Zona Fira: el barrio barcelonés que se multiplicará por treinta

El vecindario con más tasa de paro espera que los nuevos 30.000 habitantes aporten "alegría y actividad económica"

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Los nuevos edificios que se están levantando a Zona Fira dispararán el número de habitantes del antiguo barrio de la Marina del Prado Rojo.

Cuando parecía que Barcelona ya no tenía hacia dónde crecer, ha encontrado un agujero en su puerta trasera, el entorno a la Zona Franca. Unos 30.000 vecinos nuevos llegarán en los años próximos al nuevo barrio de la Zona Fira que se está construyendo. Hay dos grandes terrenos donde las grúas, las maquetas y algún bloque ya acabado dejan entrever el nuevo barrio de pisos con piscina de entre 200.000 y 400.000 euros, la mayoría de la constructora AQ Acentor. Entre estos dos terrenos resiste un pequeño vecindario de bloques rojos y 1.100 habitantes conocido como Eduard Aunós. 

Una farmacia, una pequeña tienda de víveres donde no aceptan tarjeta, seis bares y un puñado de bloques de viviendas rodean el centro del barrio de la Marina del Prat Vermell, que recibe este nombre por el color que derramaba con el tinte de ropa de las fábricas. Con 845 habitantes de población activa registrados, el pasado mes de octubre el barrio era el que tenía una tasa de paro más alta (12,5%) y el segundo con menos población de Barcelona. Con 12.700 euros de renta familiar es el noveno más pobre de entre los 73 que hay en la ciudad.

Francesca se ha instalado a solas en uno de los nuevos pisos de protección oficial que ya funcionan a pocos metros de los bloques rojos, donde no tiene todavía relaciones, y dice que “todavía falta de todo, desde vecinos hasta comercios, una carnicería, un parque...”. Y David Llorente, de 55 años, reconoce que los cambios son “una mezcla de aventura y miedo por cómo y cuándo irá tomando forma el barrio”. El reto es también vivir en la vivienda cooperativa en La Chalmeta, de 32 bloques, donde los cooperativistas tendrán derecho a vivir durante 75 años prorrogables por una concesión de uso. Han pagado una entrada de entre 25.000 y 45.000 euros aproximadamente y añadirán una cuota de entre 300 y 500 euros durante los próximos 20 años.

De nuevo a Eduard Aunós, Paqui, de 45 años, no muestra mucho entusiasmo con el nuevo barrio, pero espera que “al menos pongan algún cajero automático” o “algún comercio más”. El más optimista de todos es Manel Coronado, funcionario de 55 años y vicepresidente de la asociación de vecinos de Eduard Aunós: “A mí me hace mucha ilusión, se nos llenará el barrio de vida, de alegría y de equipaciones. Esperamos que también de trabajo y vivienda para los más jóvenes, puesto que muchos acaban yéndose”.

Vista general del barrio de la Marina de Port con el cementerio de Montjuïc al fondo.

Una silla de mimbre y otra de oficina junto a algunos de los portales de los bloques ornamentan el barrio como solo pasa en los pueblos y barrios con personalidad donde la gente se conoce bien. En estos edificios justo en medio de los dos nuevos complejos de bloques, el pasado mes de junio una operación policial detuvo a 35 sospechosos y confiscó dos fusiles AK-47, dos kilos de cocaína y 700.000 euros en metálico. “Esto pasa en todas partes, no hay que estigmatizar el barrio”, dice Coronado rebajando la gravedad del hecho. 

Un barrio cohesionado

A los comerciantes les gusta ver la Marina del Prat Vermell, llena de naves y poco poblada, y la Marina de Port, más viva, con 20.000 habitantes, como la Marina a secas, un barrio cohesionado. Mei Márquez, presidenta de la asociación de comerciantes y propietaria de una tienda de marcos, cree que los nuevos vecinos ayudarán a consolidar esta idea. Pero no cree que lleguen muchos clientes nuevos de un nuevo vecindario que le queda a diez minutos a pie. “También nos pensábamos que vendrían con el nuevo distrito económico pero, excepto a los restaurantes, a pocos nos han llegado clientes”, añade en relación al distrito administrativo de la Generalitat, que aloja varias consellerias, recientemente instalado cerca. Maryló Pérez, que tiene una de las pocas tiendas de ropa de todo el barrio fuera del centro comercial Gran Via 2, está de acuerdo. “Los centros comerciales se han llevado a la clientela de las tiendas de ropa”, dice resignada. 

Abdó Florenci, de la coordinadora de asociaciones de vecinos y comerciantes, nos acompaña y nos explica la historia y fisionomía del barrio, que ha cambiado bastante recientemente gracias a los grandes edificios de vidrio reflectante de las consellerias y a cuatro grandes hoteles alrededor de la Fira y el gran skatepark justo delante, con bastante movimiento de monopatines. Abdó cree en el potencial del barrio y espera que sirva para mejorar los transportes y algunas equipaciones. “No hay una sola piscina municipal en el barrio”, lamenta.

Él, que ahora vive en la Marina de Port y está jubilado después de años regentando una lavandería, se crió en las pequeñas casas baratas, construidas en 1929, justo donde hoy está Eduard Aunós, coincidiendo con la Fira Universal y donde los padres pagaban 50 pesetas al mes de alquiler durante los últimos años. Pasando por delante de la Fira actual, fronteriza con Hospitalet, una treintena de taxis hacen cola ante un congreso justamente de empresas de piscinas privadas. “La Fira no aporta mucho al barrio”. Todo el mundo espera que con el nuevo valle Zona Fira la cosa sea diferente, pero Eli Rolando, vecino del barrio y exportavoz de los comerciantes, lo resume con unas palabras contundentes: “A ver si con los 30.000 vecinos nuevos dejamos de ser el culo de Barcelona”.

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