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La floración de los árboles en Lleida, una gallina de los huevos de oro que no quiere morir de éxito

Iglús para contemplar puestas de sol, visitas guiadas en autocar, el festival Cruïlla i vermuts son ideas de una campaña que busca creatividad y desestacionalización

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Un autocar con visitantes atraviesa un campo florido en Aitona

AitonaDecenas de municipios del Segrià y Les Garrigues se han apuntado al carro de la contemplación de la floración de los árboles frutales. Se trata de una iniciativa turística que ideó por primera vez la alcaldesa de Aitona Rosa Pujol en 2011 para promover una de las imágenes más bucólicas del campo leridano. Hoy ya son más de cien las actividades repartidas por una veintena de pueblos de la llanura y se movilizan a decenas de miles de turistas. Almendros, melocotoneros, nectarineros, paraguayos, cerezos e incluso olivos son algunos de los árboles que ahora empiezan a estallar en flor y que permiten a la zona rural leridana hacer cajón.

Sólo Aitona, un pueblo de 2.500 habitantes, atrae cada año a más de 20.000 visitantes durante el mes de marzo. Los de Aitona encontraron esta gallina de los huevos de oro, pero ahora están reflexionando cómo poner un tope en la posible avalancha turística. "Queremos dar una oferta sostenible y de calidad, que permita conocer nuestro territorio y la actividad campesina sin masificaciones", reflexiona Pujol.

Por este motivo, todas las iniciativas de ahora están encaminadas a mejorar el confort de los turistas y, a su vez, controlar su afluencia en la medida de lo posible. La habilitación de aparcamientos, la programación de reservas y la coordinación con agencias turísticas son algunas de las prácticas de Fruiturismo. Este ente municipal de Aitona mira que la fiesta no se estropee por exceso. Y por encima de todo, el organismo cada año da un paseo a su propuesta para ganar en calidad.

Esta campaña estrena lo que ellos llaman la "burbuja móvil", una tienda de campaña transparente con forma de iglú que permitirá a los turistas premium de la floración ver la puesta o la salida de sol sin pasar frío. Durante los fines de semana de marzo, el ayuntamiento la instalará en lugares tranquilos y reservados para observar las flores de los melocotoneros con su luz ideal, al abrigo de la fría marinada y con una copa de cava en las manos. Una experiencia de 55 euros.

“Debemos conseguir que el turismo permita a los campesinos seguir trabajando con normalidad sus tierras”, dice Bea Obis, una de las técnicas responsables de Fruiturismo. Y es que la campaña de la floración se reivindica como una forma de promover la actividad agrícola entre la población urbana sin que esto suponga un problema para los campesinos.

Una idea compartida

“¡Pero no todo es Aitona!”, reclaman alcaldes de otros lugares de las comarcas del Segrià y Les Garrigues. De hecho, Aitona ya no quiere a más gente en marzo. No pueden absorber a más turistas. Y por eso el presidente del Consejo Comarcal del Segrià, David Masot, defiende que la floración turística todavía tiene recorrido por crecer, pero geográficamente. En el resto de la comarca se calcula que vienen unos cinco mil turistas más. "Debemos conseguir que toda la comarca se beneficie de esta idea, que se esparza y ​​que dé a conocer todos los pueblos del Segrià y nuestro patrimonio", dice Masot. Y de ahí el reciente aterrizaje del Cruïlla.

Por primera vez, el festival musical, bajo el título Cruïlla Baix Segre, desembarca en tierras leridanas. Lo hará el sábado 9 de marzo para maridar flores, gastronomía y la música de artistas como Albert Pla, Selva Nua, Miqui Puig, David Carabén, Joan Garriga y Delafé, entre otros. Actuarán durante doce horas en un solo día y repartidos en nueve espacios limitados y emblemáticos del campo leridano. El viejo molino del Casal de Massalcoreig, la Encina Centenaria de Alcarràs, el Monasterio de Aviganya en Seròs, el Espacio Natural de los Secans de Utxesa… Cada recinto limitado a un máximo de 300 espectadores. No es la primera vez que el Cruïlla sale de Barcelona. Ya viajó el año pasado, por primera vez, a la Terra Alta. "Promovemos un turismo de proximidad y hacemos valer elementos que creemos que son fundamentales para todos, como la agricultura y la gastronomía", explica el director del certamen, Gerard Birbe.

Bombardeo de propuestas

“No nos engañemos –advierte el presidente del Segrià– así como el Cruïlla ha venido este año a Lleida, también se irá a otro sitio”. Por eso, el engranaje turístico de la floración busca más nichos de mercado en los que explotarla. Los municipios del Baix Segre tienen preparado un arsenal de actividades para este mes de marzo con la intención de descongestionar Aitona. Rutas a pie, en bici, en coche o concentraciones de coches clásicos, música en vivo, encuentros de grafiteros, degustación de vinos, almuerzos de payés, noches en un castillo, descubrimiento del patrimonio y cursos de cultivo y de distinción de flores son algunas de las más de cien iniciativas que tienen a punto.

Actividades públicas y privadas, que cuestan a los turistas entre 5 a 22 euros. "Queremos que todo el mundo pueda participar en este momento tan especial de la naturaleza, y la economía no debía ser un obstáculo sino un aliciente", defiende Manel Ezquerra, responsable de Promoción Económica del Segrià.

Bares y restaurantes, casas rurales, agencias turísticas, museos municipales e incluso pequeños colmados y panaderías serán algunos de los beneficiados de una campaña que año tras año se va volviendo más atrevida. Pero algunos ya reclaman que se desestacionalice.

Si la idea es reivindicar y explotar la actividad campesina, muchos defienden que el turismo se extienda a todo el ciclo agrícola. Las cosechas del verano, la siembra del otoño y las podas del invierno son escaparates todavía por explotar. “Debemos ir más allá –dice Rosa Pujol–, porque los turistas siempre quieren cosas distintas”.

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