De toda la vida

La mercería más antigua de Cataluña, a las puertas de su fin

Cristina Bonet, pocos años antes de jubilarse prevé despedir un negocio muy popular en Balaguer con dieciséis décadas de historia

3 min
La Mercería Bonet de Balaguer tiene oficialmente 159 años de historia

BalaguerLa Mercería Bonet de Balaguer tiene oficialmente 159 años de historia, aunque podrían ser más si no se hubiera quemado el archivo municipal durante la Guerra Civil. El primer documento que tiene conservado la familia es del año 1865, donde consta que un tal Joan Ribalta regentaba una ferretería en la calle Botera de Balaguer, donde también vendía vetas, hilos y botones. Esta es la prueba más antigua de una estirpe que ha continuado hasta hoy.

Cristina Bonet, la quinta generación de la familia, regenta todavía el negocio en la calle Major y pronostica que la historia está a punto de terminar. A sólo cinco años de su jubilación, parece que no hay relevo para seguir llevando un modelo de negocio que está tocado de muerte desde hace décadas en nuestra sociedad. Y es que el cierre de mercerías en Catalunya es un reflejo de una evolución que ha escogido las franquicias y ventas electrónicas por encima de las pequeñas tiendas.

En sus mejores tiempos, en la mercería de los Bonet llegaron a trabajar hasta siete personas, entre familiares y empleados. Actualmente, sólo queda Cristina, con sus padres que le dan apoyo moral y emocional. "Mi padre, con 92 años, todavía viene cada día, puntual, a las nueve de la mañana para levantarme la verja", explica la actual propietaria del establecimiento.

El edificio donde se encuentra la tienda tiene seis plantas que, años atrás, funcionaban a toda máquina para atender a un montón de clientela de diferentes partes del Noguera y mayoristas que iban para recoger sus pedidos. “Éramos un Corte Inglés en miniatura”, bromea Cristina.

Hoy, la actividad pública del inmueble está reducida a dos plantas y el resto queda para los recuerdos. Aún se mantiene activa la cómoda de la posguerra y se conservan un buen puñado de artículos que ya han dejado de reponerse. “Ahora ya no se cose como antes –dice Cristina– y, además, es un trabajo muy obligado”. El establecimiento abre seis días a la semana. "Cuando decidí que cerraba los sábados por la tarde, mi padre se puso las manos en la cabeza", reconoce.

Durante las últimas décadas, Cristina ha apostado por una renovación que le ha permitido la supervivencia. Vende ropa y complementos de prestigiosas marcas históricas como la lencería de Andrés Sardà y Selmark, u otras que están muy de moda como Pertegaz y Lola Casademunt. “Estas marcas están ahí porque mis padres ya tuvieron una visión de futuro”, reconoce.

Ella ha afianzado un modelo que incluso va más allá de la tienda. Precisamente este fin de semana organiza alguna de las desfiles de la Feria Q de Balaguer con modelos de bañadores, además de participar con un showroom, un stand y obsequios para sus clientes. Una renovación a prueba de bombas.

Las vicisitudes del señor Josep

El apellido Bonet arrancó con Josep, un joven de Roquefort de Queralt que en 1872 pediría a los Ribalta casarse con una de sus hijas. El ferretero Joan Ribalta le exigió antes una sustanciosa dote, lo que empujó a Josep Bonet a hacer las Américas. Al regresar de Brasil una década después, la hija que él había elegido ya estaba casada, en cuanto tuvo que casarse con Ángela, la más pequeña de los Ribalta, diecisiete años más joven que él.

Conocido en Balaguer como el señor Josep, acabó separándose de Ángela, pero antes tuvo tres hijos. El más joven, Amador, acabaría heredando el negocio de los Bonet, que había ido cambiando de ubicación dentro del centro histórico de la capital del Noguera. El estallido de la Guerra Civil obligó a la familia a abandonar la tienda, que fue saqueada e, incluso, ocupada por otro comerciante. Esto obligó a los Bonet a empezar de nuevo, esta vez en la calle Mayor, para reabrir el 8 noviembre de 1940. “La recaudación de aquel primer día fue de cuarenta pesetas”, recuerda todavía hoy Josep, el padre de Cristina .

Los dos hijos de Amador continuaron juntos el negocio hasta que en 1969, tras la ampliación de la casa solariega, los dos hermanos acabaron separándose. El primero, Amador júnior, abrió con su mujer una tienda de ropa (Almacenes Nuri, todavía en activo), mientras que Josep Bonet se quedó en la calle Mayor para continuar con la mercería.

En 2001 se jubiló y el negocio pasó a su hija Cristina. A pesar de haberse reinventado y consolidado un negocio que aún le es rentable, el cierre parece inevitable... pero también está exento de dramatismo. La mercería es muy importante para la familia, sí, pero tanto Cristina, que de joven estudió turismo, como su madre, hija de Barcelona, ​​y su padre, un ejemplar estudiante de empresariales, han tenido siempre "una gran amplitud de miras”. El fin de la mercería ha sido una realidad asumida con el paso de los años.

stats