Opinión

Fiesta descreída

Imagen aérea de la Diada Nacional de Catalunya.
10/09/2025
2 min

Hace al menos quince años que, pasado el descanso estival, por gusto o por encargo, escribo un artículo sobre la Diada. Se ha vuelto una costumbre y es como si por un día se abriera la veda a cazar a un elefante invisible, el famoso elefante en la habitación que la Diada hace más presente. Es su fiesta. Puesto que tengo un día de la semana asignado, dependiendo del calendario el artículo se publica antes o después de la Diada. Este año saldrá impreso en papel el mismo día once.

Podría hacer un catálogo, un arco emocional compartido, repasando las Diades. Las alegres y llenas de ilusión antes del 17; la emotiva Diada que precedió al 1-O, con el minuto de silencio por el atentado en la Rambla y el canto deLos segadores llenando las calles de Barcelona; y después toda la escalera que va de la resistencia al desengaño y la vergüenza, como un termómetro que cae: la deshinchada del 18 después de no investir a Puigdemont, con gritos de "¡Libertad presos políticos!"; la pandémica del 20; la decepción y la vergüenza progresivas, las primeras dudas de si ir o no en el año 21. El 22 el presidente dijo que él no estaría; el 23 fue una Diada seria y meditativa; y el año pasado volvió la duda: ¿vas? ¿A hacer qué?

Este año, si no hay un milagro de última hora, no iré, y lo siento. Siempre tengo trabajo. Ningún amigo, nadie que conozca me ha ni siquiera preguntado qué haría. Ir con amigos o familiares animaba, pero este año ni hablamos de ello. Hay puente, mucha gente aprovechará la fiesta para esparcir la niebla, y bien harán.

Escribo esto el día antes. Consulto lo que se ha organizado, más allá de las camisetas del ANC, y veo que vuelve a ser una manifestación descentralizada, que es como decir dispersada. Lo tendría bien, estoy a media hora de Girona. Pero no. Ha caído tanta máscara, desde el 17, y es tan feo lo que había debajo… Como ocurre en Occidente, no hay otro proyecto a la vista que seguir depredando lo que teníamos. Nos sacan a pasear la zanahoria florida de un nuevo sistema de financiación, pero ya nadie se cree nada. Sólo está por ver qué se ha hecho con los pilares de la enseñanza y la lengua. Y aquí estamos. La extrema derecha da miedo, pero la corrupción asumida sin aspavientos ha acabado también por hacerlo, como las dos caras de un mismo cinismo. No me extraña que nadie de mi entorno ni se plantee ir a la Diada, y me parece que sé por qué: temen ser institucionalizados, es decir, temen ser utilizados o depredados.

De modo que mucha gente no irá a la manifestación, pero no por dejadez o inconsciencia, sino por el contrario.

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