SUPLEMENTO 'EMPRENEM'

El impostor que soñó con comprar la Torre Agbar

La peripecia jamás contada de Jordi Badia, el emprendedor que encadenó engaños en cuatro países

Albert Martín
12 min
L’impostor  que va somiar  comprar  la Torre Agbar

Si teclean en Google "Emin compra la Torre Agbar", obtendrán rápidamente más de 10.000 resultados, con enlaces a la práctica totalidad de los principales medios de comunicación de España. Si repiten la operación y escriben "Emin compra del edificio del Deutsche Bank", aparecen casi 28.000 entradas diferentes, de nuevo con una avalancha de medios haciéndose eco de la noticia.

Era el 2013 y Emin Capital, un fondo andorrano desconocido, desencadenó un verdadero terremoto en el sector inmobiliario, poco habituado a los nuevos jugadores. Este diario trató de explicar quién había detrás de Emin y en el suplemento Emprenem del 8 de junio de 2014 hacía un retrato de su impulsor, Jordi Badia: "De su consejero delegado se sabe poco [...]. Andorrano y muy joven -34 años-, se sabe que trabajó en la oficina londinense de Credit Suisse, en las delegaciones en París y Londres de JP Morgan y en un fondo de inversión en Suiza. Aunque hasta ahora había centrado las inversiones en América Latina, el mercado europeo y español lo conoce de su etapa en la banca de la City londinense [...]. De los 400 millones que reunió este cuarto fondo, algo más de la mitad ya están comprometidos".

En aquella época no se hablaba de fake news: el concepto aún no había explotado. Pero exactamente eso, fake news, es lo que publicó este diario, como lo hicieron todos los medios que informaron sobre Emin Capital. Emin no compró la Torre Agbar. Tampoco el edificio del Deutsche Bank. Su fundador no era quien decía ser. Este reportaje bien puede leerse como lo que es: la fe de erratas más larga que el ARA haya publicado nunca.

No es sencillo recorrer los pasos de Badia por cinco países y dos continentes hasta llegar a sus sonadas no-compras de edificios en Barcelona. Cuesta imaginar dónde se perdió exactamente el chico que era admirado por los compañeros de escuela por su "nobleza". Lo cierto es que la quincena de testigos que el ARA ha entrevistado, y que piden el anonimato, entran a menudo en un terreno peligroso para quien quiere hacer un relato periodístico: el del mito. Porque, en efecto, el periplo de quien en algunos documentos consta como Jorge Ignacio Badia Llorens desprende un cierto aroma legendario.

Viendo su trayectoria, no es extraño.

Pero los hechos están ahí. Un viejo conocido de Badia niega con la cabeza, serio, cuando repasa lo que este diario escribió en su día del exitoso inversor: "Él no tiene estudios, no. No ha hecho nada. Hace unas faltas de ortografía... Eso sí, habla muy buen inglés, porque a los 16 años fue a Londres a aprender". En algún momento entre ese viaje iniciático en el Reino Unido y el siguiente punto en el enigmático mapa vital de Badia, que nos lo muestra en París, las cosas le fueron bien, porque en la capital de Francia llevaba una vida que los que la conocieron califican de "lujosa", en un ático y con un importante nivel de vida.

Este salto se explica, según las fuentes consultadas, por la identidad de quien sería su esposa, la peruana Rosa Venero. Venero es la hija de Alberto Venero, considerado por la prensa del país testaferro del controvertido Vladimiro Montesinos, asesor del ex presidente del Perú Alberto Fujimori. Fue acusado en su día de delitos como cohecho, encubrimiento, enriquecimiento ilícito, corrupción de funcionarios, apropiación indebida y tenencia ilegal de armas, y se le implicaba en una compra ilegal de aviones y en el vaciado de la Caja Militar Policial. Fue condenado y estuvo en prisión. Medios del país estiman que el entorno de Fujimori se llevó unos 6.000 millones de dólares del país, de los cuales sólo 200 han sido localizados. Hace dos años Suiza anunció que devolvería al Perú 15 millones de dólares de una cuenta opaca de Alberto Venero. Y en su día Venero tuvo que explicar en sede judicial los detalles de una cuenta corriente con 800.000 dólares ubicada en el extranjero a nombre de su hija Rosa. La cuenta, lo han adivinado, estaba domiciliada en París, donde una joven pareja, peruana ella, andorrano él, hacía planes de futuro. Y eso incluía una boda.

