El milagro del bar que sobrevive con todo a un euro
El local resuelve una ecuación imposible: hacer negocio con precios bajos en el propio centro de Barcelona
El negocio lleva exactamente cinco años dominando una de las esquinas que unen la calle Aribau con Diputació en Barcelona y, contra todo pronóstico, no ha muerto. En la capital catalana no es habitual encontrar locales donde la cerveza y la Coca-Cola valgan menos de dos euros y medio, sobre todo en el centro de la ciudad. Y aún es menos habitual toparse con un local que lo venda todo a un euro. Parece que el razonamiento popular ha acabado asumiendo que es imposible que un bar gane dinero con precios de este estilo, pero la historia de Josep Serral está ahí, dispuesta a tumbar ese argumento.
Hamburguesa
Es una versión sin ensalada ni queso: sin embargo, no ganan. Ahora bien, lo compensan con la cerveza o el refresco con el que todo el mundo le acompaña.
“El truco es que con este precio hay mucha rotación, mucha entrada de cliente, y si nos comparamos con cualquier local de aquí cerca seguramente vendemos el triple de cerveza o Coca-Cola- empieza a contar Serral-. Para abrir un bar hoy debes buscar conceptos, debes saber diferenciarte, y, en nuestro caso, la idea nos llegó en plena crisis: debíamos abrir un bar low cost ”.
Él es el actual propietario del Tot 1€ Bar, un negocio rentable desde el mismo momento en que abrió la puerta, basado en esta política de ofrecerlo todo a un euro. Y todo es todo: desde un quinto de Moritz o San Miguel hasta un Cacaolat, y desde un bocadillo de látigo a uno jamón salado, una hamburguesa o un bikini. La lista, anunciada en pizarras negras en la puerta del local, es larga, y eso no siempre juega a su favor. “A veces estoy fuera y observo que la gente, cuando ve que todo está en un euro, sospecha de la calidad y se va -reconoce-. Es low cost, pero esto no se traduce en low calidad”.
Cerveza
En formato quinto, y sólo de Moritz o San Miguel, es el producto más consumido del local. Gracias a esto tienen un buen acuerdo de precio con sus proveedores.
Si algo queda claro hablando un rato es la obsesión que tiene para no ofrecer nada en su bar que considere que no es bueno y, a la vez, que tiene mucho cuello abajo que ofrecer un mal producto juega en su contra. Las claves son otras. En primer lugar, debe delimitarse la oferta. “No tenemos de todo –explica–. De bebidas de la casa Coca-Cola no las tenemos todas, tenemos Cola normal y cero, Fanta de naranja y de limón, Nestea y Tónica, mientras que en un bar convencional el cliente encontrará 300 más: Aquarius, Sprite... Hemos de escoger productos que se vendan mucho y buscarlos al mejor precio”.
Este es el segundo punto clave: los acuerdos con las distribuidoras. “Consumimos una cantidad de cerveza que no consume ningún local de dimensiones similares en la zona, lo que nos permite negociar unos precios con San Miguel y Moritz que no les consiguen otros sitios -continúa-. Saben el precio del local y les interesa estar aquí, así que nos la dejan un 50% más barata que el precio regular de venta”.
El resto se basa en ser hábil, comprar en el Gros Mercat y saber qué días hay ofertas de cada producto. Sin embargo, no siempre salen las cuentas. La hamburguesa es el ejemplo paradigmático: sumando el coste del pan, la hamburguesa, el ketchup y el trabajo que implica, se llega al euro. Pero se compensa porque esa hamburguesa raramente se consume aisladamente: se toma con una cerveza o con cualquier tipo de bebida con la que sí tienen margen.
Refrescos
La Coca-Cola y los cinco refrescos de la misma marca que tiene el bar son unos de los pocos de marca conocida. "En España somos poco de Pepsi", se justifica el propietario.
Ocurre lo mismo con el bocadillo de jamón salado, pero al otro lado de la balanza hay productos que suelen ser más caros en cualquier otro bar y que ellos, a pesar de venderlos a un euro , obtienen margen. El caso estrella es el bikini: “Está hecho con pan Bimbo de hostelería, empresa con la que hablamos y también logramos que nos dejara el producto a un precio muy correcto –explica el propietario del local–. El queso lo sacamos del Gros Mercat, y el jamón especial para estos sándwiches, del Makro”.
