Banca

Cerco al Sabadell: puñales e intrigas de diez días frenéticos

Crónica de la operación hostil más importante en cuatro décadas en la banca española

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Los presidentes del Banc Sabadell y el BBVA, Josep Oliu y Carlos Torres, respectivamente

BarcelonaLo vieron. Su figura era una de las muchas que paseaban por el village del Open Banco Sabadell. Era el fin de semana del 20 y 21 de abril, hacía un sol radiante en Barcelona y pese a las gafas de sol y el sombrero panameño que lucía, lo vieron. Entre el público asistente estaban algunos directivos bancarios y el rumor, en círculos reducidos, corrió y causó cierto estupor. Algunos incluso le fotografiaron a hurtadillas. En la imagen se le ve atento al espectáculo tenístico, con esa concentración tan propia de los altos directivos. Seguro que en los próximos meses podrá meditar sobre las paradojas de la vida: es posible que nunca vuelva más al torneo barcelonés. También es posible que, si vuelve, lo haga para entregar la copa al campeón.

La disyuntiva llega después de dos semanas de estruendo financiero que ha conmocionado a los principales despachos de poder de Barcelona y Madrid. Estos días han tenido consecuencias; la principal, que el Sabadell está expuesto a lo que sería su desaparición de facto después de 143 años de historia. O que el BBVA, un actor financiero a escala planetaria, se ha visto rechazado dos veces en cuatro años por una entidad que era su décima parte en el 2020 y su quinta parte en el 2024. Estos días de vértigo –ya no es ningún exceso hablar de guerra bancaria– han sido sazonados de intrigas y de alguna puñalada. Como explica una fuente financiera, “una fusión bancaria no sería una catedral de lo que es polite”. Evidentemente que no, sobre todo cuando está en juego nada menos que el jefe de dos presidentes del Ibex35.

La película arranca un martes cualquiera en el lugar menos pensado.

Mark Kleinman, un multipremiado periodista de Sky News, daba la exclusiva el 30 de abril por la mañana: el BBVA trabajaba para comprar el Banc Sabadell. Después de minutos de incertidumbre, el BBVA lanzaba la bomba, confirmando la oferta. El banco catalán replicaba de forma peculiar: indicaba que era una oferta no querida y que había tenido conocimiento de ello a las 13.43 horas. Era el primer indicio de que la corrección acostumbrada en el ámbito de la comunicación corporativa aquí no tendría lugar. El Sabadell decía, en la primera ocasión, que no sabía nada de ese interés.

A la estupefacción siguió cierta euforia financiera: la nueva criatura fruto de una posible absorción tendría cerca de un billón de euros de activos, con 135.462 trabajadores en el mundo y una red de más de 7.000 oficinas. Entraría en el top 10 de principales bancos europeos y superaría a CaixaBank en activos en el mercado español. Esta avalancha de titulares llegaba de la mano de un recordatorio: el tamaño del Sabadell, un superviviente de los bancos medios en Europa, no garantiza su supervivencia a diez años vista si se tienen en cuenta las crecientes demandas de los reguladores.

Esto ocurría el martes 30 de abril; al día siguiente, Día del Trabajador, subiría la tensión de éste thriller bancario. En una decisión controvertida, el BBVA hacía público el contenido de su oferta: valoraba al banco catalán en cerca de 12.000 millones en un canje de acciones en el que una acción del BBVA equivale a 4,83 acciones del Sabadell (aproximadamente el doble que en 2020). En el plano social, ofrecía tres sillas al consejo de administración y una vicepresidencia en el Sabadell, además del mantenimiento de la sede corporativa de Sant Cugat del Vallés y la promesa de criterios meritocráticos a la hora de conformar los equipos; exactamente lo mismo que había ofrecido cuatro años antes.

La cuestión de los nuevos equipos es importante porque en toda la operación hay un sobreentendido: en una fusión hay uno que compra y uno que desaparece. Y la mayor parte del sentido financiero en estas operaciones sale del recorte de personal sobrante por las recurrrencias de cargos o geográficas. Se basan en sumar a los clientes de la otra empresa y darles servicio con menos trabajadores. La oferta, sin eufemismos, implicaba que Catalunya perdía uno de sus escasos grandes centros de decisión, una de sus cinco principales empresas y un banco con estrecha y larga relación con las pymes del país. También habría supuesto un buen recorte de personal: en la adquisición de Bankia realizada por CaixaBank cayó un 15% de la plantilla. El Sabadell, que en octubre del 17 se llevó su sede social a Alicante, tiene en Catalunya a 5.700 de sus 13.400 empleados. Por último, la fusión empobrecía aún más la competencia bancaria.

