FARMACÉUTICAS

Los siete hombres que están detrás de las pastillas Juanola

Las emblemáticas pastillas rómbicas contra la tos, producidas en una fábrica de Sant Quirze del Vallès, celebran 110 años de historia

Natàlia Vila
4 min
Los siete hombres que están detrás de las pastillas Juanola

El olor a regaliz traspasa las paredes de la fábrica y la nariz se destapa desde la calle. La fábrica de pastillas Juanola de Sant Quirze del Vallès es un recinto bastante pequeño para una marca tan grande, y mantiene la forma tradicional de hacer estas famosas pastillas contra la tos: artesanalmente. “Se hacen a mano y no hay dos iguales”, asegura el responsable de fabricación, Isidoro Martínez. Él controla el ritmo y la elaboración de la planta de Juanola en Sant Quirze, que también parece un pequeño museo.

Los pasillos, previos a las salas más grandes, están decorados con publicidad de hace más de 30 años: muestras, cajas antiguas y reconocimientos que la marca ha acumulado desde que nació, en 1906, en una farmacia de Barcelona. Entonces no existía ningún remedio eficaz contra la tos, y el farmacéutico Manuel Juanola Reixach creó por primera vez estas pastillas emblemáticas de forma rómbica e inconfundible.

Ahora, 110 años después, la marca pertenece al grupo farmacéutico italiano Angelini, pero el método y el secreto sigue en manos de sólo unos pocos. Concretamente, de siete varones. Todas las pastillas Juanola que hay repartidas en el mundo pasan por manos de Antonio, Marcos, Jaime y Ángel (que son los operarios); de Jordi (que está al frente del equipo) y de José (que hace el mantenimiento). Los lidera Isidoro Martínez, el responsable de fabricación. Ellos son el pequeño equipo que hacen todas y cada una de las pastillass, y el responsable de marca, Eduard Sàbat, y el departamento comercial de Angelini se encargan del resto.

Sólo siete hombres conocen el secreto de las pastillas Juanola

"Eso parece más una pastelería que una farmacia", admite Isidoro Martínez. Para hacer las pastillas Juanola es necesario hacer una masa, darle forma, aplanarla, cortarla y secarla. El proceso dura tres días en total. El más veterano es Antonio Suñer, de 56 años: hace casi cuatro décadas -esto es, toda su vida laboral- que se dedica a hacer juanolas. Sólo necesita tres ingredientes: regaliz (un 49%), almidón (otro 49%) y la fórmula magistral, es decir, el secreto de ese remedio natural (un 2%).

Con todo ello hace una masa que trabaja con las manos y divide en porciones más pequeñas, que después estirará y allanará. Bien como el pastelero que extiende una torta en un obrador. "Podríamos hacerlo todo a máquina, pero queremos mantener el espíritu tradicional", asegura el director de fabricación, Isidoro Martínez.

De hecho, después de 39 años, Suñer funciona casi como una máquina, con movimientos rápidos y precisos, y se conoce la fábrica, el proceso y los tempos de memoria.

La mezcla, el amasado, el estirado y el secado se hace todo el primer día. Las láminas de Juanola, que todavía no tienen forma alguna, descansan en una sala durante toda la noche. "Ahora es cuando son mejores -opina Suñer-, porque el regaliz es más fuerte a gusto". Al día siguiente las tortas de Juanola se cortan. Esta operación sí se realiza con una cizalla automática, para agilizar el proceso, pero como la masa se ha hecho a mano y el estirado también, las pastillas se parecen pero no son idénticas.

"Podríamos hacerlo todo a máquina, pero queremos mantener el espíritu tradicional"

El proceso continúa descargando las que son demasiado grandes, las demasiado pequeñas o las que se han roto. Una elección que comienza con el uso de máquinas tamizadoras pero que también se acaba haciendo a mano. “¿Ves ésta? Ésta no puede pasar, es doble porque no se ha cortado bien, es demasiado grande y debe ir fuera”, explica Suñer.

Después de limpiarlos y quitarles el polvo que genera el cortado, el segundo día las pastillas duermen en calor, a unos 40 grados aproximadamente, para mejorar el secado. Superado ese paso, sólo toca almacenarlas y envasarlas, un proceso, ese sí, que está mecanizado. "A mí las que más me gustan son las de menta, que son las más fuertes", confiesa Suñer. Aunque el proceso es el mismo desde hace más de un siglo, la marca ha innovado en texturas, gustos y mezclas con otros componentes naturales para tratar problemas que afectan a las vías respiratorias.

El grupo farmacéutico italiano Angelini compró Juanola en 1998 y potenció un relanzamiento. Hicieron una selección de los puntos de venta, las retiraron de sitios como las gasolineras y se centraron en las farmacias. “Angelini hizo un impulso en la distribución a las farmacias que hizo que reavivara su consumo”, asegura Eduard Sàbat, el responsable de marca de Juanola, y añade: “El grupo la compró para entrar en el mercado español con una marca puntera y hacerse presente en las farmacias”.

Las pastillas se parecen pero no son idénticas

El 20% de los españoles asegura haber tomado alguna píldora Juanola en los últimos 12 meses. "La tasa de penetración de la marca entre los clientes está consolidada", explica Sàbat, que matiza: "Esto no quiere decir que todos la compren, porque Juanola tiene un consumo muy social, es un producto que se comparte mucho".

La compañía vende más de dos millones y medio de unidades (es decir, de cajitas) cada año. Este dato corresponde sólo a las cajas de pastillas Juanola clásicas pero, en total, Angelini vende más de 4,5 millones de unidades de productos anualmente relacionados con la marca, como las pastillas con propóleos, jarabes de jalea real y otras pastillas en formato golosina.

Todo ello permite a Angelini facturar más de 8 millones de euros anuales sólo en productos Juanola: cuando hace sólo 10 años la facturación era de cinco millones. En conjunto, la farmacéutica -que está presente en una veintena de países y emplea a más de 4.000 trabajadores en todo el mundo- cerró el último ejercicio con unos ingresos netos de 68,5 millones de euros, y unos beneficios de 3,5 millones, según datos del grupo.

Aparte de Juanola, Angelini tiene otras marcas con una fuerte penetración en el mercado, como Valeriana Leo o Tantum Verde; pero precisamente lo que más aire les da (y les hace pasar la tos) son estas pequeñas pastillas rómbicas: el producto artesano que hacen cada día siete hombres.

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