En Andorra todo el mundo parece conocer a alguien que dice que estuvo presente en la boda, celebrada en el país andino en 2006. Este diario ha podido comprobar cómo se suceden, con diferente grado de detalle, historias sobre el personal de seguridad del evento y de las armas automáticas que lucían. Algunos incluso recuerdan cierta frase que Alberto Venero dedicó a su yerno andorrano durante la fiesta posterior al enlace: "Ahora de mi hija te ocupas tú".

Quizás llegados a este punto es bueno deshacer cierto implícito. No, Badia no era rico. Formaba parte de una familia acomodada, en la que el padre era director de oficina en MoraBanc, y con una segunda residencia en la Costa Brava. Pero el joven Jordi no disponía de un enorme patrimonio. Entonces, con 26 años, tenía otras cartas: era políglota, estaba dotado de un don de gentes fuera de lo común y tenía un atrevimiento impropio para su edad.

El relato de los que le han seguido la pista indica que en los inicios de su vida profesional Badia trabajó en SPM International, una empresa francesa de barandillas y protecciones de paredes para el sector hospitalario. Un sector quizás poco glamuroso pero que le permitió irse a Barcelona en 2005 como representante de la empresa. En 2007 ya era el director comercial y estaba a punto de comenzar una carrera frenética.

Uno de los escasos rastros documentales que ha dejado Badia en su fulgurante trayecto vital es de esta época. Se trata del despido disciplinario que se le notificó dos años después, en abril de 2009. Según la carta, a la que ha tenido acceso el ARA, la dirección había tenido conocimiento de que Badia había "utilizado los recursos de la empresa en beneficio propio" y se había "apropiado de dinero que supuestamente era para el pago de facturas a varios profesionales" que trabajaban para la empresa, además de "utilizar los servicios de varios profesionales para hacer reformas en su casa, cargando el gasto a la empresa". El documento enumera prácticas fraudulentas por cantidades que en total superaban los 50.000 euros. El caso fue a los tribunales y este mes de junio salió la sentencia: Badia era condenado a 11 meses de prisión y al pago de diferentes multas. La sentencia veía probados los delitos de apropiación indebida y falsedad documental. Y, a la espera del recurso, Badia era condenado a devolver a SPM casi 68.000 euros. Eulalia Puig, abogada de Molins Defensa Penal, que representó a la empresa francesa, se muestra satisfecha: "Han dado todo lo que reclamábamos; la sentencia no ha sido más dura porque Badia ingresó 60.000 euros el día antes del juicio y porque han pasado muchos años desde los hechos".

El abogado de Badia, Manuel González Peeters, afirma que su cliente dispuso de ese dinero con el consentimiento del responsable de la empresa, ya difunto. Asegura que no hubo apropiación indebida y recuerda que SPM pedía una indemnización económica el doble de alta que la que se ha concedido.

En paralelo a su tormentosa etapa en SPM, Badia decidió emprender en un sector completamente diferente. Esta nueva pieza del rompecabezas lo presenta montando Agroindustrias Ibérica, un negocio de importación de frutas, verduras y hortalizas del Perú a España. Implicó a tres socios en el negocio y, a pesar de su nula experiencia, consiguió, después de alquilar una oficina en Mercabarna, tener sus primeros clientes e iniciar operaciones. Sus socios recuerdan que rápidamente vieron que algo no funcionaba. Badia se resistía a enseñarles los extractos de las cuentas. Continuamente justificaba la falta de beneficios por la llegada de contenedores con producto en mal estado desde el Perú. Y un día supieron que Badia no había estudiado en Esade, como decía, y que tampoco tenía la experiencia profesional de que presumía en Londres. Cuando los socios quisieron dejar la empresa, hubo reproches y palabras duras, pero no recuperaron ni un euro. Nunca reclamaron, porque comprobaron, escandalizados pero también aliviados, que a pesar de la inversión hecha (alrededor de 25.000 euros en uno de los casos) sus nombres no constaban en ninguna parte en los documentos de la empresa.

