Próximo Oriente

Elecciones presidenciales en Irán: entre el desencanto y los ultraconservadores

Ibrahim Raisi es el claro favorito de unos comicios que se prevén marcados por la abstención

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El líder  supremo del Irán, Ali Khamenei, votando este viernes en Teherán

BeirutIrán escoge este viernes su decimotercero presidente en unas elecciones que se presentan sin muchas incógnitas en los resultados, puesto que, según las encuestas y los analistas, la victoria sería para el ultraconservador Ibrahim Raisi. Así, Raisi, de 60 años, sustituiría al actual presidente, Hassan Rouhani –que ya ha agotado las dos legislaturas–, y avanzaría un paso más hacia su objetivo de convertirse, en un futuro, en Líder Supremo de la República Islámica, un cargo que ahora ocupa Ali Khamenei. Con la salida, hace dos días, del ex jefe de las negociaciones nucleares Saeed Jalili de la carrera presidencial, además de Raisi compiten en las urnas el ex jefe de la Guardia Revolucionaria Mohsen Rezaee, un candidato presidencial frecuente, y el actual gobernador del banco central, Abdolnaser Hemmati, un moderado de perfil bajo.

Ibrahim Raisi es el candidato mejor situado para convertirse en el nuevo presidente de Irán.

De este modo y con la victoria de Raisi prácticamente cantada, la única incógnita será el nivel de participación electoral y cómo esto afectará a la actuación del futuro presidente. Como apunta al ARA el profesor Luciano Zaccara, “lo que está en juego no parece ser quién será el próximo presidente, sino, principalmente, con qué apoyo popular contará su mandato”.

Según este investigador del Centro de Estudios del Golfo de la Universidad de Catar, la descalificación de pesos pesados, entre los cuales el conservador Ali Larijani, el vicepresidente Eshaq Jahangiri y el expresidente Mahmud Ahmadinejad, como medida para allanar el camino al liderazgo de Raisi, “ha tenido como consecuencia (en principio, no deseada) un escaso interés por participar en las elecciones”.

Desinterés por las urnas

No obstante, señala Zaccara, aunque hubiera habido otros candidatos, la participación habría seguido siendo “más baja de lo habitual”, debido al desinterés generalizado de los iraníes para votar, puesto que “las limitaciones impuestas por el sistema, así como las generadas por factores externos como las sanciones internacionales, han reducido muchísimo el margen de maniobra de los presidentes electos”. Esta falta de interés en el proceso electoral ya se experimentó durante las elecciones legislativas del año pasado, cuando la participación fue del 37% después de que los partidarios del ala moderada se abstuvieran como muestra de desencanto con el establishment iraní. Este mismo escenario se prevé de cara a las presidenciales de este viernes, en las que la abstención se concentrará sobre todo entre la clase media educada, los jóvenes y los universitarios, explica el profesor Moisés Garduño García.

“Si bien podrían votar por el reformista Hemmati, han preferido ignorar el proceso como vía para manifestar su desencanto con el gobierno después de la crisis económica y política que se ha experimentado desde 2017 hasta ahora, incluyendo el asesinato de Abol Qasem Soleimani [el general de la Guardia Revolucionaria que murió en un ataque norteamericano], el trágico accidente del avión de Ukrainian Airlines [que fue abatido “por error” por un misil iraní cuando se elevaba en Teherán] y los múltiples casos de represión reflejados en las protestas del 2019 y el 2020, además de las críticas a Hassan Rouhani [el presidente saliente] por su gestión de la crisis sanitaria del covid-19”, indica Garduño, que es profesor de ciencias políticas en la Universidad Nacional Autónoma de México.

Un líder cuestionado

Pero la baja participación podría restar legitimidad al mandato de Raisi, tanto a nivel interno como en el exterior, una debilidad que podría ser utilizada por sus oponentes. “Esto no solo restaría legitimidad al nuevo presidente sino que también podría poner en entredicho su fuerza como futuro Líder Supremo, una posición que Raisi ha buscado claramente ocupar a lo largo de su trayectoria política”, señala Garduño.

El futuro mandatario se enfrentará a grandes desafíos, como por ejemplo acabar con la crisis económica, luchar contra la corrupción y retomar el diálogo con la administración norteamericana de Joe Biden, después del “fracaso diplomático” del G5+1 en 2015.

Para ello, Raisi contará con el apoyo del Líder Supremo Ali Khamenei, así como de sectores vitales para “la estabilidad del sistema” como las Fuerzas Al-Quds de la Guardia Revolucionaria o la Escuela Haqani, dos actores fundamentales en el despliegue de la política exterior y de seguridad iraníes dentro y fuera de sus fronteras, indica el profesor. Según él, Raisi también podría iniciar un proceso de negociación con Biden sobre la cuestión nuclear, puesto que la mayoría del congreso iraní está integrada por facciones políticas que apoyan su candidatura presidencial.

Pero el principal problema que tendrá que afrontar es, sin duda, la crisis económica como factor de desestabilización, como ya pasó con los disturbios de 2019 con la subida del precio de los carburantes debido a la reducción de los subsidios para hacer frente a la crisis, “una experiencia que ningún gobierno querría repetir”, subraya el economista Bijan Khajehpour.

“La mayoría de deficiencias económicas de Irán son consecuencia directa de una estructura política que obstaculiza los enfoques tecnocráticos y allana el camino para decisiones económicas y comerciales politizadas, mientras que los recursos del país están sujetos a procesos continuos de negociación entre grupos de interés”, sostiene Khajehpour.

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