Turismo de lujo

Cosas que hacen los megarricos que visitan Barcelona

La ciudad ofrece a sus visitantes multimillonarios experiencias muy difíciles de imaginar para los habitantes de la capital catalana

Royal Penthouse del Majestic incluye servicio de majordomia para cubrir cualquier tipo de eventualidad de sus huéspedes
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BarcelonaA pesar de algunos déficits que se pueden observar en Barcelona en el sector del gran lujo, no todo son desventajas para nuestros visitantes más afortunados. Y es que estos multimillonarios encuentran en Barcelona ofertas pensadas exclusivamente para satisfacer sus exigentes gustos y costumbres, a los cuales se rinden en cuerpo y alma empresas de la noche, de la moda y de la hostelería, que no quieren dejar escapar esta suculenta gallina de los huevos de oro.

En cuanto a los hoteles, en el megalujo en Barcelona hay poca competencia. Y es que, a pesar de que la ciudad tiene un generoso número de hoteles de alto nivel –de hecho, 22 clasificados por el Gremi d'Hotels como de "gran lujo" y 20 más con cinco estrellas–, y que bastantes de estos son muy nuevos, pocos están preparados para atender a un cliente que requiera un nivel tan elevado de atenciones como el de los megarricos. Uno de los pocos que destacan en este sentido es el Hotel Majestic, que en 2017, a punto de cumplir cien años, emprendió una enorme reforma de su planta más alta para convertir casi todas sus habitaciones en un único espacio: la Royal Penthouse. En la práctica, se trata de un ático de lujo con todos los servicios imaginables que ha conseguido con poco tiempo ganarse una reputación a nivel internacional dentro de su segmento, puesto que actualmente está nominado como mejor suite de hotel en los Villegiature Awards, que adjudica un jurado formado por prensa especializada de todo el mundo.

Con casi 500 metros cuadrados, este espacio multiplica el lujo que ya de por si ofrece el hotel y, desde que se inauguró, ya ha sido elegido por grandes fortunas de todo el mundo y también por famosos de la talla de Barbra Streisand o Robert De Niro, que se alojó allí mientras rodaba en la ciudad. Tal como explican responsables del hotel, por 18.000 euros por noche, la Royal Penthouse ofrece tres habitaciones que tienen cada una una terraza con un jacuzzi con vistas privilegiadas a diferentes partes de Barcelona, por ejemplo, la Sagrada Familia. Este espacio, sin embargo, no se suele alquilar solo, ya que los millonarios que lo utilizan suelen viajar con un equipo de secretarios, agentes de seguridad y otros acompañantes –como peluqueros o maquilladores– que tienen que estar cerca suyo las 24 horas del día para cuando se les necesite. Por este motivo, las cuatro habitaciones externas que restan en aquella planta se suelen alquilar también conjuntamente cuando se reserva la Royal Penthouse, que se construyó después de detectar que algunos de los clientes que se querían alojar en la magnífica suite tradicional del Majestic no tenían bastante.

Una de las alas de la Royal Penthouse del Majestic.

Pero todo esto solo es el punto de partida, puesto que una vez hechas las reservas empiezan los requerimientos particulares de cada nuevo huésped de esta área de superlujo del hotel, que se invierte para satisfacer cada una de las necesidades expresadas por la persona que organiza el viaje del superrico, que suele ser o un secretario personal o un secretario de alguna agencia de viajes. Además de llenar el maxibar que el ático incluye con los productos que el huésped pueda llegar a desear o escoger el mayordomo que incluye en exclusiva para ellos la habitación, las peticiones hechas pueden ir mucho más allá.

