Si has hecho o heredado una colección de sellos, no te engañes: algunos pueden valer muchos cuartos, pero "son los que casi nadie tiene", resalta Francisco Vicente. A menos que de España se disponga de sellos como los de Legazpi y Sorolla, la visita de Franco a Canarias, del centenario del sello o cualquier rareza, en la mayoría de los casos, según el también paradista de la plaza Reial Josep Rodríguez, que ayuda su padre Jesús, "muchas veces crees que tienes un valor económico y en realidad no lo es, el valor es más sentimental", ante el que recomienda: "Guárdate los sellos y consérvalos como patrimonio familiar". Hay algo seguro que nadie les quita a los filatelistas: "Lo que ha disfrutado haciendo la colección, eso lo paga todo", recalca Serrat, con el añadido de que, a diferencia de otros hobbies, en la filatelia al menos hay un mercado en el que vender.
"Hace 40 años ganaba mucho más que ahora": ¿qué se ha hecho del coleccionismo de sellos?
La falta de relieve hace que la filatelia resulte más asequible que nunca
BarcelonaDécadas atrás era fácil quedar fascinado por los sellos. Estos pequeños trozos de papel dentado llegaban enganchados a la correspondencia y los niños empezaban a coleccionarlos para entretenerse. Abrían la puerta a descubrir animales y plantas, grandes inventos y personajes de la humanidad, destacadas efemérides o lugares cautivadores incluso de países remotos.
Ahora, salvo algún coleccionista muy motivado para transmitir la afición a la prole, cuesta que haya relieve en la filatelia. Como ocurre con otros objetos que han dejado de ser cotidianos, los más pequeños y jóvenes quizás ya no han visto nunca un sello, porque ha caído el envío de cartas y pocas se franquean con ellos. Además, la filatelia implica armarse de paciencia y concentración, dos cualidades que parecen reñidas con el frenesí de los tiempos modernos.
El declive de la filatelia en España no se explica sólo por el dominio alcanzado por el móvil y el correo electrónico para comunicarnos, la reducción a la mínima expresión del número de sellos que Correos lanza de cada emisión y la multiplicación de las opciones de ocio digital que deslumbran a los jóvenes. También ha tenido que ver la estafa piramidal que protagonizaron Afinsa y Fórum Filatélico. Estalló hace casi dos décadas, llegó a afectar a más de 400.000 inversores en sellos y dejó un agujero multimillonario. Mucha gente trató de vender sus sellos, se derrumbaron sus precios y hoy día cultivan la filatelia coleccionistas de toda la vida de edad avanzada y algunos más jóvenes que se han enganchado por los padres o los abuelos. .
El primer sello del mundo fue el Penny Black que el Reino Unido emitió en 1840 con la efigie de la Reina Victoria. Dio pie a transformar los servicios postales del mundo: el coste de los envíos empezó a pagarse por adelantado en función del peso y del destino. En España la primera serie de sellos llegó en 1850 con la efigie de Isabel II. Con el tiempo, se introdujeron nuevos diseños más allá de las figuras de los jefes de estado o de los escudos, lo que abrió un gran abanico de posibilidades para los filatelistas. Hay desde quien colecciona los sellos de un país o de un período –incluso las marcas que se estampaban en las cartas de antes de la existencia de los sellos, la llamada prefilatelia– hasta quien se centra en una temática.
Una afición que va de baja
Existen las asociaciones filatélicas, exposiciones, ferias, comercios especializados, subastas y los mercados dominicales de toda la vida, como el de la plaza Real de Barcelona o el de la plaza de Catalunya de Girona. Incluso se emiten sellos que están a la última en tecnología, puesto que este año Correos ha sacado su primer criptosello en homenaje al personaje de cómic Mortadelo, formado por un sello físico y cinco gemelos digitales diferentes. Ahora bien, "la filatelia está muy tocada", admite Xavier Arce, que preside el Círculo Filatélico y Numismático de Barcelona, una entidad que este año cumple el centenario y que fue pionera en el Estado español. Arce considera que esta afición se encamina hacia dos vertientes: "la filatelia de altos vuelos", que busca piezas únicas que siempre valdrán mucho dinero, y el resto, de escaso valor económico, vaticina que está en vías de desaparición.
