La brillante secretaria que dijo lo suficiente a los errores: así se inventó el típico
Bette Nesmith Graham tuvo la idea tapando con pintura blanca las imperfecciones de marcos de madera
Circulando por los pueblos del condado de Dallas, en Estados Unidos, es habitual encontrar sucursales del Texas Bank and Trust. Es una pequeña entidad bancaria nacida en 1958, surgida del histórico Mercantile National Bank. Está muy arraigada en el territorio. "Nos enorgullece ser el banco independiente del este de Texas", anuncian enseguida en su web. Sin embargo, en ninguna parte hablan de Bette Nesmith Graham. Era la secretaria de William Ward Overton Junior, presidente del banco y uno de los hombres de negocios más influyentes de la zona. "Uno de los grandes nombres que ha construido Dallas", especificaron sus amigos al obituario que publicó The Dallas Morning en 1987. Allí tampoco hablaron de Nesmith Graham. Ella era la responsable de mecanografiar todo lo que hacía Overton y, también, conseguir hacerlo sin ningún error. Su obsesión por la meticulosidad le llevó a inventar el líquido de las segundas oportunidades: el típico.
Si la llegada de la máquina de escribir revolucionó las oficinas, el corrector que se injudicó la secretaria redondeó la proeza. Pero la bombilla se le encendió lejos del escritorio. En la década de 1950, Nesmith Graham era madre soltera: se acababa de separar de su marido y necesitaba recursos para salir adelante. Por eso, más allá de pelearse con los teclados, completaba el sueldo con trabajos que el banco le encargaba. Un día le hicieron repintar los marcos de madera de las ventanas, para decorarlos de Navidad. Removiendo el bote de pintura blanca y pasando el pincel intentando esconder las imperfecciones de la capa anterior, pensó que el método también podía servir para corregir los errores de escritura sobre el papel. No iba desencaminada.
La cocina, un cuartel general
Nesmith Graham se llevó la idea a casa, se encerró en la cocina e intentó aplicar un poco de pintura sobre un pedazo de papel. Funcionaba a medias: tapaba el error, pero era demasiado pesado y tardaba bastante en secarse. La fórmula ideal la encontró pidiendo consejo al profesor de química del instituto de su hijo. Durante cinco años estuvo utilizando el invento en los informes que picaba para Overton y el resto de oficinistas se acercaban a pedirle unas gotitas cuando se equivocaban. No fue hasta 1956 cuando la mecanógrafa no decidió vender el producto. Lo hizo bajo el nombre de Mistake Out. Con la ayuda de su hijo, Michael, y de amigos suyos, convirtió la cocina de casa en el primer centro de producción de la marca, que, al cabo de un tiempo, rebautizaron como Liquid Paper.
Los milagros de su líquido corrector se esparcieron y los pedidos se dispararon. Muy pronto, trasladó la producción a una casita que instaló en el jardín de casa. Allí hacía el producto, lo envasaba y expedía sus paquetes cada vez más lejos. En 1967 el invento ya daba beneficios. Había inaugurado una sede con cara y ojos y una planta de producción automatizada de la que salían un millón de botellitas al año. En 1973 se puso en contacto con el gigante IBM, que antes de ordenadores vendía máquinas de escribir, por si querían comprarle el producto. Lo declinaron. Quien se vino a comprarle el negocio fue Gillette, en 1975, por 47,5 millones de dólares. En el 2000 volvió a cambiar las manos y el corrector pasó a formar parte del catálogo de Newell Brands, un coloso estadounidense de bienes de consumo. Hoy todavía lo vende.
Tipp-Ex, el corrector de los catalanes
En Cataluña, sin embargo, la marca que hizo furor fue Tipp-Ex, de donde proviene la palabra típico, el nombre genérico que se utiliza para referirse a este tipo de producto. El invento es muy similar al de Nesmith Graham, pero nació en Alemania y con un formato distinto. En 1958 el químico Wolfgang Dabisch ideó un papel impregnado con un líquido que, frotado sobre el error, permitía borrarlo. El empresario Otto Wilhelm Carls le llevó al mercado. Fue un éxito inmediato y se comercializaron muchos formatos distintos. En 1997 la marca se vendió en Bic, la reina francesa de los bolígrafos. "Le sirvió para ampliar su portafolio con un producto que todavía hoy tiene sentido, pese al uso de los ordenadores", explica Josep Maria Espinet, profesor del área de comercialización de la Universidad de Girona (UdG). "La clave del éxito ha sido solucionar un problema general con un producto de bajo coste", remata el experto.
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1951
Bette Nesmith Graham comienza a trabajar para idear un líquido corrector
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1956
La emprendedora comienza a comercializar el producto con el nombre de Mistake Out
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1967
Rebautizada con el nombre de Liquid Paper, la empresa ya da beneficios
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1975
Con más de 300 trabajadores, la empresa se vende por 47,5 millones de dólares en Gillette
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2000
Newell Brands adquiere la marca, que todavía se vende en muchos países del mundo.
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2024
En Cataluña, ha triunfado la marca Tipp-Ex, un producto similar comercializado por Bic