Por ejemplo, explican desde el hotel que un pianista quiso celebrar su cumpleaños y que, para la ocasión, requirió un piano de cola que, como no cabía por la puerta, tuvo que entrar en la habitación a través de la terraza y con una grúa. Comprar máquinas de entrenamiento para colocarlas en la habitación y evitarle al huésped tener que ir al gimnasio del hotel o cambiar las televisiones Bang & Olufsen que hay en toda la suite por aparatos de otra marca son otras peticiones que se les han hecho. Y que el hotel ha satisfecho, porque lo más importante con este tipo de clientes, como explican desde el establecimiento, no es el precio, sino conseguir lo que reclama. De hecho, puntualizan desde el hotel que es importante entender que las peticiones de estos clientes no son caprichos que tienen puntualmente allí, sino que son peticiones para prolongar sus condiciones de vida habituales.

El bar que incluye Royal Penthouse del Majestic, que se denomina 'maxibar'.

¿Quién se aloja allí?

Pero, ¿quiénes son las personas que encarnan el megalujo en Barcelona? Pues hay desde políticos muy destacados de Oriente Medio hasta familias reales, pasando por cantantes de primer nivel global o grandes fortunas de países como Brasil, México o Estados Unidos. Más concretamente, se puede hablar de un grupo de amigos de Singapur vinieron a Barcelona para celebrar un cumpleaños, un político muy destacado de los Emiratos Árabes que viajó con un cortejo de 90 personas o turistas que se alojan allí cuando vienen a Barcelona a disfrutar de la magnífica oferta sanitaria de la capital catalana.

Lejos de lo que podría parecer, sin embargo, uno de los casos que más complejidad ha implicado no ha sido ninguno de estos. Ha sido el de una señora libanesa que vino a Barcelona solo diez días para visitar a su hija, que estudiaba en la ciudad y vivía en un piso de propiedad en el Passeig de Gràcia en el cual la madre no se quiso alojar. Tres días antes de llegar al hotel la huésped envió un camión con 75 maletas llenas de ropa y complementos acompañadas de un ordenador donde estaba todo inventariado –también el orden en el que se tenía que disponer en la Royal Penthouse– y con una asistente que tenía la única misión de dejarlo todo organizado según la previsión. Después de su semana y pico en el hotel había acumulado en compras por la exclusiva avenida barcelonesa el volumen equivalente a 20 maletas más. No obstante, este conjunto extra de maletas no le cabían en la camioneta del equipaje a la hora de marchar y, además, también desbordaban la capacidad de la consigna del hotel donde ella intentó que le fueran guardadas. Finalmente, el problema se solucionó cuando la clienta decidió alquilar una habitación del hotel solo para guardar las 20 maletas extra hasta el momento en que llegara a su casa –entonces se dirigía a Londres– y pudiera solicitar que se las enviaran por mensajería. Aun así, un mes después, este momento no había llegado y desde el hotel se pusieron amablemente en contacto con ella para hacer memoria, lo cual ella les agradeció porque se le había pasado por alto esta tarea pendiente.

Noches sin privaciones

La vida nocturna de estos turistas megarricos no es precisamente más frugal que su vida diurna. Lo saben bien en el Grupo Sutton, el elegido por muchos de estos visitantes para sus noches de fiesta, que empiezan normalmente con una llamada de los concierges de los hoteles donde se alojan o de los que hay en los restaurantes donde estén cenando aquel día. "Son personas que viajan mucho, que están acostumbradas a un servicio espectacular y que son muy exigentes", explica Toni Cano, responsable de comunicación y marketing de este grupo barcelonés, que a veces también reciben las llamadas de los concierges de American Express, un servicio que esta compañía financiera da solo a sus clientes más importantes y que consiste en facilitarles todos sus deseos. "Cuando te llama el concierge de American Express ya sabes que aquella persona gastará mucho aquella noche", afirma Cano.

Pero, más allá de este primer paso, el despliegue de medios empieza en la discoteca, donde en algunas ocasiones también llegan sin avisar. "Llegar de manera inesperada también les gusta y, por eso, no siempre reservan con antelación, puesto que dan por hecho que una vez lleguen todo el mundo hará lo que se tenga que hacer para darles lo que necesiten", puntualiza Cano. Y así es. Una vez en el local el servicio intenta darlos "todo lo que piden". Pero, ¿qué es este "todo"?

