Cincuenta años de Zara, la apisonadora de la moda
La marca insignia de Amancio Ortega cumple medio siglo transformando cómo producimos y consumimos ropa
Hasta 1999 nadie había visto nunca su rostro en un periódico. Algunos incluso dudaban de que existiera. Su lugar de nacimiento no estaba del todo claro, y algún artículo llegó a cambiar su nombre por Armando. El hombre más rico de España ha logrado ser, al mismo tiempo, el más misterioso.
Hace cincuenta años, en mayo de 1975, Amancio Ortega abría la primera tienda de Zara en el número 64-66 de la calle Juan Flórez de la Coruña, y empezaba a transformar para siempre la forma en que se produce y se consume la moda en todo el mundo. Medio siglo más tarde, el grupo Inditex acumula beneficios récord de más de 5.800 millones de euros y sigue generando críticas por el impacto ambiental y social de su modelo de fast fashion. Coincidiendo con esta efeméride, repasamos las luces y sombras de la compañía con mayor capitalización bursátil de España y de su creador.
Cholo, para la familia y los amigos del pueblo materno de Valoria la Buena; Penique, para el grupo de los desayunos en el Club Financiero Atlántico de A Coruña; El Pobre, para los compañeros de la pachanga de fútbol de los viernes; Ortega, para sus trabajadores. El fundador de Inditex ha tenido otros muchos nombres además de Amancio. Nació en 1936 en Busdongo de Arbás, un minúsculo pueblo de la provincia de León –en el 2020 tenía 44 habitantes– al que destinaron a su padre, trabajador de Renfe. La familia vivió allí sólo tres meses, lo suficiente para que el municipio quedara marcado como la cuna del magnate del textil. Después de dar algunas vueltas más, se instalaron definitivamente en A Coruña.
A los 14 años Amancio Ortega dejaba los estudios para hacer de chico de los encargos en la camisería Gala, a escasos 200 metros de donde años más tarde abriría el primer Zara. Pero el verdadero germen de su negocio surgió en La Maja, donde trabajaba con sus hermanos Antonio y Josefa y donde conoció a su primera mujer, Rosalía Mera. Fueron ella y su cuñada, Primitiva Renedo, las que cosieron los primeros capazos de ropa para bebés. Entre conversaciones en el antiguo bar Sarrión –y con la ayuda de la familia Caramelo, que acabaría creando la casi fallida marca de moda que lleva su apellido–, en 1963 los Ortega fundaron su primera empresa: GOA, las iniciales vueltas de Amancio y Antonio Ortega Gaona.
A diferencia de la creencia popular, Zara no nació con las batas para señoras, sino con los capazos. Pero las batas sí fueron el primer acierto de Amancio Ortega, que se fijó en el interés que despertaban entre las clientas de La Maja. El primer diseño lo copiaron Mera y Renedo tras destripar una bata comprada en Catalunya para imitar sus ribetes, botones forrados y suave tacto.
La periodista Júlia Manresa ya explicó en un reportaje al ARA en el 2016 una de las manías del empresario cuando sólo era el cliente 205 de Fibracolor, una fábrica histórica de Tordera. GOA compró una participación minoritaria y acabó copando el 90% de la producción, una dependencia y un control que acabaron sentenciando la planta. En aquellos inicios la estrategia de precios de las prendas también era una declaración de intenciones: no se fijaba según los costes, sino que se ajustaban al precio final con el que querían competir. Las batas de Ortega se vendían en las tiendas coruñesas por 140 pesetas.
Hasta 1975, GOA se centró en la fabricación textil para terceros, aunque ya contaba con varios talleres y distribuía sus productos fuera de España. El nombre de Zara fue un accidente, porque Zorba –el nombre elegido por Ortega– estaba cogido por otro negocio en el registro de patentes y marcas. Las primeras piezas combinaban materiales baratos como el poliéster y la viscosa, estableciéndose la fórmula que consolidaría el crecimiento de la marca: precios ínfimos, márgenes escasos y venta rápida.
Los detalles sobre los orígenes de Zara explicados en los párrafos anteriores están extraídos del libro Amancio Ortega, de cero en Zara, escrito por los periodistas Xabier R. Blanco y Jesús Salgado y publicado por La Esfera de los Libros en 2004. Es de las pocas investigaciones que llenan los vacíos de la biografía de un hombre que se ha esforzado por ser invisible para los medios de comunicación. No fue hasta la salida a la bolsa de Inditex, en mayo del 2001, cuando Ortega se vio obligado a ser más transparente con la información sobre el funcionamiento de su gigante maquinaria textil.
De Galicia al mundo
Cuando el grupo apenas había salido de España, Pedro Nueno, profesor emérito del departamento de iniciativa emprendedora del Iese, recibió una llamada para visitar la sede de Arteixo y hablar delante del consejo de administración. "El gran jefe tenía una idea. Había un deseo de crecer y ser internacionales", recuerda alEmpresas. La obsesión de Ortega, añade Nueno, era hacer las cosas "muy bien" y que su equipo estuviera bien formado. Lo que vino después "no ha sido una sorpresa". Por qué una empresa nacida en un punto del Estado donde ni siquiera había una gran tradición del textil se convirtió en la líder mundial del fast fashion? "La gestión de la información era muy buena y muy rápida. Sabían ver qué prendas serían tendencia, llevarlas a producción y hacer la logística para que llegaran pronto a las tiendas. Siguieron muy bien el mercado y lo transformaron en oferta", explica Nueno.
