Inicio de curso con el reto de la mejora del rendimiento
Empieza el nuevo curso escolar y el reto sigue siendo la mejora del rendimiento académico. Tras el desastre de las últimas pruebas de competencia y, sobre todo, de las pruebas PISA de 2023, el objetivo del Gobierno es dar pasos para reforzar el sistema educativo de forma que los resultados acaben mejorando. Éste es sin duda un proyecto de país en el que todo el mundo está de acuerdo, aunque no existe el mismo consenso respecto a cómo conseguirlo. De hecho, los centros educativos no lo tienen fácil.
Este curso, entre infantil, primaria, ESO, bachillerato y formación profesional hay 1.326.352 alumnos escolarizados, 8.493 menos que los matriculados el curso pasado, lo que facilitará bajar el ratio en los primeros cursos, aunque en la ESO las aulas seguirán llenas. Sin embargo, lo más significativo es que en lo que se refiere a la educación obligatoria –desde I3 hasta 4º de ESO–, un tercio son alumnos que necesitan algún tipo de apoyo educativo, la gran mayoría porque son socioeconómicamente vulnerables o porque tienen problemas de inclusión o comprensión de la lengua. Aquí está de todo, desde alumnos recién llegados hijos de la emigración –parte de los cuales además se van incorporando a las aulas a lo largo del curso– hasta estudiantes de familias con problemas económicos que tienen mayores dificultades para tener un contexto de apoyo familiar o para acceder a las clases de refuerzo.
Si a este contexto complejo en las aulas sumamos que cada curso un tercio de los docentes cambian de centro, lo que dificulta mucho la creación de equipos de trabajo estables e impide establecer vínculos con el alumnado, sobre todo lo más vulnerable, la situación se complica aún más. Gestionar centros con alta complejidad de alumnos con claustros inestables es toda una proeza que hace que los retos de mejora académica resulten casi inalcanzables. Dicho esto, es necesario conseguirlo como sea. Por eso, como explicamos hoy, el departamento de Educación ha puesto en marcha nuevos planes y acciones de mejora que se suman a los ya existentes. Buena parte se centran en la mejora en matemáticas –con refuerzo de profesorado y de horas lectivas–, y también en comprensión lectora e inglés, las tres materias más críticas en las que se necesitan planes de choque.
La buena noticia es que este curso se han incorporado 1.671 dotaciones de docentes más que al inicio del curso pasado y 352 profesionales de atención educativa. Y, además, existe el compromiso de que este año a partir de octubre los nombramientos de profesores para cubrir bajas y sustituciones se harán cada día de la semana, lo que sin duda agilizará el proceso. La precariedad debería desaparecer de las escuelas y debería hacerse un esfuerzo para reforzar los equipos con medios y personal para que puedan centrarse en el objetivo principal, que es la mejora del rendimiento. Para ello seguramente también es necesario realizar reformas para aliviar la gran burocracia que deben asumir los centros –que impide que los equipos directivos y los docentes se puedan concentrar en la atención al alumnado– y ofrecer más herramientas a los profesores para que incorporen las mejoras que aseguren un mejor nivel de enseñanza.