¿A ti también te agota la pandemia?

La queja por el covid se puede haber instalado en nuestras vidas, pero los cambios que ha conllevado el virus también pueden ser una oportunidad para adaptarnos y crecer

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Diverses personas con mascarilla  paseante  por la calle en Barcelona

BarcelonaUna percepción flota en el ambiente y cuesta rehuirla. Bien sea porque nosotros también nos sentimos así o porque es un mantra que incluso ha dejado en un segundo plano el anodino "qué frío hace" de las conversaciones de ascensor, lo cierto es que los dos años de pandemia se han convertido en agotadores. Se hace difícil permanecer impasible ante la presencia constante del virus, del que ya se han vivido seis olas en nuestro país, más las restricciones para contenerlo, que cambian constantemente y que no siempre parecen comprensibles. Notarse alterado puede tener todo el sentido del mundo, pero hay maneras para aligerar nuestra carga mental.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya definió hacia finales de 2020 el concepto de "fatiga pandémica", mediante el cual hace referencia al agotamiento derivado de la prolongación de las pautas implantadas para prevenir el coronavirus, según recuerda el profesor de la Facultad de Psicología de la UAB Antoni Sanz. Ahora bien, considera que se puede ir más allá y referirse a un "agotamiento pandémico o claudicación pandémica" para englobar las alteraciones emocionales que ha suscitado la necesidad de adaptarse a este hecho excepcional.

Sanz coordina el proyecto PSY-COVID, que se ha centrado en el impacto de la pandemia sobre la salud mental, sobre todo el de la primera ola. Lo han analizado a través de un cuestionario que han respondido 88.000 personas de 30 países. En el caso de Catalunya, se ha constatado que alrededor del 40% de la población tuvo sintomatología de depresión, un porcentaje similar de ansiedad, y un 30%, de trastornos de somatización, como cefaleas o de carácter intestinal. En suma, el 55% desarrolló al menos uno de estos tres cuadros. Esto no significa que a más de la mitad de la población se le haya diagnosticado una depresión o ansiedad, pero la incidencia de estos trastornos se ha duplicado, detalla el profesor.

¿Qué puedo sentir?

Basta con observarse a uno mismo o mirar a nuestro alrededor para ver a gente con la cabeza baja. "Si uno es sensible, lo nota por la calle", afirma la psicóloga Begoña Elizalde, que es miembro de la comisión de psicología clínica del Colegio Oficial de Psicología de Catalunya (COPC). También lo corrobora Núria Casanovas Puigví, psicóloga y formadora especialista en infancia y familia. "Nos lo encontramos los psicólogos en la consulta y se ve en la calle: todo el mundo habla de lo mismo", constata. Para Elizalde, "el recorte de derechos y libertades, más el miedo de contagiarse de la enfermedad, todo esto sostenido durante meses y meses agota y hace que no queden energías".

El resultado puede ser sentir tristeza, recurrir al "esto me da igual" –como, por ejemplo, "me quedo en casa y ya no me muevo"– e irascibilidad. "Passa muchísimo: la gente está muy crispada, muy enfadada, con lo que sea", indica Elizalde. Además, se ha visto acentuado el consumo de drogas, de alcohol o los desajustes en la dieta. Casanovas, que preside el Consejo Social del COPC, añade que ahora podemos tener "un exceso de pensamientos negativos", cosa que, si se generaliza, hace que "lo acabemos viendo todo más negro". Así es como tendemos a quejarnos más y sentir impotencia y desinterés. "Como no puedo hacer nada para cambiar la situación, me desmotivo", resalta.

¿Qué puedo hacer para mitigarlo?

Sí podemos hacer algo para sobreponernos al agotamiento pandémico. "No tenemos que olvidar que la vida es la vida y se tiene que vivir, no solo sobrevivir", plantea Elizalde. De entrada, ve esencial "entender que es una carrera de fondo", o sea que no lo podemos dar todo en los primeros metros de estos tiempos pandémicos como si fuera un esprint, porque sino después "nos llegará la requetefatiga pandémica". A partir de aquí, es muy conveniente no dejarse llevar por el "no puedo". "Lo que sea que podamos hacer y deseemos hacer, lo hacemos", insiste, y siempre podemos quedar al aire libre con familia o amigos si esto nos hace estar más tranquilos.

