más próspera.

¿Cuáles son las propuestas de Barcelona Oberta para atraer este turismo de valor añadido?

— Hacer promoción de la ciudad con cosas como la Copa América, por ejemplo, y con una promoción muy desestacionalizada y muy selectiva que permita atraer a este tipo de público de valor.

Con el cambio de gobierno en la Cámara de Comercio de Barcelona se ha cambiado la gobernanza de Turisme de Barcelona, ​​y Barcelona Oberta ya no tiene silla en el comité ejecutivo. ¿Qué ha pasado?

— El nuevo presidente de la Cámara no me ha querido; el porqué hay que preguntarle a él. El problema de fondo es que, si queremos tener de alguna manera una colaboración público-privada como tal, debemos ser muy conscientes de que existen relaciones con determinados sectores que deben respetarse y más teniendo en cuenta que buena parte de la factura de Turismo de Barcelona la paga el Ayuntamiento.

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