El hombre que recurrió al emperador de Japón para intentar salvar Nissan
El secretario de Industria, Raül Blanco, se ha convertido en una pieza clave en los fondos europeos, la reindustrialización de Nissan y la planta de baterías
Su estado de WhatsApp ya es toda una declaración de intenciones: “Rock'n'roll actitud”, que es una canción de Loquillo, uno de sus referentes musicales. Y rock'n'roll es justo lo que no le ha faltado durante los más dos años (desde julio del 2018) que lleva Raül Blanco como secretario general de Industria y de la Pequeña y Mediana Empresa. Este barcelonés nacido en 1975 y licenciado en ciencias económicas por la UB se ha convertido en una de las piezas clave para proyectos que condicionarán el futuro de la economía, tanto catalana como española. Entre estos está la gestión de los fondos europeos, la reindustrialización de Nissan, que cerrará sus plantas en Catalunya en diciembre, o la recientemente anunciada fábrica de baterías “cerca de Martorell” impulsada por el propio ejecutivo español, Iberdrola y Seat. De hecho, desde el consejo de ministros se apunta a Blanco como la persona clave para decidir dónde se acabará haciendo esta planta.
El salto de Barcelona a Madrid lo hizo sin paracaídas. El primer gobierno de Sánchez –explica una fuente que hace más de 20 años que lo conoce– buscaba a un secretario de Industria, pero solo por pocos meses, puesto que en febrero del 2019 se convocaban de nuevo elecciones para el 28 de abril. “Blanco dio un paso valiente, un all in”, detalla.
Venía de una etapa de poco más de un año en el Ayuntamiento de l'Hospitalet de Llobregat, donde era director de servicios de desarrollo económico y trabajo. Pero la mayoría de su trayectoria laboral la hizo en la Generalitat. Ahí estuvo 18 años y medio, según detalla él mismo en su perfil en LinkedIn, y ocupó varios cargos: desde jefe del servicio de estudios y publicaciones hasta gerente de estrategia industrial. Su trabajo en la administración catalana lo fue combinando con el de profesor de economía aplicada en universidades como la de Barcelona y la Rovira i Virgili. Incluso se puso en la piel de periodista haciendo de redactor de economía en dos publicaciones: 50x7 y Voces Económicas.
A pesar de que al mundo de la industria se ha acercado básicamente desde el funcionariado, también lo mamó en casa desde pequeño. Su padre trabajó como operario en Philips, una empresa que se dedicaba a la fabricación de tubos para televisores, y sufrió el cierre de la factoría, con manifestaciones incluidas. El propio Blanco también trabajó durante una etapa corta en la planta justo antes de incorporarse como técnico en la Generalitat.
“Es diligente, honesto, solvente, buena persona, trabajador y siempre está al otro lado del teléfono, pero no es especialmente brillante”, coinciden varias fuentes que han trabajado con él en los últimos años. Tampoco tira la toalla fácilmente. En las negociaciones para que se fabricara un vehículo híbrido en las plantas catalanas de Nissan, y evitar así el cierre, movió todos los hilos institucionales y diplomáticos que tenía a su alcance hasta el punto de hacerle llegar un mensaje al emperador nipón. El esfuerzo, sin embargo, sirvió de poco.
Coleccionista de corbatas estampadas
A pesar de que algunas fuentes aseguran que tiene un punto sindicalista, otras dejan claro que por encima de todo es político. Es muy de partido, disciplinado y le cuesta pensar fuera de los carriles marcados. “¿Si es muy de izquierdas? Es todo lo de izquierdas que son los socialdemócratas. Eso sí, responde al 100% aquello que defiende el PSC”, concretan. Durante su carrera ha tenido como aliados, entre otros, al ex president José Montilla o al recientemente estrenado ministro de Política Territorial, Miquel Iceta. En el ámbito industrial se siente especialmente cómodo haciendo “planes Renove y pactando con los sindicatos”, en cambio se encuentra fuera de su zona de confort en la estrategia en investigación y desarrollo (I+D). “No es su punto fuerte”, coinciden los que lo conocen.
En su vertiente más personal, colecciona corbatas estampadas. En una entrevista publicada en el diario digital Nueva Tribuna en agosto del 2019 aseguraba que tenía una cincuentena. “La de guitarras es una de mis preferidas, porque soy fan de Bruce Springsteen y de Loquillo. Son mi inspiración, en la vida hace falta actitud rock and roll”, decía.
En ese momento aseguraba que evitar el cierre de las plantas de aluminio de Alcoa en Avilés y la Coruña (que acabó comprando Parter Capital Group) fue el mayor reto al que se había enfrentado en los últimos 20 años. Pero hace casi dos años era impensable saber que un virus cambiaría la economía mundial y convertía su deseo de contribuir a mejorar la industria catalana y española en una obligación.