Guerra en Gaza

La guerra en Gaza rompe la comunidad universitaria de Harvard

La dimisión de la rectora de la Universidad de Pensilvania tras ser acusada de permitir el antisemitismo en su campus es el último ejemplo de la censura proisraelí en EEUU

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Manifestantes en la universidad de Harvard

BarcelonaLa junta directiva de Harvard tuvo que salir en defensa de su rectora, Claudine Gay, tras las fuertes presiones que recibió, acusada de inacción ante un supuesto antisemitismo en la universidad. Porque criticar los bombardeos indiscriminados de Israel en Gaza, asistir a manifestaciones pidiendo el alto el fuego u organizar conferencias con oradores propalestinos es calificado de antisemitismo por una parte importante de la sociedad estadounidense. Es uno de los frutos de la actuación de los grupos de presión sionistas, que han lanzado el grito de alarma por el "acoso" que denuncian muchos judíos en los campus de EEUU. La tensión lleva años en las universidades de Estados Unidos y se dirige hacia los árabes o todas las voces críticas con el estado israelí. La guerra de Gaza lo ha llevado al límite.

La escalada del conflicto entre Israel y Palestina está poniendo a prueba la libertad de expresión, sobre todo en las universidades de élite como Harvard. El escrutinio ha llegado hasta la sede del poder legislativo y ya se ha cobrado las primeras víctimas. A principios de mes, Gay, una antropóloga que en verano se convirtió en la primera rectora no blanca en los 368 años de historia de una de las universidades más prestigiosas del mundo, participó en una sesión en el Congreso norteamericano sobre el antisemitismo en los campus, donde también estaban presentes las rectoras de la Universidad de Pensilvania, Elizabeth Magill, y la del MIT, Sally Kornbluth.

Ante las preguntas agresivas de los congresistas, las tres dieron un conjunto de respuestas que han sido calificadas de evasivas, aunque sus argumentos alegaban que la libertad de expresión forma parte de los reglamentos de las universidades que dirigen y solo les toca actuar en caso de acoso, porque su trabajo no es reprimir protestas. Esto les valió las críticas de los grupos proisraelíes, así como la amenaza de los principales donantes de retirar el apoyo económico si las universidades no las destituían.

Presión financiera

Fruto de la presión, Magill se vio obligada a dimitir. En el caso de Gay, de momento resiste a pesar de las duras críticas de los principales donantes de Harvard. Entre ellos se encuentra el multimillonario Bill Ackman, director ejecutivo del fondo Pershing Square Capital Management, que firmó una carta abierta denunciándola como la persona "que más daño ha hecho a la reputación de Harvard en la historia de la universidad" y sugiriendo que fue contratada para cumplir con los criterios de diversidad. Tras el debate se encuentra la financiación de las universidades, que en gran parte proviene de un grupo cada vez más reducido de donantes: más del 80% del importe de las donaciones, que el pasado año significaron 59.500 millones de dólares, proviene del 1% de los donantes.

Pero, a diferencia del caso de Magill, la junta directiva de Harvard no ha dudado en apoyar a Gay: "En estos tiempos convulsos y complejos, estamos unánimemente junto a la rectora", escribieron en un comunicado: "Nuestras largas deliberaciones refuerzan nuestra confianza en Gay como la líder adecuada para ayudar a nuestra comunidad a curarse y abordar los gravísimos problemas sociales que tenemos delante". Más de 700 profesores de Harvard han firmado una petición pidiendo a la universidad que siga resistiendo a la censura.

Antisionismo y antisemitismo

Los grupos proisraelíes confunden las críticas a Israel con el antisemitismo y la defensa de Palestina con el apoyo a Hamás. En el punto de mira está el uso de conceptos como intifada –que en árabe significa levantamiento– o el lema "Desde el río hasta el mar, Palestina será libre", que ya provocó el mes pasado una resolución de censura contra la única congresista de origen palestino en el Congreso, Rashida Tlaib.

En el caso de Harvard, la tensión ha ido aumentando al ritmo del conflicto en Oriente Próximo. El 8 de octubre, al día siguiente de los ataques de Hamás en el sur de Israel que causaron más de mil muertos y cientos de secuestrados, el grupo estudiantil Harvard Palestine Solidarity Committee publicó un comunicado de apoyo a Palestina asegurando que "el régimen de Israel es completamente responsable de toda la violencia que pueda haber".

El escrito no fue nada bien recibido por los alumnos judíos, que lo entendieron como una justificación de la violencia y como una llamada al genocidio contra el pueblo judío. Sin embargo, desde entonces las amenazas que se han vivido en la Universidad de Harvard han ido más bien en el otro sentido. Poderosos multimillonarios como Ackman, sionista y exalumno de Harvard, pidieron que se hicieran públicos los nombres de todos los alumnos relacionados con la carta y que se les privara de la posibilidad de obtener trabajo.

"Varios CEO me han preguntado si Harvard publicará una lista de los miembros de cada una de las organizaciones que han firmado la carta atribuyendo a Israel la responsabilidad exclusiva de las atrocidades de Hamás, para asegurarnos de que nadie de nosotros los contrate por descuido", tuiteó.

Esto es exactamente lo que acabó ocurriendo con algunos de estos alumnos. Días después, un camión equipado con una enorme pantalla circulaba por los campus de Harvard anunciando sus nombres, acompañados de fotografías y de una etiqueta: "Los líderes antisemitas de Harvard". El camión lo había pagado Adam Guillete, director de la compañía ultraderechista Accuracy in Media.

Varios alumnos de estas asociaciones empezaron a alzar la voz por las redes sociales afirmando que habían sido despedidos. Entre ellos, tres chicos que trabajaban en el despacho de abogados Davis Polk & Wardwell, empresa que se justificó asegurando que sus discursos iban "en contra directamente de nuestro sistema de valores". Ahora, el mismo acoso ha llegado hasta el domicilio de la rectora de Harvard, con protestas y furgonetas con mensajes proisraelíes que se pasean frente a su casa.

Estas presiones no distan mucho de las que se viven en las universidades de todo el país. La Universidad de Vermont suspendió una charla de un poeta palestino. La de Brandeis, que había firmado un compromiso con la libertad de expresión, prohibió la actividad a un grupo estudiantil propalestino, Students for Justice in Palestine. Y el mismo grupo, acusado de apoyar a Hamás, también es perseguido en las universidades de Columbia, George Washington y Rutgers.

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