La marcha inesperada de Isak Andic nos deja con el dolor de la separación. Es muy comprensible al tratarse del fundador de Mango, una gran empresa que empezó con un origen humilde, y que ha ayudado a mucha gente, empezando por sus miles de colaboradores. Pero Isak nos regala también un legado importante, que va más allá de las admirables cifras económicas y que nos ofrece algunas lecciones para los empresarios del futuro.
Isak llegó a Barcelona con 14 años, con su familia y sin nada. Se puso a estudiar y trabajar. Y trabajó mucho hasta poner en marcha la primera tienda de Mango en Barcelona en 1984. Pronto pasó de ser emprendedor a ser empresario. Empezó una empresa pero tenía una visión a largo plazo, con voluntad de crecer y desarrollarse. Las empresas necesitan estabilidad y proyección a largo plazo y accionistas de referencia comprometidos para crear prosperidad. Isak lo entendió así. Tuvo algunas oportunidades de vender la empresa, pero las rechazó, para continuar con el proyecto y seguir animando a su equipo. Esa perseverancia y su compromiso con las personas han permitido crear mucha riqueza para muchos y tener hoy una empresa de referencia internacional.
Nos deja una segunda lección de buen empresario: saber rectificar y empezar de nuevo cuando las cosas no van bien. Isak diseñó un modelo exitoso de empresa para Mango durante muchos años. Pero hace unos años, el sector empezó a cambiar y la tecnología avanzaba aceleradamente. Mango pasó por una situación muy complicada. Andic afrontó el problema, se involucró completamente, realizó las inversiones necesarias y renovó el equipo directivo, con la incorporación de Toni Ruiz, al que nombró primer ejecutivo en 2018, y de otros colaboradores –entre ellos, su hijo Jonathan–. Un buen empresario no tira la toalla frente a las dificultades. Analiza, pregunta, escucha y decide, confiando mucho en su equipo. Esto es lo que hizo Isak de manera especial hace diez años. Impulsó la transformación de Mango y puso los cimientos del crecimiento espectacular de los últimos años, entre los que destaca de forma singular la exitosa entrada en Estados Unidos.
La humanidad y proximidad de Isak es una tercera gran lección. Era muy exigente en el campo profesional, pero siempre con una cordialidad que ayudaba al interlocutor. Sus colaboradores le apreciaban mucho. Sabía dar las gracias a todos los que le ayudaban en cosas grandes o pequeñas. Era un empresario con grandes objetivos pero con una humanidad considerable. Las reacciones que vemos estos días, especialmente de personas que han trabajado muchos años con él, reflejan no sólo admiración por un gran proyecto empresarial, sino también por su calidad personal. Quería realizar una empresa humana.
También una empresa que conecte con la sociedad. Se involucraba en distintas iniciativas educativas, científicas, culturales y asistenciales, de aquí y de países con muchas necesidades. Era consciente de que debía devolver a los demás los muchos dones que había recibido de Dios y era muy agradecido y generoso. Más allá del volumen de ventas y la impresionante trayectoria de Mango, nos queda el ejemplo de un gran empresario, innovador y transformador, muy cercano y sensible a las necesidades de la gente.