Música pop, templos y gente disfrazada: un viaje a Seúl, la ciudad de moda
La capital de coreana se moderniza con grandes proyectos arquitectónicos, una buena oferta gastronómica y viejos locales que resisten
BarcelonaMamá Kim se toca la espalda, le duele. “Llevo toda la vida trabajando”, rumia. Maquillada y teñida, intenta parecer más joven de lo que es mientras busca unas cervezas para una pareja de estadounidenses que se sientan en la barra. "¿Ya han encontrado su billete?", les pregunta. Mamá Kim regenta el Grand Ole Opry, un bar en el distrito de Itaewon de Seúl que, durante décadas, era punto de encuentro de militares estadounidenses. Mamá Kim se enamoró de un militar, de hecho, con el que se casó y vivió en Estados Unidos. Sin embargo, cuando él murió de cáncer, ella regresó a Corea en 1975 y abrió este bar inspirado en la música country. El nombre hace referencia a una famosa sala de conciertos de Nashville. El bar se encuentra al final de un callejón un poco sucio que sube y, una vez entras, no sabes si estás en Seúl o en Texas. Está decorado con fotos de cowboys, banderas estadounidenses y, por doquier, cientos de billetes de dólares y de wons coreanos que la gente deja. A Mama Kim le gusta que los clientes que se encuentran a gusto dejen un mensaje escrito con rotulador sobre los billetes, que ella cuelga con cinta adhesiva. Todo el local está lleno de billetes; impacta. El cliente de la barra había colgado uno cuando era militar destinado a Corea y, ahora que ha vuelto de vacaciones con su esposa, le busca sin suerte.
No puede entenderse la Corea del Sur moderna sin la guerra que, teóricamente, todavía dura. Un conflicto congelado, pero siempre presente, con el norte comunista. En Seúl estás a apenas una hora conduciendo de una de las fronteras más herméticas del mundopero no lo parece, ya que la ciudad se ha convertido en uno de los destinos de moda. Una ciudad en transformación, moderna, viva y con una gastronomía para chuparse los dedos, tanto en los restaurantes elegantes como en los lugares de comida en la calle, que se llenan cada noche, con la gente sentada en mesas plegables, alboroto . Pero cuando Mama Kim regresó a la ciudad en 1975, las cosas no eran tan fáciles. Entonces el país todavía estaba controlado por una dictadura militar que, con la excusa de tener que estar alerta controlando a los vecinos del norte, recortaba las libertades en casa y cometía crímenes como los de 1980 en la ciudad de Gwangju, cuando más de 200 manifestantes que reclamaban democracia fueron asesinados. Con la excusa de hacer frente al comunismo, Estados Unidos hacía la vista gorda ante los crímenes de los militares coreanos. Lo que fuera necesario mientras fueran su aliado y les dejaran tener bases militares como la de Itaewon. Aquí existía una gran base militar que hace unos años ya fue trasladada a las afueras. Antes Itaweon era un barrio sin ley, ya que se llenó de locales de ocio para los soldados americanos, que tenían carta blanca para beber y buscar sexo. La zona donde se encuentra el Grand Ole Opry, de hecho, todavía se conoce como Hooker Hill, la colina de las prostitutas. Ahora quedan pocos soldados y pocas prostitutas. Pero Mama Kim sigue al pie del cañón, mientras canta todos los éxitos de Dolly Parton. Ha visto cómo Itaweon se ha convertido en un barrio de moda con bares de diseño, tiendas y buenos restaurantes. Una zona tan popular entre jóvenes que el 29 de octubre de 2022 un total de 156 personas perdieron la vida en un alud humano, en un callejón estrecho que conduce a una zona llena de bares, durante las celebraciones de Halloween.