Aquello no acabó con el proyecto de importación de fruta y verdura: meses después, un ciudadano andorrano que quería invertir unos ahorros habló con el director de su oficina bancaria. Según explica al Emprenem el desafortunado inversor, el empleado bancario le hizo saber que su hijo tenía una empresa y buscaba socios. Tras varias reuniones, la propuesta le sedujo: "Me presentaron un powerpoint... Hoy en día todo el mundo sabe hacer powerpoints", lamenta ahora el afectado. Invirtió 90.000 euros y al cabo de pocas semanas Jordi Badia no le cogía el teléfono ni respondía a su creciente preocupación.

En Andorra el mundo de los negocios es a menudo peculiar y este caso lo prueba: para compensar a este inversor, Badia le hizo llegar las llaves de su Porsche Cayenne, que el afectado vendió por 25.000 euros. "Me quedan 65.000 colgados, me duele recordarlo". ¿Por qué no llevarle a los tribunales? "Me hubieran dicho que soy tonto. Y el abogado me dijo que no tenía nada que hacer -explica-. Además, enseguida te cobran 3.000 o 4.000 euros. Hacer una denuncia de Andorra a España es complicado y carísimo".

Fue en ese momento, y en medio de una cierta conmoción en la cerrada sociedad andorrana, cuando Badia desapareció del mapa. No fue hasta un tiempo después que llegaron noticias de él al Principado. Había reaparecido en Perú, el país de su mujer, para montar Legalis - Asesores Legales, un servicio de atención legal por teléfono. En el acto de presentación, en mayo de 2011, ante los medios de comunicación dijo una frase premonitoria: "Con Legalis tendrán a su disposición un staff de abogados con el apoyo de una institución reconocida, y no abogados informales o referenciados por un desconocido que puede ocasionarles una estafa".

El negocio, sin embargo, no tuvo éxito, y los buscadores de internet acreditan que allí también desplegó su habilidad para ganarse la confianza de terceros que no salieron bien parados con la experiencia. "Los señores Jordi Badia Llorens y Jorge Luis Solari, representantes de esta empresa, deberían preocuparse de pagar a sus ex trabajadores; es una pena que siendo una asesoría legal no respete las leyes peruanas. En este país no se debería jugar a ser empresario. Feliz Navidad!", protestaba el antiguo community manager de Legalis.

El ARA ha podido contactar con la agencia de comunicación que gestionó el lanzamiento de Legalis, que da algunas pistas de la fecunda imaginación de Badia: "Hablaba mucho, había alquilado una oficina muy bonita en una zona exclusiva, decía que formaba parte de la jet set internacional y mostraba mucha solvencia económica", explica. En el caso de esta empresaria, el impago que le dejó Badia subió a 3.000 dólares.

Menos suerte tuvo la agencia de medios que Legalis había contratado para emitir anuncios en televisión y prensa. "Se presentaba como empresario español, era muy elocuente", rememora una directiva de la compañía, llamada entonces Central Media. "Decía que tenía una millonada y que su padre era el propietario de Legalis en España -explica-. Le hicimos un presupuesto de unos 100.000 dólares y nos respondió que por qué tan poco, cosa extrañísima. Le acabamos haciendo un plan de 300.000 dólares".

Cuando Legalis hizo aguas, a las pocas semanas, Central Media tuvo que hacer frente a pagos por 185.000 dólares que correspondían a Legalis. "Fuimos a juicio, pero sólo por el aspecto fiscal, porque la ley peruana no contempla la vía penal para cuestiones de deudas impagadas", explica esta directiva del sector. Durante ese proceso judicial, "que fue largo", los responsables de la empresa se enteraron de que Badia ya no estaba en Perú. Había vuelto a esfumarse.

