Trump amenaza a la UE con aranceles del 200% en el vino, el champán y otras bebidas alcohólicas

El presidente de Estados Unidos califica a la Unión Europea de una de las autoridades arancelarias "más hostiles y abusivas del mundo"

Tienda neoyorquina de vinos y bebidas alcohólicas
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WashingtonEl presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha amenazado a la Unión Europea con imponer aranceles del 200% a "todos los vinos, champagnes y bebidas alcohólicas". Lo ha hecho a través de la red Truth Social, donde también ha afirmado que la UE "es una de las autoridades arancelarias más hostiles y abusivas del mundo" y que hará efectiva esta amenaza si Europa no retira el arancel en el bourbon anunciado este miércoles.

Trump ha insistido en que la Unión Europea se creó con el único propósito de "sacar provecho" de Estados Unidos y ha dejado claro que el nuevo arancel se impondría a las bebidas alcohólicas provenientes de Francia y otros países de la UE: "Esto sería genial para los negocios de vino y champagne".

Trump amenaza a la UE a través de 'Truth Social'.

Trump quiere vengarse del arancel del 50% en el whisky de bourbon, una de las contramedidas planteadas por la Unión Europea frente al anuncio del presidente republicano de poner tasas del 25% en el acero y el aluminio europeos. Bruselas ha hecho pública este miércoles su intención de aplicar tasas a productos icónicos estadounidenses: además del bourbon, a los productos de la marca Levi's o Harley Davidson. El blog comunitario daba así la primera respuesta a la guerra comercial de Donald Trump en una contramedida de un valor total de 26.000 millones de euros.

El presidente estadounidense no para de desestabilizar la economía mundial con sus amenazas arancelarias. El caos ya no es solo general por las continuas amenazas o por la aplicación de tarifas comerciales agresivas contra China y determinados países, sino porque Trump no para de hacer y deshacer. Sus dos vecinos, México y Canadá, vieron cómo el 4 de marzo los aranceles del 25% entraban en vigor para dos días después constatar que Trump los volvía a aplazar.

El caso de Ottawa aún era más esperpéntico, ya que Trump había asegurado públicamente que Canadá no estaba haciendo lo suficiente para controlar la entrada de fentanilo en Estados Unidos y, por tanto, no aplazaría los aranceles. Al día siguiente, sin previo aviso, el memorando que firmaba para alargar la pausa en México también incluía Canadá.

La confusión se ha continuado perpetuando en la guerra comercial que Trump se ha empeñado en librar. Este mismo martes, Trump amenazaba con doblar los aranceles en el acero y el aluminio canadiense (lo que supondría un 50%). Horas después, la Casa Blanca retrocedía y decía que no serían del 50%, mientras que Trump afirmaba en una mesa redonda con directores ejecutivos que los aranceles serían superiores al 25%. Pero tampoco especificaba si hablaba del acero y el aluminio canadiense. La cuestión no se resolvió hasta que entraron en vigor las tarifas comerciales del 25%.

Más allá de la amenaza de los aranceles del 200% contra las bebidas alcohólicas importadas de la UE, la principal preocupación para los socios europeos son los anunciados aranceles del 25% que deben entrar en vigor a partir del 2 de abril. Europa está trabajando para intentar que Trump cambie de idea, aunque de momento no parece salir adelante. La realidad es que el presidente ve las políticas arancelarias como una forma de ejercer la fuerza dentro de las relaciones geopolíticas. Trump no sólo busca bajar los impuestos comerciales que aplica la UE a los productos estadounidenses sino también reindustrializar a Estados Unidos.

Mientras que Europa lleva años apostando por la descarbonización (que implica cerrar algunas de las grandes fábricas del continente), Trump ha dicho que quiere volver a hacer negocio con el carbón y el petróleo. En un contexto de fuertes presiones arancelarias sobre los fabricantes europeos, que además deben lidiar con la transición energética, el mensaje de Trump de recarbonizar EEUU y ofrecer ventajas por fabricar dentro del país puede resultar atractivo. O al menos es la lógica con la que el presidente estadounidense está ejecutando la guerra comercial contra Europa.

Afectación en Cataluña

Previsiblemente, los aranceles tendrán un impacto negativo, pero limitado, sobre el sector vitivinícola catalán. En 2023, la industria del vino representaba un 1,2% del producto interior bruto (PIB, el indicador que mide la actividad económica) de Catalunya, con más de 1.300 empresas y un empleo de más de 10.000 personas, según datos de Acció, la agencia de promoción exterior de la Generalitat.

El grosor de los vinos y cavas catalanes se consumen en España: por ejemplo, en el caso de las empresas de la Denominación de Origen Cava (una de las más exportadoras), los ingresos provenientes del extranjero representan aproximadamente una quinta parte de la facturación. En cuanto a Estados Unidos, es el segundo mercado donde más venden las bodegas catalanas y una de las que han liderado el crecimiento exportador, pero no tiene un peso lo suficientemente grande como para que los aranceles amenacen la viabilidad de la gran mayoría de compañías vitivinícolas que tienen actividad.

En este sentido, esta semana los responsables de la marca colectiva de vinos espumosos Corpinnat (que vende fuera del Estado un 17% de su producción) apuntaron que esperaban un incremento de las tarifas en EEUU, pero que no preveían que representara un descalabro para las empresas asociadas porque, a pesar de ser.

Además, algunas empresas más grandes, como Freixenet, ya tienen bodegas propias en Estados Unidos y producen vinos que, al estar elaboradas en territorio norteamericano, no están afectadas por los aranceles.

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