Adolescencia

Las adolescentes controlan más los teléfonos de la pareja que los chicos

Un estudio alerta de que las chicas de 14 a 17 años siguen el patrón tóxico del amor romántico

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El control de las redes sociales, llamadas y contactos lo ejercen más las chicas adolescentes que los chicos.

BarcelonaDos de cada diez adolescentes están en una relación sentimental en la que existe violencia, bien como víctima, perpetrador o ambos papeles a la vez. En cualquier caso, es el período vital en el que estas conductas antisociales son más homogéneas, seguramente porque son relaciones que terminan pronto. Como ocurre en la etapa adulta, las mujeres son las víctimas principales, pero doblan el porcentaje de perpetradores, respecto al de los hombres. En esta edad de primeras relaciones y amores, las prácticas violentas mayoritarias son las que tienen que ver con el control y el escrutinio de los pasos del otro miembro de la pareja.

Esta es una de las conclusiones de Violencia en las relaciones de pareja entre adolescentes, un artículo de los investigadores de la Universidad de Barcelona Noemí Pereda, Marta Codina y Diego A. Díaz-Faes, que este lunes publica el Observatorio Social de la Fundación ”la Caixa”. A partir de 4.000 entrevistas a jóvenes escolarizados entre los 14 y 17 años se realiza una radiografía de las dinámicas de violencia, desde el punto de vista de quien la recibe y también de quien la ejecuta.

Noemí Pereda, que también forma parte del Grupo de Investigación en Victimización Infantil y Adolescente (GReVIA), explica que los datos del estudio no difieren demasiado otros que se han hecho en Europa sobre el mismo ámbito o recientemente la fundación FAD-Juventud en España. Entre los adolescentes enamorados, el escrutinio del teléfono móvil, las redes sociales o el control de los movimientos de la pareja se dan en una de cada diez parejas (13%). También se da en forma de vigilar o limitar el contacto con amistades o incluso familia.

"No se puede banalizar este tipo de violencia porque no en todos los casos, pero sí en algunos, puede ser el primer paso a conductas más graves", señala la investigadora. Es decir, no todos los adolescentes agresores acabarán siendo adultos agresores, pero es necesario estar encima y hacer todo lo posible para fomentar “buenos modelos”. Con menor prevalencia, pero a tener en cuenta por su gravedad, se sitúan las agresiones físicas (3,6%) y un preocupante 6,6% de agresiones sexuales.

Más agresores sexuales

Si bien las mujeres son las víctimas mayoritarias de las agresiones sexuales (6,6%, por el 2,1% de hombres), también son las que propinan más golpes y bofetadas y patadas. De la fotografía de víctimas y perpetradores se destaca una situación que puede resultar contradictoria: las mujeres son las que más sufren el control, pero al mismo tiempo son las que más lo perpetran. La tendencia es compartida con otros trabajos previos y se explica, en palabras de la coautora del artículo, "por el modelo educativo que ha prevalecido en los últimos años respecto a la violencia en las parejas adolescentes". Si bien, por suerte, ha creado "rechazo social" de las agresiones de los hombres, también ha generado que muchas chicas sean más sensibles a reportar estas conductas.

Para Pereda, este comportamiento de las mujeres se debe a una mala interpretación de qué es el empoderamiento de las mujeres, porque en realidad, este grupo de mujeres agresoras imitan a los patrones masculinos más tóxicos creyendo que son “más fuertes” así. En el fondo –reflexiona la experta– “sigue primando la idea aquella que si me controla es que “me quiere y sufre por mí”” en una clara visión “tradicional y patriarcal de lo que supone el amor romántico”.

Ni es amor ni es romántico, señala Pereda, que insiste en que el control no es ingenuo, sino que se trata de “un acto de violencia con el que se coarta la libertad”. En este sentido, señala que se han puesto "de moda" programas de televisión que promocionan "relaciones tóxicas, con mujeres controladoras". Son estos roles los que deben combatirse para que los adolescentes –y la población en general– acabe por “rechazar” sus comportamientos. La paradoja es que el sobrecontrol de la chica al chico se gira en su contra, porque en muchos casos la reacción del controlado es la agresión física.

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