"¿Todavía soltera?": los prejuicios pesan sobre las mujeres sin pareja

A pesar de los adelantos hacia la igualdad, persiste el estigma y la presión social para encajar en el modelo de familia tradicional

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Encara soltera? Els prejudicis pesen sobre les dones sense parella

Barcelona"Soltera", "solterona", "se te pasará el arroz", "te quedarás más sola que la una", "¿qué haces que todavía no tienes pareja?" Estos y muchos comentarios más son los que todavía hoy tienen que oír las mujeres solteras. A pesar de que suenan antiguos y chirrían, es la realidad para muchas de estas mujeres que viven sin pareja y que con esta decisión desafían una tradición secular y heteropatriarcal que nos ha hecho creer que las mujeres tenían que casarse (con un hombre, obviamente) y tener hijos para sentirse realizadas.

“La presión social todavía es muy fuerte, la notas en momentos cotidianos, cuando vas a la carnicería o te encuentras con una vecina, y también en la comida de Navidad con los comentarios de un familiar”, dice Paula, de 44 años, que prefiere no revelar su apellido. A ella le ha costado aceptar su situación, pero ahora la intenta vivir en positivo. “Nos han educado en el ideal del amor romántico. Crecimos soñando con el príncipe azul y, por más que yo sepa que esto es una mentira, todavía pesa. Y cuando vas viendo que la mayoría de tus amigas están casadas y tienen hijos te sientes un poco como el bicho raro”, confiesa. Aún así, ella es feliz y tiene una vida llena. “Hago lo que quiero, tengo un trabajo que me gusta, disfruto de los amigos, la familia y de relaciones esporádicas, porque ahora no quiero nada más”, dice. Pero el viaje de aceptación que ha hecho hasta aquí no ha sido fácil, y la sociedad todavía le complica la vida: “A menudo te ven como una fracasada porque no has conseguido tener pareja o formar una familia”, dice. 

Para reflexionar alrededor de esta cuestión, Núria Viladomat acaba de publicar el libro Solteres i encantades. Sobre l'estigma de la solteria femenina i com esquivar-lo (Angle Editorial). “El libro no es una cruzada a favor de la soltería y en contra de la pareja –deja claro la autora–, sino un intento de dignificar el estado de la soltería”. Y es que ella, que es soltera y ha investigado mucho sobre el tema, explica que todavía ve “mucho drama, mucha desesperación y mucha preocupación por no tener pareja". "En definitiva, pocas solteras satisfechas”, dice, y espera que con este libro pueda ayudar a mejorar esta situación. “Ahora mismo, a nivel teórico todas sabemos que no necesitamos un hombre para ser felices, pero a nivel práctico es muy diferente. Seguimos teniendo la misma concepción de hace 50 años, y si no estamos con un hombre es que nos falta algo de vital importancia”.

En contraposición, Viladomat explica que los hombres “viven la soltería de una manera mucho más relajada porque no tienen la presión social de tener pareja". "No es una cosa que dé sentido a su vida, y tampoco tienen la urgencia de la maternidad”, añade. En el libro relata cómo, a pesar de la presión social que sufren las mujeres solteras como ella, “el juicio más duro no es el de fuera sino el interno”. Lo explica así: “Las solteras tienden a cuestionar su propio valor porque la sociedad relaciona la pareja con el hecho que alguien haya validado tu valor. Por lo tanto, la pareja te da valor y, si no tienes, vales menos, literalmente... Aquí hay un pozo patriarcal terrible, estoy harta de ver a mujeres que cuestionan su físico, su carácter, su vida... Todo por el hecho de estar solteras, como si fallara algo de lo que son”, dice. 

La antropóloga y profesora de la UAB Bruna Álvarez reconoce que el estigma social alrededor de la soltería femenina “sigue estando muy presente” y recuerda que hasta hace unas décadas “en este país las mujeres necesitaban un hombre para abrir una cuenta corriente en el banco o para sacarse el carné de conducir, y esto es un legado que todavía pesa”, dice. Esta experta explica que “el estigma está vinculado a la base de la organización social en familia. A partir de aquí hay la idea de que una mujer sola quiere decir sin familia, y esto incomoda. Pesa mucho en el imaginario, la solterona, y esto quiere decir que no estamos en un punto de normalización”.

