¡Eureka!

¿Quién era Miquel Rius? La dinastía de los cuadernos catalanes más famosos

La compañía de artículos de papelería nació con un pequeño taller y pasó por manos de cinco generaciones

3 min
Ilustración

Agendas de mil colores, cuadernos con hojas de todo tipo y calendarios de un montón de formatos. También mochilas, estuches y bolígrafos. Incluso joyeros, fundas para auriculares, antifaces para dormir y juegos de madera. Todo este reguero de productos tienen dos cosas en común: hoy se pueden comprar en papelerías y llevan estampado el logotipo de Miquel Rius. Es una de las marcas catalanas más conocidas del sector y también de las más antiguas. Sus cuadernos están en la memoria de cientos de miles de estudiantes catalanes, que los han utilizado para tomar apuntes generación tras generación. Se venden en más de 60 países y, desde 2018, lo hacen bajo el paraguas del grupo Apli, que tiene fábrica y oficinas centrales en Barberà del Vallès. Cuando se hizo el cambio de manos, Miquel Rius tenía unos sesenta trabajadores y facturaba 9 millones de euros. ¿Pero cómo se esparció la fama de la marca y, sobre todo, quién era Miquel Rius?

De entrada debe aclararse que Miquel Rius no era el nombre y el apellido de ninguna persona. Eran los dos apellidos de Josep, un joven de 19 años que en 1869 decidió marcharse de Sant Pere de Riudebitlles para ir a trabajar en una imprenta de Barcelona. Once años después la compró y la rebautizó con su nombre. Con él, el taller fundado en 1839 empezó a producir libretas y otros artículos de papelería. En 1897, cuando murió, su mujer, Margarita Planas Ramonich, y sus dos hijos, Josep y Ramon, tomaron sus riendas.

El segundo era un amante enardecido del papel. Más allá del negocio familiar, hizo carrera en el mundo de los libros: todavía hoy es uno de los nombres más conocidos de la historia de la bibliofilia en Cataluña. Se especializó en la edición de textos catalanes antiguos y fue un firme opositor a la nueva gramática y ortografía que proponía Pompeu Fabra, a quien calificó de "maldito reventador de lenguas". Actualmente, algunas de sus obras, como los dos volúmenes deBibliofilia, se revenden por más de 1.000 euros en los portales de coleccionismo.

De generación en generación

El negocio fue pasando de padres a hijos. En medio, Miquel Rius se llevó premios en concursos nacionales e internacionales de renombre, como el diploma de honor en la Exposición Universal de Bruselas, que logró en 1910. También aguantó el embate de la Guerra Civil. La tercera generación de la familia aterrizó en el negocio en 1950 y se encargó de modernizar la empresa. En 1975, con la muerte de Franco y la apertura del país al mercado exterior, la compañía instaló una fábrica en Parets del Vallès y amplió su catálogo de referencias con artículos como las agendas, que han hecho muy popular la marca. La cuarta generación tomó las riendas en 1988 y remachó el clavo: apostó por internacionalizarse.

Casi 200 años después de la fundación del taller que compró Josep Miquel Rius, la marca ha incorporado ya la quinta generación familiar. "Somos una empresa pionera en la fabricación de productos que cambiaron la forma de organizar el tiempo y las tareas: desde el sistema de agendas de anillas hasta los clásicos notebook, con hojas perforadas y márgenes de colores", reivindica la compañía. En el 2001 llevaron sus productos a Estados Unidos, con la apertura de una filial que llegó a representar el 15% de la facturación del grupo. El estallido de la crisis del 2008 derribó las ventas de la empresa. Aún así, en el 2010 Miquel Rius movió 16 millones de euros, con un 30% de exportaciones. la caída de ventas nacionales", asegura Neus Soler, experta en marketing de la UOC.

A esto se sumó otro movimiento clave: la alianza con marcas de moda, como Agatha Ruiz de la Pradera, Bultaco o Kukuxumusu, para crear productos de papelería con su imagen. "Los abrió a nuevos públicos y los diferenció de la competencia", analiza Soler. La diversificación de producto y la constante adaptación a las necesidades del mercado abrazando valores como el de la sostenibilidad son dos de los otros secretos que han consolidado la marca, según la experta. Con los años, la facturación fue cayendo hasta los 9 millones en el 2017. Ese año la compañía presentó concurso de acreedores para hacer frente a una sentencia que le suponía tener que pagar 631.000 euros a nueve trabajadores que habían sido despedidos. Hoy Miquel Rius sigue en el mercado, pero forma parte de las marcas de Apli Paper, un grupo muy conocido en la fabricación de etiquetas adhesivas.

stats