Los domingos en la plaza Reial se hace notar que lo que se lleva ahora es coleccionar monedas. Según el Ayuntamiento de Barcelona, hace 20 años las licencias de puestos de sellos y monedas estaban igualadas en medio centenar. Hoy son 26 de filatelia y 37 de numismática. Ahora bien, que se dediquen sólo a los sellos (sin contar álbumes y otro material filatélico) son sólo cinco, dice Francisco Vicente, de 59 años y que es el comerciante más joven, ya que los titulares de las otras cuatro paradas están entre los 80 y 90 años. Antes la plaza Reial era un hervidero, había quien intercambiaba o vendía sellos apoyado en las antiguas barandillas —así empezó él con 13 años— y confiesa: "Hace 40 años ganaba mucho más que ahora".
Entre la clientela del domingo que acudimos está Vicente Guerrero, que intenta vender un álbum con los sellos nuevos de España de entre el 2000 y el 2003, pero no lo logra. Entre los sellos emitidos hasta los años cincuenta del siglo XX hay muy preciados, pero entre los sesenta y los noventa hay millones, y los más recientes en euros tampoco son muy valorados. El también coleccionista Emilio Pujades le recomienda "que trate de venderlos por internet a un particular" o que franquee cartas con quienes tengan el facial en euros. Guerrero explica que "en su momento la filatelia era un gran negocio y un bonito hobby para aprender mucha historia, de todos los países..." y le fue bien, pero de jubilado no se ha hecho "rico" cómo se pensaba.
Salvo las piezas únicas o las nuevas emisiones españolas, que tienen un elevado precio facial –el criptosello vale 9,95 euros–, por lo general "la filatelia es más barata que nunca", asevera el presidente de la Federación Catalana de Sociedades Filatélicas (Fecafil ), Joan Isern. En el Club Filatélico Tordera, que también preside y que el próximo año hace 50 años, atesoran carteles de exposiciones catalanas donde se acredita que hubo tiempos mejores. En la exposición de 1985 tomaron parte 62 entidades, en la de 2008 fueron 42 y ahora forman parte de la Fecafil una veintena escasa, detalla Isern. A él el sello que más le interesa es el que no tiene y le gusta conocer cómo se ha hecho, con qué papel, el dentado, buscar descentrados... "Locos como yo hay pocos", recalca Isern, especializado en coleccionar sellos de Franco, Inglaterra, Francia y sobre el hockey patines.
No se puede dar por perdida
Desde la concurrida Barnafil de este otoño, una feria de sellos, monedas y otros coleccionismos que se celebra desde los años setenta, el presidente del Gremio de Filatelia y Numismática de Barcelona, Alejandro Serrat, afirma que resulta difícil saber cuántos filatelistas existen, porque muchas ventas se hacen por internet. Incluso las colecciones que compiten en exposiciones ahora también se cuelgan en la web de la muestra, como ha sido el caso de la reciente Exfilna 2024 que ha reunido en Valladolid a las mejores colecciones de España. Para Serrat, ahora la única certeza es que "cada vez hay menos sellos" y da la impresión de que "ya casi son antigüedades", pero quién sabe si un día alguno influencer los rescata del ostracismo y los pone de moda.
De hecho, Arce garantiza que el coleccionismo de sellos está mejor que hace una década, porque los filatelistas de hoy tienen mayor empuje. "Los pocos que salimos somos más conscientes de que este patrimonio no se puede perder", asegura, y considera que habría que potenciar la vertiente cultural de la filatelia, contagiando a la afición a las nuevas generaciones. "Si los abuelos sólo se preocupan de su ego, de «tengo una colección en casa y me gusta guardar los sellos», podría terminarse la filatelia perfectamente", advierte, pero en esta afición "cualquier abuelo es un gran maestro y está convencido de que se apuntalará su futuro si estos filatelistas se animan más a compartir sus conocimientos en actividades escolares o de los municipios.