Civiles que huyen: "No sabemos cuándo podremos volver ni si Ucrania continuará existiendo"

La invasión rusa, que se intensifica, puede causar una nueva crisis de refugiados en Europa: ahora huyen mujeres con abuelos y criaturas

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Refugiados ucranianos en la frontera con Polonia.

Enviada especial a Lviv (Ucrania)La guerra ha cogido a los ucranianos por sorpresa. Suele pasar que los que están más cerca del peligro son los últimos que se lo quieren creer. Como Slava Vilkul, que preparó la maleta el lunes, cuando sintió que el presidente ruso, Vladímir Putin, reconocía la independencia de las repúblicas autoproclamadas del Donbás. Pero no puso a su madre y a sus tres hijos en el coche hasta el miércoles por la tarde, cuando ya veía desde la ventana de su casa el humo contra los tanques rusos cerca de Chernóbil, al norte de Ucrania. “Los niños están asustados y cansados, llevan casi 24 horas dentro del coche”, explica mientras espera entre la larga cola de vehículos que salen del país en dirección a Polonia. Hasta 50.000 ucranianos han abandonado el país desde el ataque de Moscú, la mayoría hacia Polonia y Moldavia. Y muchos más esperan en largos atascos en las carreteras. En Rava-Ruska, el último pueblo ucraniano antes de llegar a la frontera con Polonia, la cola este mediodía era de 17 kilómetros.

En el interior de casi todos los vehículos se repite la misma escena. Mujeres al volante que llevan criaturas y abuelos, bolsas, paquetes de galletas abiertos, botellas de agua, alguna almohada y mantas. Slava es uno de los pocos hombres que vemos en la penosa comitiva, porque a los que están en edad militar los ha llamado a filas el gobierno de Kiev. “Yo querría quedarme a luchar para defender mi país, pero sufrí un accidente que me rompió la espalda y no puedo empuñar una arma”. En los asientos traseros las criaturas se impacientan. “No sé cuando podremos volver... de hecho no sé ni si Ucrania continuará existiendo mañana, pero confío que nuestro ejército pueda resistir. Nosotros solo queremos vivir en paz y ver crecer a nuestros hijos. Putin ha decidido destrozar nuestro país, un país que él dice que no existe”.

El diseño de la ofensiva rusa ha buscado crear el pánico entre la población, que se ve desprotegida de los bombardeos aéreos. El sonido de las sirenas antiaéreas, la gente refugiándose en las estaciones de metro de Kiev, movimientos de tropas en todos los frentes... En tiempo de guerra híbrida, los refugiados se han convertido en una arma arrojadiza. Polonia todavía recuerda las escenas de noviembre, cuando miles de refugiados sirios e iraquíes intentaron entrar en su territorio desde la vecina Bielorrusia, engañados por el régimen de este país, que les hizo creer que la frontera estaba abierta.

Entonces el gobierno ultraconservador de Polonia respondió erigiendo una valla; en cambio, ahora se muestra dispuesto a acoger a “tantos ucranianos como lleguen a nuestras fronteras” y ya ha abierto nuevo centros de acogida. Compartir el color de piel, vínculos familiares y buena parte de la historia hace que en Polonia a los ucranianos se los vea como refugiados que merecen acogida. Como Ucrania es un país libre de visados con la UE, no hay ningún problema con los papeles.

Los hombres se quedan

La cola avanza muy lentamente, a trompicones. Irene, una ama de casa que prefiere no decir su apellido, viaja en el asiento trasero con su hijo pequeño. Delante van su hija adolescente y el abuelo. El padre se ha quedado en casa, en Lviv. “No sabemos si tendrá que ir a combatir”, dice con una mezcla de miedo y orgullo.

En cada coche, una historia y la vida de una familia que acaba de estallar. Decisiones tomadas con precipitación, pero a la vez llenas de lógica: quién se va, quien se queda, qué nos tenemos que llevar. Y empezar un camino que no se sabe adónde lleva ni cuándo se acabará. Y entre todos, los que han sufrido el mismo azote dos, tres veces. Maria, una mujer robusta bielorrusa de 42 años que cuando se separó empezó a trabajar de taxista, conduce un coche escacharrado con sus dos hijas en el asiento trasero: la mayor lee un libro de Harry Potter y cuando, durante la conversación con el ARA , a su madre le falla una palabra en inglés, levanta la vista de las páginas para ayudarla. Llegó a Ucrania hace solo cuatro meses, después de que la detuviera el KGB, los servicios secretos del régimen de Aleksandr Lukashenko, el único que conserva el nombre del aparato represivo estaliniano. Su “crimen”: haber participado en las manifestaciones contra el régimen del verano de 2020, que acabaron en un baño de sangre. Y ahora se han tenido que volver a poner en marcha. Volver a meter su vida en un coche para buscar un lugar seguro. “Ayer empezaron los combates en Chernogorsk, muy cerca de casa. No nos podíamos quedar allí”. Doblemente refugiada, no se muerde la lengua: “Putin es un psicópata”.

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