Han hecho rentable incluso la oferta propia del ocio nocturno, aunque en este caso mediante una pequeña trampa. "Empezamos con los licores, pero veíamos que teníamos que entrar de alguna manera en el campo de los combinados", recuerda Serral. El principal impedimento era cómo ser fiel a la política del todo a un euro, y lo resolvieron recurriendo a los chupitos como herramienta de medida. “Un refresco vale un euro, y uno chupito vale un euro: el cliente se hace el combinado a partir del número de chupitos que quiera en el vaso”, explica. De esta forma un cubata relativamente cargado acaba saliendo por unos 4 o 5 euros. "Los viernes y sábados esto nos funciona muy bien: no quiero que sea un local exclusivamente de noche, pero todo debe sumar", aclara.
El enfoque tiene mucho sentido desde la óptica de la última estrategia clave para el negocio, que es abrir muchas horas -ahora, de 6 de la mañana a 2 de la noche-, y, por consiguiente, atraer a un público muy diverso . Esto explica que los grandes productos en los que se basa el éxito del bar sean el café de la mañana y la cerveza de la tarde. O que a primera hora se vea un público trabajador, por la noche se mezclen jubilados y jóvenes, y por la noche se convierta casi en un local de ambiente. La oferta de alcohol para acompañar la medianoche sigue el mismo patrón que el resto de productos del local: “Tenemos un alcohol de cada tipo y ya está –dice Josep Serral–. No servimos nada que no sea de marca, porque nos encontraríamos ante el hándicap que a la gente no le gustara lo que bebe”.
Bikini
El sándwich de 3 o 4 euros cuesta uno y les sale rentable: pan Bimbo de hostelería a precio rebajado, queso del Gros Mercat y jamón del Makro.
Ahora bien, las marcas escogidas no suelen ser las habituales. Hace unos cuatro años, comenta el empresario, decidió estudiar y probar todos los alcoholes posibles acompañado de un camarero del bar, para elegir el que mejor respondiera a sus estándares personales de calidad y precio: todo bajo la premisa marca de la casa, que existen alcoholes más baratos que otros y que no son necesariamente peores. "Por ejemplo, en lugar del Jägermeister compramos un licor alemán muy parecido que allí se vende mucho y que aquí no se conoce, vale la mitad ya mí personalmente me gusta más", explica Serral. Y lo mismo sucede con el tequila, en este caso defendido con una historieta protagonizada con un grupo de mexicanos muy bebedores de este licor que desconfiaron del producto porque no lo conocían ya los que el interlocutor les ofreció la opción de no pagarlo si no les gustaba. “Nunca nadie me ha dicho que no me lo paga”, dice victorioso.
Él, en realidad, no es el propietario original del local, aunque trabaja desde el mismo día de su inauguración. El bar lo abrió un amigo suyo en Granollers, pero por ubicación y circunstancias -la calle en la que estaba situado tenía que estar en obras un año- decidió cerrarlo y probar suerte en Barcelona. En el 2018, ya cansado de la hostelería, decidió traspasarlo y su amigo Josep Serral se lo ofreció. Y, de acuerdo a toda la conversación, el cómputo es positivo. “No nos haremos ricos aquí, pero de momento vivimos siete familias del negocio”, explica, en referencia a sí mismo ya los seis trabajadores que tiene. Y eso que su llegada al mundo de la hostelería fue en realidad fortuita.
Bocadillos
No hacen más de un palmo pero hay unos cuantos que elegir: desde los clásicos fríos hasta el de tortilla de patatas, el de frankfurt e incluso el de lomo.
“Vengo del mundo de la electrónica: a los 16 años empecé a trabajar reparando máquinas tragaperras de bar en bar y me pasé muchos años, así que hice muchos amigos”, recuerda. Un día, uno de ellos, encargado de un bar, le pidió que le ayudara, dado que ese día tenía toda la plantilla enferma. Y así empezó todo.
Ahora parece que ama tanto el sector y su obra que el único detalle que repente es que no abra otro bar con este formato: “No lo descarto, porque tenemos controlado el producto y muchas cosas pactadas: si abriera otro podría apretar un poco más a los proveedores, pero pienso que las cosas deben digerirse bien. Además, no tengo demasiado claro si ahora es el momento, porque todo el mundo dice que nos encaminamos hacia una crisis”.
Rumia unos segundos: “Bueno, una crisis debe asustarnos de entrada, porque no se sabe qué puede pasar, pero quizás... Vamos, que la gente tenga poco presupuesto no es del todo negativo para nosotros”.