Sus peticiones suelen ir orientadas a "ser vistos", explican desde el establecimiento, donde aseguran que siempre piden estar en los reservados de la discoteca. "Suelen pedir muchas botellas de todo tipo de bebidas, desde vodka hasta champán, pero lo que más piden es champán", explica Cano, que admite que en muchas ocasiones "acaben rociando a la gente" con esta bebida. Los precios de estos caprichos no son ningún problema para ellos, que "pueden llegar a gastarse 50.000 euros en una noche". Normalmente, este tipo de clientes son grupos de 5 o 6 chicos, pero a veces también vienen grupos de chicas, que pueden pedirse "tranquilamente botellas de Dom Pérignon de 10.000 euros". Además de la bebida, también solicitan que se pongan sus nombres en las pantallas led a lo largo de la noche o que el DJ pinche alguna canción típica de su país. "Son canciones que no conocemos. Cuando lo piden nos las tenemos que ir a descargar rápidamente para podérselas pasar al DJ", dice Cano, que añade que muchas veces este tipo de visitantes traen seguridad privada. "No es que les haga falta, porque están bien protegidos; es principalmente porque les gusta que se vea que pueden permitirse un buen equipo de seguridad", afirma. "Per ejemplo, Justin Bieber nos visitó acompañado por seis o siete guardaespaldas", recuerda.

Este tipo de clientela, según explica el responsable de marketing de este exitoso grupo de ocio nocturno de la ciudad, ha ido desestacionalizándose "a lo largo de los últimos veinte años" y ya no viene solo en verano. "Barcelona se ha convertido en una ciudad tan turística, que ahora clientes así te pueden venir en cualquier época del año", afirma el responsable, que señala la semana larga del Mobile World Congress en Barcelona como uno de los momentos de más afluencia de visitantes de este tipo fuera del verano. Por procedencias, Cano señala Estados Unidos, Rusia o los países árabes como los más que más visitantes de este nivel adquisitivo aportan a la noche barcelonesa.

Compras en mayúsculas

Este tipo de turista con tanto poder adquisitivo evidentemente utiliza parte de su tiempo haciendo compras muy importantes en las principales calles comerciales de Barcelona. Sobre todo en el Passeig de Gràcia, donde están las tiendas de moda más exclusivas. Según explica al ARA una fuente conocedora del funcionamento de una reputada firma italiana instalada en la ciudad, la recaudación entre cuando hay turismo y cuando no hay puede llegar a multiplicarse por tres y llegar a superar los 100.000 euros en un solo día, lo cual indica el nivel de los desembolsos que hacen los visitantes más adinerados.

Pero no todo el turismo rico es igual. Y el que más dinero gasta cuando entra en la tienda también exige un trato especial. Por ejemplo, “antes de venir, reservan hora” y esto les habilita a tener “un espacio reservado solo para ellos” en el cual podrán hacer las compras mientras la firma “les invita a champán o a cualquier otra bebida”. “Normalmente, son clientes que harán gastos de más de 15.000 euros y, por eso, cuando acaban de hacer su compra se lo enviamos todo directamente al lugar donde estén alojados y, además, les añadimos algún regalo”, explica esta fuente, que asegura que hay tiendas de la carísima avenida barcelonesa que cierran los establecimientos solo para este tipo de clientes para que puedan comprar en solitario.

Entre los artículos más deseados, explica que buscan piezas de colecciones que no pueden encontrar, por ejemplo, en EE.UU., puesto que aquí se hacen colecciones que allá no se venden. Además, en los últimos años, las compras comparten el protagonismo al 50% con el destino escogido y es muy habitual la adquisición de alguna pieza que la firma solo vende en el país de destino. De hecho, algunas tiendas de lujo del Passeig de Gràcia tienen un servicio de transporte interno con otros de la misma firma en otros puntos del Estado para que si el cliente lo desea no haya ningún inconveniente para que pueda hacer la compra del producto en el color y la talla que quiera, esté donde esté la pieza que necesite.

Dos extranjeras fotografiándose a las puertas de la tienda de Chanel, al paseo de Gràcia de Barcelona.
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