Para el consultor estratégico del sector de la moda Pau Almar, que trabajó más de 8 años en Inditex, una de las claves del modelo inicial de la compañía fue la proximidad con las tiendas. "Ortega llamaba cada semana a los responsables, iba al almacén, preguntaba qué necesitaban", explica. Los comentarios recogidos en las tiendas volvían a los talleres de Arteixo y se reaccionaba rápidamente fabricando la prenda adecuada. "En su momento se hacía gastando mucho dinero en conferencias por teléfono. Pero esto sigue más adelante con los product managers, que hablan con el personal de la red comercial para saber si las colecciones han gustado y qué tiene la competencia. Es un pilar del que no se suele hablar", explica Almar.
Silvia Rosés, teórica y docente de la historia de la moda, dice que Inditex es una empresa "impecable empresarialmente", pero "cuestionable" a nivel ético. Su fórmula de fast fashion aceleró en el extremo un sistema de temporadas de moda nacido en el siglo XIX, llegando a imponer una vorágine de colecciones cada 15 días. "Es un consumo bulímico, basado en la dopamina, que crea una superdependencia", lamenta. La experta considera que este modelo ha roto la percepción de valor que damos hoy en día a la ropa: "Que la gente piense que es normal que una camiseta cueste 10 euros es muy malo". Además, dice que el imperio de Amancio Ortega se ha dedicado a copiar sistemáticamente diseños de pequeños creadores, que nunca podrán competir con sus precios.
Con la globalización la producción de Inditex se ha ido deslocalizando cada vez más. Hacia Portugal, Turquía y Marruecos, pero también en distintos países del continente asiático, donde los costes laborales son más bajos. Según su memoria de 2024, el 60% de las fábricas con las que trabajaba Inditex en 2023 estaban en Asia. Aunque el grupo no da datos más detallados de dónde están estos talleres, sí enumera China, Pakistán, India, Camboya, Vietnam y Bangladesh entre sus 10 grandes clusters de producción.
En este último país –donde hace doce años se produjo el trágico accidente en el edificio Rana Plaza, con 1.130 muertos– persisten la represión sindical y las dificultades para subir el salario mínimo. "No es que en estos años Inditex no haya hecho nada, pero está en sus manos mejorar las condiciones salariales de los trabajadores que fabrican su ropa", dice Judith Talvy, responsable en Catalunya de la Campaña Ropa Limpia, una coalición internacional de ONGs, sindicatos y otras entidades de defensa de los derechos laborales en el textil.
Cuando Inditex y sus competidores presionan a los proveedores del Sur Global para seguir fabricando con precios bajos, esto también tiene consecuencias en los sueldos y condiciones de estos empleados del Sur Global. "Tienen miedo de perder a los clientes, y eso acaba provocando muchas horas extras no remuneradas, sobre todo en campañas como el Black Friday. Al mismo tiempo, los trabajadores temen quejarse y unirse sindicalmente por si hay represalias. El modelo no puede ser sostenible si se pagan salarios precarios y se prioriza que nunca llegue tan rápido. Talvy, que es miembro de SETEM Catalunya.
Protestas de los trabajadores
Este viernes los trabajadores de las tiendas de Inditex protestaron a escala europea para reivindicar que las ganancias astronómicas lleguen a todos los escalafones del grupo. Coincidiendo con la jornada de promociones del Black Friday, los sindicatos que forman parte del comité de empresa europeo se manifestaron en una docena de ciudades, entre ellas Barcelona y Madrid. "Pedimos el reconocimiento de nuestro esfuerzo. La participación en los beneficios no debe ser sólo para los directivos", reclama Esther Repetto, de la sección sindical de UGT de Zara en Barcelona.
A su juicio, aunque la relación con la empresa siempre ha sido "conciliadora" y "de negociación", las plantillas sufren la reducción del personal por tienda –"donde antes había 10 personas ahora hay 2"– y la parcialidad de los contratos, que son un obstáculo para la estabilidad laboral. "Tienes muchas dependientas a 12 o 16 horas semanales", dice Repetto. Por otra parte, cree que la digitalización de las tiendas –con cada vez más puntos de autopago y recogida de pedidos online– ha deshumanizado su trabajo y recuerda que los horarios comerciales, por su naturaleza, dificultan la conciliación.
Además del impacto social de Inditex, la huella ambiental de su modelo de fast fashion también genera críticas. La responsable de la Campaña Ropa Limpia en nuestro país recuerda que el grupo ha incrementado "de forma drástica" el uso de aviones para su operativa, "un medio de transporte más caro y contaminante". Las emisiones de la empresa por ese motivo crecieron un 10% en el 2024: "Cada semana 32 aviones de Inditex salen del aeropuerto de Zaragoza con 100 toneladas de mercancía a bordo". Talvy destaca que en una ruta de Asia a Europa un vuelo de carga genera 39 veces más emisiones de CO₂ que un barco.
Este no es el único pecado ecológico de Inditex –ni tampoco de sus competidores–. Sólo el cultivo del algodón implica ya un alto consumo de agua, la ocupación de tierras de cultivo y el uso de pesticidas que afectan al suelo. Talvy añade además la contaminación del agua causada por los productos químicos de los tintes y las emisiones generadas durante la producción de la ropa.
Zara ha cumplido 50 años, pero ¿llegará a los 100? Hace tres años que Marta Ortega, única hija del segundo matrimonio de Amancio Ortega, asumió la presidencia de Inditex. Mientras las marcas más jóvenes del grupo –como Bershka, Pull&Bear y Stradivarius– parecen destinadas a liderar el consumo entre las nuevas generaciones, Almar señala que la firma primogénita de los Ortega está girando hacia el lujo asequible, con una visión más alejada de la "moda de supervivencia" que hizo grande a su creador.