Las nuevas generaciones de coreanos quieren vivir y ser libres, amenazando con romper los viejos códigos de una sociedad muy rígida. Si los jóvenes son cada vez más modernos, sus padres y abuelos eran tradicionales y casi nunca sonreían. Eran gente que había sufrido, puesto que Corea encadenó décadas de tragedias, con la opresión japonesa, la Segunda Guerra Mundial, la guerra civil y, finalmente, la dictadura. Corea es un país muy machista, como denuncia Cho Nam-Joo con su magnífico libro Kim Ji-young, nacida en 1982. Una tierra donde la homosexualidad sigue siendo tabú y donde las grandes series de televisión que triunfan en todo el mundo, aparentemente muy modernas, apenas tienen besos, no fuera que alguien se escandalice. Un país que se ha modernizado mucho más que España en algunas cosas, pero sigue atrapado en estructuras familiares muy rígidas. Y, persiguiendo el sueño de parecer un estado moderno donde todo es posible, se ha convertido en uno de los países del planeta con la mayor tasa de deudas familiares. Corea del Sur está lleno de gente que no puede pagar las deudas, lo que provoca que cada vez más personas vivan al margen del sistema y se escondan por no pagar, mientras las deudas recaen sobre sus hijos o hermanos. Detrás del sueño coreano existe una tasa de suicidios muy alta. Algunos de los grandes logros coreanos de los últimos años, como la serie El juego del calamar o el film Parásitos, de Bong Joon-ho, nacen de ese dolor que hay detrás de una sociedad aparentemente exitosa.
Pero la mayoría de visitantes que llegan a Seúl todo esto no lo ven. En Corea la ropa sucia se lava en casa. En los barrios tranquilos del norte, el Ayuntamiento ha instalado carteles en los lugares donde se rodó Parásitos, filme ya de culto tras triunfar en los Oscar. Miles de personas quieren tomarse fotos en las escaleras y túneles que aparecen en un filme que no todo el mundo ha entendido que esconde una denuncia social. Muchos jóvenes coreanos lo han entendido y piden cambios, otros no y solo buscan tener la foto en el lugar en el que se ha rodado un filme o una serie o un famoso se dejó ver. En Barcelona se han vivido casos en los que un cantante de K-pop, el fenómeno musical coreano, cuelga una foto comiendo en una churrería y en pocas semanas llegan miles de jóvenes coreanos. En Seúl, también. No lejos del Palacio Imperial, una familia estaba a punto de cerrar la librería más antigua de la ciudad, la Dae-o, donde también tenían un espacio para tomar infusiones. La librería, en una vieja casa de madera, estaba descuidada, con los libros llenos de polvo en torno a un patio. Precisamente esto atrajo a uno de los miembros del grupo de música de moda BTS, que se tomó unas fotografías entre libros. La fotografía cambió el destino de la Dae-o, puesto que miles de jóvenes quisieron tener la misma foto. Nadie compra libros, así que para beneficiarse de ellos los propietarios cobran una entrada que incluye una consumición.
Corea está llena de personas que salen adelante sin cuestionarse nada, obedientes, y de almas libres como Mama Kim. O una nueva generación de jóvenes que busca reivindicar la cultura local modernizándola, como hacen en Onijum, una asociación no muy lejos de Dae-o. Tiene un restaurante con una estrella Michelin en la planta superior de un edificio donde otra rama de la asociación diseña casas de madera tradicionales pero adaptadas a los nuevos tiempos. Corea llegó a tener la autoestima muy baja, después de décadas de dominio japonés en las que se cometieron todo tipo de crímenes. El Imperio Japonés trataba tan mal a los coreanos que, cuando aparecía un buen deportista, como el corredor de maratones Sohn Kee-chung, le cambiaban el nombre y le ponían uno japonés –en este caso, Son Kitei–. Así le enviaron a competir en los Juegos Olímpicos de Berlín, donde ganó el oro. La idea estaba clara: los japoneses eran superiores. Derrotados tantas veces, los coreanos se han ido rehaciendo. Han sobrevivido y ahora mantienen un frágil equilibrio entre cuidar el pasado y mirar hacia el futuro para sentirse mejor. En las últimas décadas se han ido reconstruyendo y cuidando los preciosos palacios medievales del país. En Seúl tienen cinco: Gyeongbokgung –que es el principal e incluye un museo, un cambio de guardia y muchos jardines–, Changdeokgung, Deoksugung, Changgyeongung y Gyeonghuigung. Recintos con templos de madera, lagos y monumentos que invitan a andar. Se trata de recuperar el orgullo nacional recordando que tuvieron un reino bastante poderoso a pesar de vivir entre gigantes como China y Japón. Y dentro de esta corriente se han hecho muchas series y filmes ambientados en el período de la dinastía Joseon, el de máximo esplendor de Corea, desde 1392 hasta el siglo XIX. El resultado ha sido que los jóvenes ahora alquilan vestidos de época como los que ven en las series y así van a pasear por los palacios, como reyes y reinas de la era Joseon. Ver decenas de personas vestidas con ropa de época de mala calidad y zapatillas Nike sorprende un poco. Aún sorprende más ver a decenas de grupos de estadounidenses que también alquilan vestidos de época y se pasean así, divertidos, aunque, al verlos de lejos, parece una broma de mal gusto. La frontera entre respetar una cultura local y burlarse de ella es muy fina.