Fue en ese momento, en el que el relato estaba cómodamente decantado en favor de las macrocifras presentadas por el BBVA, que un veterano banquero catalán levantaba el dedo: “Es imposible que Oliu acepte esto”. Lo decía porque veía la publicación de la oferta como una agresión: “Se ha hecho apresuradamente, sin finezza, enviando una carta y haciendo pública la oferta: esto no da opciones a Oliu, las cosas no se hacen así”. Y aún añadía: “No puedes menospreciar a la gente, el BBVA ha hecho las cosas como las hacen los chicos de McKinsey”, añadía, en relación al anterior puesto de trabajo de Torres y su consejero delegado, Onur Genç.

Llegaron tensas horas de espera con el marcador provisional –y no siempre afinado– de las bolsas como termómetro de cómo iba la operación. Y todo estaba claro: el BBVA bajaba cerca de un 10%; el Sabadell subía un 8%. El efecto era más o menos el esperado, pero un factor alertaba a los analistas: el valor conjunto de BBVA y Sabadell era más elevado por separado, antes de la oferta, que junto a tres días después de hacerse pública. Era una pista que la megaoperación no convencía. Y la respuesta a la propuesta estaba en manos del hombre que controla el consejo de administración del Banc Sabadell a placer: Josep Oliu.

Un puño alzado

A sus 75 años recién cumplidos, el financiero catalán tenía que dar respuesta. “Ha sido muy sereno; quizás hace años era un poco Laporta, pero ha estado muy tranquilo”, dicen fuentes financieras que recuerdan cómo en octubre del 17, tras la tormenta del cambio de suyo, incluso sufrió un pequeño derrame en el ojo. "Fue al acto de salida de bolsa de Puig, a escondidas de los periodistas, y al cóctel se le veía muy tranquilo, dominando la situación", decía otra voz. Por entonces en que Oliu debía decidir sobre la principal empresa de su ciudad natal, algunos le enviaron su apoyo por WhatsApp. La respuesta, un puño en alto.

Mientras Oliu pensaba la decisión, BBVA envió un imponente aviso que recogía Expansión: que la negativa podía llevar a una opa hostil, algo no visto en cuatro décadas en la banca española. La presión era máxima, especialmente en un banco como el Sabadell, que no tiene núcleo duro que pueda protegerlo en estos casos.

¿Tuvo cobertura institucional Oliu durante aquellos días? Fuentes conocedoras de la cuestión explican que habló por teléfono con el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. La consellera de Economia, Natàlia Mas, afirmó públicamente que la operación no convenía en Catalunya por razones de competencia. En el ejecutivo español, la dispersión habitual: Yolanda Díaz (Sumar) se manifestaba en contra de la operación, el ministro Félix Bolaños (PSOE) afirmaba que la compra era "una buena noticia".

El lunes llegaba un gran punto de inflexión en estos días frenéticos. Con el mercado cerrado, el Sabadell anunciaba el resultado de la trascendental reunión de su consejo de administración, que se alargó siete horas: rechazo frontal, que no unánime, a vender. Y se permitía, en un comunicado, señalar la caída del precio de la acción que había sufrido el BBVA como argumento. La reunión dejó una duda: ¿quién había discrepado del criterio mayoritario del consejo? Todas las miradas apuntan a David Martínez, financiero mexicano, que se habría abstenido. Fuentes financieras apuntan alEmpresas que en los días anteriores al consejo se había reunido con el BBVA, en concreto con Onur Genç, el consejero delegado del banco.

Pero los ánimos no estaban para mirar a disidentes y en el Sabadell hubo un estallido de alegría. “Hubo mucha emoción, quizás no tan fuerte como la del 2020”, explican desde el banco. "Y hay gente que salió de fiesta a celebrarlo", añadían.

La decisión redobló las hostilidades. Para satisfacción de los periodistas económicos, los ventiladores se pusieron en marcha: se publicó que la negativa del Sabadell podía responder a que Oliu, con 75 años cumplidos, no podía ser consejero del nuevo banco, lo que explicaría su oposición a la venta. También que el Sabadell no tenía recorrido en bolsa ni proyecto a medio y largo plazo.

Las réplicas no tardaban en llegar. Desde el entorno del banco catalán se explicaba que los mismos fondos del BBVA no querían la operación, que estaban acostumbrados a países de mayor riesgo y rentabilidad de lo que ofrece el mercado español (como México y Turquía) y que era “ un banco mexicano con sede en España”.

