¿Quedamos en la alpargata de la esquina?
La familia Aguado fundó en 1926 Calzados Valencia, un negocio adquirido por Paco Jiménez en 1996 y que regenta todavía hoy
BarcelonaPues sí, en el Eixample, en los alrededores de Valencia con Muntaner, es bastante recurrente lo de “¿Quedamos en la alpargata de la esquina?” Bien, deben decir “zapatería” y no “alpargata”, pero el caso es que Calçats València es, a derecha ley, una alpargata. Y más a derecha ley, un clásico del barrio, referente por su especialización y por la decoración de su fachada. Un “de toda la vida” catedralicio, fundado en 1926 por la familia Aguado y adquirido en 1996 por Paco Jiménez, que lo regenta hoy en día haciendo tándem con Míriam, su pareja, y con la fundamental colaboración de Rubén, l encargado de la reparación del calzado, uno de los tres puntales del negocio.
Alpargatas y zapatillas, reparación de calzado y duplicación de llaves, las tres patas que condensan la personalidad de un local pequeño, pero muy bien aprovechado, por el que no paran de desfilar clientes. Durante la hora escasa que le visité, entre quince y veinte cruzaron la puerta. Un comercio querido por el barrio, con productos clásicos destinados esencialmente al confort del pie, clientela mayoritariamente de edad avanzada, pero también jóvenes que se dejan tentar por los gustos pretéritos. Los de las zapatillas Victoria de toda la vida, las alpargatas con suela de esparto, las chancletas, las sandalias… el calzado que más se ajuste a las necesidades, preferencias y gustos de cada uno.
“Máquina de afinisaje”, dice el cartel que corona la zona de reparación de calzado. Esta palabra no existe, me cuentan Paco y Míriam. El cartel es muy antiguo, de los orígenes de la tienda, y lo encontraron por casualidad en la caja de la persiana durante una reparación. Afinisaje remite a finisaje, que sí existe y es el proceso de pulido del calzado antes de dar por terminada la reparación total. No es ese cartel la única joya de la tienda. Hace seis años, descubrieron por casualidad que bajo una capa de pintura marrón –que parecía madera– se escondía el precioso cartel de la fachada, de cristal y letras de pan de oro: “Se compone y tenye el calzado. Se tenyen monederos en todos los colores”. Un hallazgo sensacional que, junto a las vitrinas exteriores, perfila el paisaje visual de una tienda con mucho encanto.
Las vitrinas tienen mucha tela. En principio, en Barcelona no está permitido que los establecimientos tengan vitrinas que sobresalgan de forma prominente e invadan espacio transitable. Pero es que las vitrinas de Calçats València son las originales de los años 30, están protegidas y forman parte indisoluble de la fachada del edificio. ¡Qué suerte y qué buena noticia!
Paco hizo un cursillo de seis meses de zapatero por Cáritas y, paseando un día por el barrio, vio que el negocio de la familia Aguado estaba en traspaso. No lo pensó y, con su madre, tomó sus riendas en 1996. Durante cincuenta años, los Aguado –matrimonio y dos hijos– se habían dedicado en cuerpo y alma y tomarles el relevo les parecía una buena idea. Y hasta la fecha. Paco me enseña un zapato que Rubén está reparando, es una Lottusse clásica. En un tiempo de mala calidad de fabricación –en el calzado y en la ropa– no es tan habitual como antes de que la gente lleve a arreglar los zapatos. “¿Cómo le explicas a un cliente que se ha gastado 300 euros en unas zapatillas que están hechas con un material nefasto? Haces lo que puedes para arreglarlas y ya está”, afirma Rubén.
En Calçats València preparan una web nueva que les permitirá acercarse a más públicos y desde la pandemia también vienen por Amazon –unos 2.000 pares de calzado al año–. "Es una ayuda que nos permite un poco más de tranquilidad", confiesa Paco. ¿Y el producto estrella? Hay muchos. Si decimos “las zapatillas de abuelo”, a todo el mundo le vienen a la cabeza las zapatillas de cuadros con forro de lana. ¿Y las zapatillas de toalla? “Uy, éstas en Amazon nos las sacan de las manos”. Las alpargatas clásicas quizás son las que más éxito tienen.
¿Y las claves? Se suele asociar el zapatero con la duplicación de llaves. Pues sí, tienen unos quinientos modelos de claves distintas. Y si alguno no lo tienen, intentan encontrarlo. La cartelera no se reduce sólo a los carteles de época, los hay modernos, expresivos y pertenecientes a un imaginario compartido de toda la vida: “Las reparaciones se abonan al acto” y “Pasados tres meses, no nos hacemos cargo del género”.