AGRICULTURA

Los bonsáis mediterráneos que triunfan en Europa

La empresa catalana Mistral Bonsai se consolida como líder en el continente en la venta de árboles en miniatura

Oriol Gracià
3 min
Los bonsáis mediterráneos que triunfan en Europa

Manuel Ibáñez es uno de esos empresarios que nunca puede parar de cavilar. Hace algo más de treinta años, a este arboricultor de Roquetes (Baix Ebre) se le metió entre ceja y ceja cultivar árboles frutales bajos y rechonchos que llegaran a la altura del ombligo de un adulto. No pretendía crear un nuevo producto para facilitar la recolección de la fruta en el campo, sino que pensaba en uso doméstico y ornamental para jardines u huertos particulares, con frutas accesibles para los niños. Pero esa idea inicial se fue literalmente encogiendo, hasta convertirse en un bonsái. Era la época en que Felipe González, entonces presidente español, popularizó este tipo de plantas con una colección que cuidaba en el Palacio de la Moncloa.

Sea como fuere, Ibáñez creyó que el bonsái podía ser un producto de gran consumo en el sur de Europa, y el tiempo le ha dado la razón: su empresa, Mistral Bonsai, se ha convertido en uno de los gigantes de la producción, importación y exportación de árboles en miniatura en Europa. El año pasado vendieron más de medio millón en el continente, pero también en Japón y China. En 2018 lo cerraron con un volumen de facturación de 5,58 millones de euros y 258.000 euros de beneficios, un 19% más que en el ejercicio anterior. Ahora bien, la suya no es precisamente una historia de flores y violas.

Las instalaciones de Mistral Bonsai en Camarles están diseñadas en torno a espacios tranquilos con decoración minimalista. Una estética zen que remite a la variante del budismo que hace más de mil años echó raíces en China y Japón. Como los bonsáis. En un espacio de 3.000 m² existe una exposición con miles de ejemplares de árboles en miniatura que son una especie de santuario para los aficionados del bonsái. Hay ejemplares de 250 variedades, algunos de ellos centenarios, como un ficus de 185 años. De hecho, la diversidad de especies que producen y venden es uno de los puntos fuertes de esta empresa catalana. “Se nos ocurrió probar suerte con especies habituales en el Mediterráneo, como el olivo o el manzano, y eso nos ha abierto muchas posibilidades en el mercado europeo y nos diferencia de las empresas de otros países como Francia u Holanda”, explica Ibáñez. Sus bonsáis, además, han logrado superar fronteras bastante más lejanas. “Las variedades mediterráneas están bien valoradas en Japón; puede parecer que vendemos hielo a los esquimales, pero los coleccionistas nipones aprecian el exotismo que representan en sus latitudes”, añade.

Un pino octogenario puede costar 20.000 euros, y el bonsái más caro que se expone sube a los 35.500 euros. Pero junto a estos precios, se puede encontrar un pequeño árbol por sólo quince euros. De hecho, el factor precio también ha sido clave en el crecimiento de la empresa. El control de todo el proceso de producción les ha permitido optimizar costes y eliminar comisiones de intermediarios. Tienen tienda propia, vienen a través de internet y distribuyen los árboles directamente en las floristerías, talleres y mayoristas de toda Europa, con el asesoramiento de especialistas formados como los japoneses Masahiko Kimura y Kunio Kobayashi. El negocio no está centrado sólo en la venta de árboles, sino también de complementos, cursos de poda y certámenes especializados para difundir el arte del bonsái.

“El bonsái no es un producto de primera necesidad y con la crisis de hace diez años las ventas cayeron a mitad de un día para otro”, recuerda Ibáñez. La empresa adelgazó: tenía 180 trabajadores y en sólo tres años perdió tres cuartas partes. En 2013 presentó un concurso de acreedores que superó tres años después. “No despedimos a los jefes de departamento y de esta manera la estructura no se resintió”, explica. “Siempre creí en la viabilidad del proyecto, a pesar de las dificultades y dudas que pudieran generarse, porque nunca puedes estar seguro al 100% del futuro de un proyecto”, añade.

Ahora la empresa catalana ya ha recuperado músculo. Aún no ha alcanzado las cifras anteriores a la crisis, pero tiene ya setenta trabajadores. Desde 2015 que las ventas crecen, y el pasado año Mistral Bonsai consolidó una penetración del 40% en el mercado español del bonsai y un índice de exportación que superó el 60%, con clientes en Francia, Alemania, Italia, Rusia y una quincena de países más. “De la crisis económica hemos salido reforzados sobre todo en dos puntos: nos hemos hecho más eficientes y más fuertes en el mercado, porque muchas de las empresas holandesas productoras de bonsáis, que eran nuestra principal competencia, se han visto arrastradas por la crisis”, comenta. Ahora Mistral Bonsai se ha reflejado en el mercado estadounidense, donde la venta online está plenamente consolidada. Parece, por fin, que esta locomotora catalana del bonsái vuelve a echar humo.

stats