En aquella convulsa etapa peruana Badia había empezado a presentarse como representante de Emin Capital. Se acercaba su gran momento.

16 de noviembre de 2013: Expansión y La Vanguardia sacan la exclusiva. Emin Capital compraba la Torre Agbar para hacer un hotel de lujo para Hyatt. Aquello inició la avalancha y la práctica totalidad de medios españoles, y muchos extranjeros, se hicieron eco de la noticia. En los artículos nunca faltaba un nombre: Jordi Badia.

Siete meses después llegaba una segunda bomba: la compra del edificio del Deutsche Bank por parte de Emin Capital para hacer un hotel. El precio, 90 millones. Badia era oficialmente una estrella que presumía de pasado en los principales bancos de inversión del mundo y que decía gestionar un fondo de 400 millones de euros: el fondo, nada menos, de la Torre Agbar y del edificio del Deutsche Bank.

En Andorra aquellos anuncios causaron impacto. Mientras algunos buscaban desesperadamente el móvil de Badia, ya ungido como nueva estrella empresarial, otros observaban con suspicacia. Hubo particulares que incluso llamaron a los bancos que tenían que financiar la presunta operación (CaixaBank y el Banco Sabadell) avisando de que Badia era un impostor. "En Andorra no podía hacer nada porque todo el mundo sabe quién es, pero en Barcelona no lo conocían", dicen estas voces.

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En la capital catalana, sin embargo, nadie les escuchó. Y eso que sólo unas semanas después del anuncio de la compra del edificio del Deutsche Bank por parte de Emin, KKH anunciaba, ahora de verdad, la adquisición. Lo hacía por los mismos 90 millones que había anunciado Emin. Y tres años y medio después del primer anuncio del presunto fondo andorrano se cerraba, esta vez sí, la venta de la Torre Agbar. El adjudicatario era Merlin Properties, que pagaba 142 millones, ocho menos que lo anunciado por Emin.

En el sector inmobiliario empezaban a olerse algo. "Cuando estaban en el máximo apogeo y todo el mundo hablaba de ellos conocí a Badia. Y ese mismo día, en el AVE, le dije a un colega: «Este tío es una estafa como una casa, es un charlatán»", explica al Emprenem un destacado directivo inmobiliario de la ciudad. El consejero delegado de una empresa del Íbex-35 también tuvo conocimiento de las peripecias de Badia: "Dejó plantada dos o tres veces a Agbar en el notario el día de la firma, siempre ponían de excusa que estaban terminando los trámites". Emin, por cierto, fue lo suficientemente hábil para culpar al gobierno de Colau y la moratoria hotelera de los retrasos, pero este mismo directivo niega este punto y señala que el motivo era mucho más básico: Emin, asegura esta fuente, no tenía dinero. "Badia es un Pequeño Nicolás del mundo inmobiliario: siempre está en todas las operaciones pero no hace nada porque no puede".

En Andorra corre todavía la versión de que Emin sí hizo un buen negocio con las dos operaciones: algunos sostienen que hizo de intermediaria en ambos casos, vendiendo a un precio más alto de lo que había comprado. Pero esto, según ha confirmado el ARA con KKH y Merlin Properties, tampoco es cierto: "Nunca llegaron a comprar nada, como mucho hicieron alguna oferta no vinculante: fue una tomadura de pelo bíblica", explica un ejecutivo conocedor de las negociaciones con Agbar (la empresa de aguas ha preferido no hablar con el ARA de aquel episodio). En el mundo de los gestores de grandes fortunas también tomaron nota de sus chanchullos: "Es un pieza. En el sector se habla de él, ahora ya todo el mundo sabe que es mentira que levantara 400 millones de euros".

Lo cierto es que un recorrido por la página web de Emin Capital (hoy fuera de servicio) ya indicaba que algo fallaba. En inglés y con una innegable apariencia de sofisticación, estaba llena de groseras faltas de ortografía. Además, resultaba imposible saber quién estaba detrás o quiénes eran los responsables: en ninguna parte figuraba un nombre. La pestaña About us estaba vacía. Aquel olvido era posiblemente lo más cierto de todo lo que exponía la página web en el más artificioso lenguaje corporativo.

