Un año de guerra en Gaza

El calvario que viven ahora los libaneses: "Nos sentimos desamparados"

Miles de familias han tenido que abandonar su casa por las hostilidades entre Hezbollah y las fuerzas israelíes

Familias libanesas huyen de los bombardeos israelíes en la localidad de Masnaa.
05/10/2024
5 min

Tiro (Líbano)Mahmoud Mowassi observa con angustia las columnas de humo que se elevan detrás de la bahía y que pueden verse desde los ventanales de una de las aulas de la escuela técnica de la ciudad libanesa de Tiro. El centro educativo, reconvertido por el municipio en un centro de acogida improvisado, es ahora su casa, y también la de otras muchas familias que huyen del sur del Líbano. Los combates entre la milicia chií Hezbolá y el ejército israelí empezaron el 8 de octubre del año pasado. Durante estos meses se concentraron sobre todo en la frontera entre Israel y Líbano, aunque también había ataques limitados en otras regiones del país árabe.

Este septiembre, sin embargo, Israel cambió las reglas del juego y extendió su campaña de bombardeos a los suburbios de Beirut y al este del Líbano, concretamente en el valle de la Bekaa. Aparte de la intensificación de los ataques aéreos, el ejército israelí ha ampliado la ofensiva con operaciones terrestres, y los combatientes de Hezbolá están luchando cuerpo a cuerpo para impedir el adelantamiento de las tropas israelíes.

Hoy, Tiro está junto al frente, pero de momento es un lugar seguro, mientras los tanques israelíes intentan avanzar desde la frontera sur del Líbano hacia la orilla sur del río Litani. Cada día que pasa la batalla se va volviendo más violenta, y empuja a cientos de miles de libaneses a huir hacia el norte del país. “Estoy preocupado por la seguridad de mi familia. En la guerra de 2006, Tiro fue el único lugar seguro del sur del Líbano. Pero temo que un día nos sorprendan los tanques israelíes en las calles –admite Mahmoud–. Sólo Dios sabe lo que va a pasar. Estamos en sus manos”, añade. Su casa, en la localidad de Aitarun, a pocos kilómetros de la frontera, fue destruida por los bombardeos israelíes. Por tanto, no tiene adónde ir.

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La crisis humanitaria ha llevado al límite al gobierno libanés, en quiebra desde 2020. A pesar de la ayuda internacional, el apoyo es insuficiente. “Recibimos paquetes de comida, pero ninguna ayuda económica del gobierno. Nos sentimos desamparados. En la guerra de 2006, el estado estaba más presente. Probablemente, la crisis económica ha hecho que el estado flaquee. El gobierno nos ignora”, se queja Mahmoud. Pero lo que más le preocupa es tener que volver a huir y no encontrar un lugar al que ir.

La escalada israelí en Líbano se ha intensificado en las últimas semanas y ha forzado a más de un millón de personas a huir. Los 900 centros de acogida que ha habilitado al gobierno libanés están saturados. Por este motivo, cientos de familias vagan en la intemperie buscando un sitio donde pasar la noche. Algunas se han instalado en la localidad de Sidó, en el sur de Beirut. Otros, en la misma capital, que ha acogido a decenas de miles de desplazados por los intensos bombardeos en los suburbios de la ciudad.

Fátima Rammal y su familia, que huyeron de la localidad libanesa de Khiam, cerca de la frontera con Israel, han iniciado un periplo inverso. Se trasladaron a Beirut gracias a un conocido que les ofreció una habitación. Sin embargo, hace pocas semanas tuvieron que irse porque el propietario del alojamiento lo necesitaba para otros familiares que, a su vez, han tenido que huir de Dahieh, uno de los suburbios del sur de la capital libanesa, también por los bombardeos israelíes . Tras ir de un lugar a otro, encontraron una casa vacía en Kafr Sin, en el municipio de Nabatieh, al sur del Líbano. “Hemos ido a muchas ciudades. Es muy humillante no saber dónde ir y estar en la calle con las maletas. Por suerte, hemos encontrado esta casa para vivir, y ojalá nos quedemos aquí durante bastante tiempo”, exclama Fátima.

Kafr Sin está situada en el norte del río Litani, donde Israel ha trazado su línea divisoria para la invasión terrestre. Este pequeño pueblo, que antes tenía 200 habitantes, ha visto ahora crecer su población con más de 500 familias desplazadas. Sin embargo, con el avance de las operaciones terrestres ya no parece haber lugar seguro al sur del Líbano.

“Israel ha cruzado todas las líneas rojas”, sentencia Milad Eid, propietario del hotel Alma Verdi, en la localidad fronteriza de Alma al Shaab, una de las pocas aldeas cristianas en el sur de Líbano. La artillería israelí bombardea intensamente la zona. "Somos cristianos; no deberíamos ser objetivo de los ataques de Israel", exclama.

Hace unas semanas, el Milad nos mostró los daños en su hotel en Alma al Shaab: “Mira toda esta destrucción. Cuando llegue el invierno tendré que tapar con plásticos las ventanas”, se quejaba mientras evaluaba el impacto de los recientes bombardeos. Aunque su familia vive en Beirut, él pasa temporadas en este pueblo fronterizo, convencido de que quedarse es su forma de resistir. Pese a los destrozos, su hotel es todo lo que le queda y no está dispuesto a abandonarlo.

Sólo quedan treinta habitantes en un pequeño pueblo cristiano en el que la violencia fronteriza ha provocado el éxodo de familias enteras hacia Beirut. No es fácil adaptarse a esa nueva vida. Esto es lo que le ocurre a Elias Zaouru, que no encuentra trabajo y que debe seguir pagando un alquiler mensual. “Nos estamos quedando sin ahorros y no sabemos cuándo acabará todo. Beirut es muy caro. He empezado a trabajar como taxista para pagar las facturas”, lamenta. Y añade: “Echamos mucho de menos nuestra casa en Alma al Shaab. Sólo deseo que volvamos a vivir en paz”. “El enemigo no entiende que, haga lo que haga, nunca tomará el derecho de volver a casa. Nuestra convicción es muy fuerte. Aunque destruyan una y otra vez nuestros hogares, volveremos para reconstruirlos”, sentencia, por su parte, Zeinab Namer, que ha sido desplazada de los suburbios de Beirut.

El conflicto entre Israel y Hezbolá puede convertirse en una guerra total. Los refugios que hoy son seguros para los desplazados podrían no serlo mañana. “¿Quién podía imaginar que los israelíes volverían a poner un pie en el Líbano? –se pregunta Yousef Mouad, un analista militar–. No será como en el 2006, cuando se retiraron después de 33 días. Esta vez se van a quedar”, vaticina.

En este contexto, la perspectiva de un alto el fuego es cada vez más remota. Mouad subraya que el nuevo líder de Hezbollah probablemente optará por posiciones más agresivas con el objetivo de legitimar su liderazgo y vengar a su predecesor. Con la posible intensificación del ciclo de violencia, la región se enfrenta a un futuro incierto, marcado por la intransigencia y la confrontación. "La historia sugiere que, sin cambios significativos al frente de Hezbollah, el conflicto no sólo persistirá, sino que podría escalar a niveles aún más alarmantes", concluye.

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