Álvarez también apunta que esto pasa en diferentes edades de la vida, porque hay una soltería “que es la de mujeres más mayores que se han separado o divorciado y que una vez sin pareja todo el rato reciben preguntas y comentarios sobre cuándo reharán su vida, como si volver a tener pareja fuera una reparación de una situación negativa”. La antropóloga apunta que demasiado a menudo se piensa “que una mujer soltera es una mujer sola, y esto se ve en negativo”, pero a la vez detecta “que cada vez hay más interesadas, sobre todo desde el feminismo, que reivindican la soltería como un estilo de vida sano”. Esto es precisamente lo que quiere hacer Núria Viladomat con su libro. Ella explica que la soltería le ha enseñado precisamente “el valor de la soledad", puesto que ser soltera "te da la posibilidad de pasar mucho rato sola y este es un espacio que cuando lo conquistas de manera saludable tiene una repercusión increíble en tu vida porque ganas libertad”. Viladomat también dice que la soledad en positivo le ha hecho valorar mucho más los afectos que tiene en su vida y las personas con las que los está intercambiando: es lo que llama red afectiva, que pide ponerla en valor. Y es que más allá de la pareja hay afectos, relaciones, y toda una vida.

De Bridget Jones a 'Fleabag', un viaje por los referentes de la cultura popular

La antropóloga Bruna Álvarez dice que todavía “faltan referentes de mujeres solteras, libres, realizadas y felices que llenen el imaginario colectivo”. “La idea de la tía solterona pesa mucho, nadie quiere serlo”, dice esta experta. Si miramos los referentes que nos ha dado la cultura popular a través de libros, series y películas en los últimos años vemos que hay cierta evolución, pero todavía tímida. De hecho, algunos iconos de la soltería femenina de principios del siglo XXI eran en realidad modelos muy antiguos. Tres ejemplos paradigmáticos son Bridget Jones, Carrie Bradshaw y Ally McBeal, las protagonistas, respectivamente, de los Diarios de Bridget Jones, de la serie Sexo en Nueva York y de la mítica serie de abogados que llevaba el nombre de esta joven letrada.

Las tres eran mujeres solteras, con buenos trabajos, amigas y que vivían en ciudades estimulantes. Pero todas dedicaban gran parte de su tiempo a buscar su príncipe azul –que las hacía sufrir, las ignoraba o prefería a otras– y el final feliz de las tres historias es que acababan “triunfando” y, por lo tanto, encajando en el ideal de encontrar pareja o ser madres. En los últimos años, en cambio, hemos encontrado personajes mucho más potentes, como la protagonista de Fleabag, la serie creada por Phoebe Waller-Bridge con una protagonista carismática y brillante, o como Rebecca Bunch, de Crazy ex girlfriend, donde se describe todo el proceso de la protagonista para dejar su obsesión con buscar pareja y entender que su bienestar emocional y su salud mental tienen que estar por delante de esto.

Ficción para mujeres solteras: ¿un nuevo género literario?

El diario inglés The Guardian se hacía eco hace unos años de la creación en Amazon de una nueva categoría. Se trataba del single woman fiction, es decir, novelas de ficción para mujeres solteras, una etiqueta que todavía existe y dentro de la cual encontramos en este momento una mezcla extraña: novelas románticas, series como Buffy, cazavampiros, un libro de la británica Tracey Bloom sobre venganzas románticas, obras de Lucia Berlin y libros de pocos hombres, alguno de Murakami, pero son una excepción. En definitiva, una combinación bastante incomprensible que, como apuntaba el artículo del diario inglés, “no tiene su homólogo masculino”, es decir, la categoría para hombres solteros simplemente no existe. La conclusión de todo es, según The Guardian, que las mujeres sin pareja siguen siendo un buen mercado para explotar, ya sea en forma de libros o series, muchas de las cuales profundizan en este estigma negativo. Quizás habría que empezar a cuestionar la necesidad de estas etiquetas o la falta de productos con nuevos referentes –positivos– para las mujeres solteras.

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