Compartir el malestar con los demás puede ser útil, pero "en momentos concretos", detalla Casanovas. Avisa de que, "si hablamos de ello en exceso y de manera muy negativa, nos crea un peso psicológico" que se puede transmitir incluso a los niños, y recomienda abordarlo desde cómo lo vive cada uno. También es importante estar atentos a las personas más vulnerables y que la gente mayor haga escuchar sus necesidades, como por ejemplo cuando se les pide cuidar a los nietos confinados. Con todo, Casanovas aconseja a adolescentes y adultos tomar nota de una cosa que los niños hacen muy bien: ante un problema, hacer énfasis en la solución o la alternativa. "Desarrollar la creencia de que cada cambio puede ser una oportunidad para adaptarse y crecer", defiende, y pone dos ejemplos de peso: "Hemos inventado la rueda y el fuego para superar dificultades y ahora los aprovechamos".

Cuándo pedir ayuda

A las consultas de psicología hay quien llega directamente por el sufrimiento producido por algún aspecto de la pandemia, mientras que otros no han visto agravado su problema previo, pero lo pueden ver todo más gris por el contexto pandémico. Para Casanovas, tenemos que acudir a un profesional cuando "hay más conciencia del estado de estrés sostenido", especialmente cuando se prolonga durante dos o tres meses, y recuerda que el trabajo con un psicólogo es como una inversión: saber controlar el miedo, la tristeza o la ansiedad es un aprendizaje de por vida.

¿Y con los niños?

Los niños pueden ser engañosos, puesto que se adaptan fácilmente a todo, pero la ausencia de quejas –que sí pueden exteriorizar los adolescentes– no quiere decir que no sientan malestar. La clave es, según Elizalde, escucharlos con "un oído muy fino". En caso de que no se puedan sacar adelante los planes iniciales, como por ejemplo que jueguen con los amigos, Casanovas insta a buscar alternativas y, si estamos confinados en familia, nos puede favorecer relajarnos juntos, sin renunciar a encontrar momentos para uno mismo. También aconseja "fomentar que no haya un exceso de pantalla".

Tendremos que pedir ayuda a un profesional si vemos que hay "un cambio de emociones importante y sostenido" en los niños, un estado que Casanovas precisa: "Si el niño pasa unos días más agitados, no pasa nada. Si es sostenido y está más enfadado, puede ser indicador de depresión". En cuanto a los adolescentes, hay que recurrir a la ayuda profesional "quan surge una tendencia depresiva e ideaciones suicidas". Aunque los padres puedan pensar que no es verdad, no deja de ser una manera de llamar de atención que significa que "hay un malestar muy intenso", detalla.

No desentenderse de la salud mental

De todo esto se desprende un aspecto fundamental. "La clave de todo es poner la salud emocional y el bienestar en la ecuación", sostiene Elizalde, de forma que esta vertiente tendría que ser tan importante como ya lo han sido los esfuerzos contra el virus y para salvar la economía. Ahora bien, considera que "no se ha tenido en cuenta y estamos sufriendo consecuencias en salud mental graves". Cree que disminuir la tensión general sería de ayuda. "Desde los gobiernos y desde los medios de comunicación se tendría que rebajar el miedo y dar un mensaje de más calma", reclama, teniendo presente hechos como que las nuevas variantes acostumbran a ser menos virulentas.

Las chicas jóvenes, las más afectadas

Para el profesor Antoni Sanz, no hay duda de que la gente joven, y las chicas en concreto –sobre todo de entre 13 y 20 años–, son quien ha desarrollado "más trastornos de salud mental" durante la pandemia, como por ejemplo alimentarios, pero también autolesiones y conductas suicidas. Sanz resalta que la juventud "es la gente con más necesidad de socialización", pero a menudo las medidas de la pandemia han obligado (o abocado) a quedarse en casa. De aquí se explica que la quinta oleada, la del verano pasado, se concentrara entre la juventud que anhelaba salir a hacer vida social.

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