El martes, día 7, fue un día de máxima tensión en el que se esperaba en cualquier momento un hecho relevante del BBVA anunciando que mejoraba la oferta o la anunciada opa. También el día en que la Generalitat redoblaba el tono contra la operación: "La compra del Sabadell perjudica el interés público", afirmaba la consejera de Economía, Natàlia Mas, en una entrevista en el ARA donde añadía que el gobierno trabajaría "para que una operación así no se materialice". La consellera ponía el tema de competencia en el centro del debate y recordaba que sólo Chipre, a nivel europeo, está peor que Catalunya en esta cuestión.

Mientras, la tensión entre bancos seguía al alza y la batalla por el relato se centraba en un asunto que aún no está claro: ¿Desde cuándo conocía a Oliu el interés del BBVA? El banco de origen vizcaíno insistía en que Torres se lo había transmitido a mediados de abril, y fuentes del Sabadell insistían en que “nunca se sentaron”, que desconocían la oferta, que se vieron a petición de Torres.

Y en ese ambiente de guerra por el relato, Torres estaba en México, según fuentes financieras buscando apoyos a su plan, mientras que César González-Bueno, consejero delegado del Sabadell, hacía lo mismo en la City de Londres.

El miércoles 8 la agresividad entre los bancos españoles alcanzaba máximos. El Banc Sabadell decidía publicar el correo electrónico que el domingo por la noche, justo antes del consejo, Torres había enviado a Oliu. “Querido Pep”, empezaba, cuya familiaridad difícilmente volveremos a ver en próximos capítulos de este serial. La carta decía claramente que no habría una mejora de la oferta, que BBVA no tenía margen. Era un intento del Sabadell de cerrar por completo la puerta a Torres. El mensaje era explícito: lo ha intentado, usted mismo dice que no lo puede mejorar, en los mercados no les gustó, no hace falta que vuelva. Torres había puesto por escrito a disposición del Sabadell un poderoso arma que el banco catalán aprovechó.

Llegados a este punto, en ciertos ámbitos financieros catalanes el ambiente era poco más que de euforia. "Hay muchas probabilidades de que ya no ocurra nada", explicaba un financiero. “A Torres le ha pasado el de la otra vez, los mercados han reaccionado de una forma que no esperaba; en conjunto, ambas entidades bajaban”. "Es una gran noticia para Catalunya", aventuraba otro empresario. “Oliu y González-Bueno salen muy reforzados, y Torres queda fatal, las cosas deben tenerse más preparadas y más después del fiasco del 2020”, incidía una tercera voz. Había balances más duros: "Torres queda muy tocado, si yo fuera él, estaría muy preocupado".

Preocupado o no, Torres no había dado el combate por cerrado.

El jueves, día 9, pasan unos minutos de las 7.00 horas de la mañana: cuatro décadas después, bomba en la banca española en forma de opa hostil. Exactamente en las mismas condiciones que la oferta negociada pero directamente dirigida a los accionistas del Sabadell, un 48% en manos de particulares, un 52% en manos de instituciones. El anuncio genera un alud de críticas. Sindicatos y patronales, todo el arco parlamentario, Generalitat y gobierno central salieron en bloque a criticar la propuesta.

Sin embargo, si el BBVA convence al 50,01% del capital, gana la partida. ¿Puede hacerlo? Las fuentes consultadas, una vez más, se dividían, entre quienes veían la ganancia del 30% suficiente para lograrlo y quienes mantienen que la operación está muy lejos de ser atractiva. "Para que Oliu tenga problemas, esta oferta debería ser mejor e incluir efectivo", explica un veterano del sector, "pero la propuesta, hoy por hoy, da risa". "La oferta es baja", asegura otro financiero, "no es obvio que guste a los mercados… y además está el tema político".

El tema político hace referencia a la oposición frontal y fulgurante que expresaron las instituciones, que incluyen el escollo de competencia. Torres, en la comparecencia ante los medios, se mostró tranquilo y confiado en que quizás más adelante los gobiernos verán "las bondades" de la operación. La partida no ha hecho más que empezar y el Sabadell tiene la ventaja del relato, cuenta con apoyo institucional y con el tic-tac del reloj que le juega a favor.

Pero no se puede descartar nada. No cuando a un lado de la pista se encuentra Josep Oliu, que busca una jubilación con honores. No cuando al otro lado de la pista se encuentra Carlos Torres, un hombre de férrea determinación, capaz de visitar de incógnito al Open Sabadell pocos días antes de lanzar el asalto al histórico banco catalán.

Ambos saben algo: en esta partida, sólo uno de ellos mantendrá el trono.

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