El registro mercantil también daba algunas pistas: la empresa se constituyó en julio de 2014 y, por tanto, anunció las compras de la Torre Agbar y del edificio del Deutsche Bank sin siquiera existir oficialmente. Desde su nacimiento hasta finales de 2015, Emin Capital perdió 300.000 euros. En 2016 se dejaba 70.000. En 2017, más de 430.000. Son los últimos resultados disponibles en el registro.

El laberinto Badia -sazonado con otras historias de impagos de pequeñas cantidades, de agravios por donde ha pasado, por la existencia de dos inmobiliarias más a su nombre como son Lenor Innova o Brimer, o el embargo del Ayuntamiento de Barcelona publicado este mes de agosto en el BOE- deja múltiples cuestiones abiertas. ¿De qué vive? ¿Cómo cubrió las pérdidas de Emin? ¿Los anuncios de la compra de la Torre Agbar y del edificio del Deutsche Bank fueron una manera de ganar notoriedad? Cuando capta un inversor, ¿en qué invierte? ¿La reciente sentencia a prisión ha cambiado su visión del mundo empresarial? Y, finalmente, ¿no le sorprende que esta historia no haya trascendido hasta ahora?

Al otro lado del teléfono, Jordi Badia escucha nervioso este relato. Responde a algunas de las preguntas del ARA, pero no despeja las principales dudas. Asegura que no tiene que dar "explicaciones de nada a nadie". Tampoco admite que mintiera sobre su pasado profesional: "A mi edad y posición es ridículo desmentir dónde he trabajado y dónde no". Durante la conversación afirma ser "honrado" y niega haber perjudicado a nadie: "Intento ser el mejor padre del mundo y hago un gran esfuerzo personal para no echar a nadie del despacho".

La memoria le falla a la hora de recordar la sentencia a 11 meses de prisión de este mismo verano, aunque sí admite que tiene una multa por pagar y dice que ha recurrido la decisión judicial. Tampoco recuerda que diera un coche a un ciudadano andorrano para compensarle: "Ahí me pillas... No es verdad, pero sí tenía un Cayenne y lo vendí".

En Agroindustrias, dice, él no llevaba la parte operativa, apunte que niegan sus socios. Afirma que su mujer lleva todavía la empresa, que gana dinero. SPM, añade, le debe todavía unos bonus impagados del despido "improcedente" que le aplicaron, y que él también les demandó. Y, con respecto al Perú, afirma que tenía dos socios más que eran los verdaderos responsables del negocio. Contrariamente a esta versión, los directivos de las empresas con los que trató le señalan a él como máximo responsable. En diferentes momentos de la conversación insiste: "Cuando haces un negocio y va mal, pierdes el dinero, y no pasa nada, no vas llorando por ahí".

El ARA le señala que muchos de los afectados contactados por el diario dicen de él que es un estafador. Badia les responde, convencido: "Hacemos un trabajo lícito y las cuentas las rendimos a quien tenemos que hacerlo, y se sienten muy cómodos".

Las múltiples preguntas formuladas sobre Emin no desvanecen las dudas, porque no explica el origen de las pérdidas ni qué compras ha completado el fondo en los últimos años. Eso sí, niega que viva del patrimonio de su familia política, como diferentes fuentes apuntan, y asegura que vive de su trabajo.

-¿Emin opera realmente?

-Te dejaré con la duda, si no te importa.

-¿Cuánta gente trabaja en la empresa?

-La suficiente.

El reportero le insiste en que el Registro Mercantil ofrece dudas sobre la salud de Emin. Y la respuesta es contundente:

-Emin está como un toro.

-¿Tienen preparadas nuevas compras?

-Sí.

-¿Nos puede dar algún detalle?

Las risas de Badia resuenan al otro lado del teléfono antes de que la conversación llegue a su fin.

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