Corea empezó a cambiar en los años 80. Tras la matanza de Gwangju, el régimen militar empezó a ceder. Además, Seúl fue elegida sede de los Juegos Olímpicos de 1988 y muchas organizaciones internacionales exigieron mayor democracia. La ciudad dio un gran salto adelante. Antes, por ejemplo, era normal encontrar casas y restaurantes sin un aseo en condiciones: era apenas un agujero en el suelo. Muchos políticos, especialmente el alcalde de la ciudad de Suwon, lideraron una revolución por tener servicios de calidad. En Seúl empezaron a levantarse rascacielos, y barrios como Itaewon cambiaron. También cambiaron los famosos barrios de hanoks, las casas tradicionales coreanas. El mayor, conocido como Bukchon Hanok Village, se ha vaciado de vecinos, ya que las viviendas se han convertido en apartamentos turísticos.
Pocos países sufren esa tensión entre tradición y modernidad tanto como Corea. Reivindican lo propio para diferenciarse de chinos y japoneses pero, como tienen un fuerte vínculo con Estados Unidos, que todavía tienen miles de soldados en el país, la cultura norteamericana siempre está presente. El resultado es una ciudad curiosa, con algunos de los barrios más modernos de Asia, como el famoso Gangnam-gu, donde se encuentra una avenida de la fama de los cantantes de K-pop. El barrio se hizo célebre por el gran éxito de la música coreana, el Gangnam style del rapero PSY. La canción, que burla del estilo de vida de los nuevos ricos del barrio, tuvo tanto éxito en el 2012 que el Ayuntamiento le ha dedicado un monumento gigante que representa el movimiento con las manos de la coreografía de la canción . Tocando un botón, suena la música y puedes bailar debajo. Justo enfrente, dentro de un centro comercial, se encuentra la preciosa Biblioteca Starfield, que ha ganado premios de diseño. Es tan bonita que la gente va para tomar fotos, no para leer. Cosas de la sociedad moderna.
Pero sería un error pensar que todo queda reducido al vacío de aparentar y hacer negocios. En Seúl todavía encuentras lugares como el delicioso café Hakrim Dabang, abierto en 1956 por un aficionado a la música clásica que llenó el local con partituras y retratos de compositores. Está en un barrio tranquilo y hay que subir por unas escaleras de madera hasta un segundo piso, donde te encuentras un local acogedor, que en los años 80 era el punto de encuentro de jóvenes que se manifestaban para reclamar democracia. Conspiraban mientras sonaba Bach. Y Bach todavía suena, aunque ahora los jóvenes vienen porque se han enamorado. Una ciudad que ha entendido que necesita ser acogedora y ha reformado antiguas autopistas sobre arroyos, sacando de nuevo el agua a la vista, convirtiéndolas en agradables paseos. Seúl es el paraíso de los aficionados de la arquitectura, ya que se ha apostado fuerte por intentar que la ciudad deje de ser caótica, para hacerla más dulce, lo que ha llamado a arquitectos de todo el mundo. Uno de los proyectos más espectaculares fue el Dongdaemun Design Plaza, conocido como DDP, un espacio con museos, tiendas y restaurantes levantado en el que antes había un viejo estadio de béisbol. Encargado a la arquitecta británica nacida en Irak Zaha Hadid, es un recinto mágico que juega con el espacio. Si llegas por el norte, parece una especie de parque verde con entradas bajo tierra; si llegas por el sur, es un edificio plateado futurista. Hadid quiso jugar con la relación de la ciudad con el río Han y, utilizando la tecnología de simulación de fluidos, creó una estructura de onda congelada. Curiosamente, durante la excavación se halló un enorme yacimiento arqueológico, que se defendió con un pequeño cambio y se integró en un jardín coreano. Presente, pasado y futuro unidos en un edificio cuya fachada exterior está formada por más de 45.000 placas de aluminio, que de noche se iluminan. Cuando esto ocurre, decenas de jóvenes pasean por debajo, cogidos de la mano. Soñando con que no tendrán deudas y que los padres verán bien que quieran casarse. Soñando con una felicidad que sus abuelos ni hubieran podido imaginar que sería posible.