La guerra en Palestina ha hecho caer sobre la guerra de Ucrania semanas de ausencia o de irrelevancia, y un puñado de expresiones recurrentes como punto muerto, frentes estancados, guerra de trincheras. Todo ello abre un clima de espera inquietante. No sé si es adecuado calificarlo de espera, pero inquietante sí lo es. Semanas en las que los drones y los cohetes rusos estallan contra viviendas como no ocurría desde hacía meses, mientras el gobierno ucraniano se abraza a la invitación formal de la Unión Europea de iniciar el proceso de incorporación.
Esto mientras Estados Unidos de Joe Biden, desconcertado por lo que ocurre en Palestina-Israel, no puede esconder que la sociedad estadounidense está cada vez más harta de aportar millones de dólares a la guerra con Rusia. Y tengo la impresión de que la guerra Palestina-Israel –que ha sido capaz de casi borrar la guerra de Ucrania– representa cada vez más para Putin algo parecido a lo que para el autócrata ruso fue la guerra de Chechenia de 1999 La que con razón se conoció como "la guerra de Putin". europea como diciéndole: cuidado con la tentación de mirar hacia otro lado cuando oímos hablar de Ucrania. Cuidado, pues, con el olvido, y también cuidado con la indiferencia, con el miedo y con la resignación.
Posiblemente la quiebra de la contraofensiva y el actual momento de parálisis en la frente nos lleva a celebrar movimientos como que las tropas ucranianas hayan atravesado el río Dnieper y desembarcado en la orilla izquierda. No había pasado nada parecido desde principios de verano. Pero ¿de verdad estamos ante un indicio de vuelco de la guerra a favor de Kiiv? No parece. Más bien la coincidencia entre think tanks es que el armisticio podría llegar cuando ambos bandos interioricen que no tienen margen para mover la línea de la frente. Y parece que volvemos a lo de paz a cambio de territorios, que han planteado desde el magnate Elon Musk y el pensador europeísta Edgar Morin, hasta Stian Jensen, jefe de gabinete del mando de la OTAN. La jugada sería que Ucrania aceptara perder a Crimea y al Donbass, a cambio de entrar en la Alianza Atlántica y en la Unión Europea. Tal y como están las cosas creo que ésta es la carta que acabarán jugando los aliados occidentales y la que impondrán a Ucrania.
Putin habría ganado y, dispuestos a rascar en su marco mental, no debería pasar por alto que el ataque de Hamás a Israel fue el 7 de octubre, el día en que la autócrata cumplía 71 años, su cumpleaños, día muy venerado por él y por su entorno. Y puestos a no olvidar, cabe recordar que el 7 de octubre de 2006 fue asesinada la periodista Anna Politkóvskaya, la voz y escritura más beligerante contra Putin.
Pero puestos también no sólo a no olvidar, sino a no perder de vista la realidad y las sacudidas que podrían venir en los próximos meses, vale la pena tener bien presentes las palabras del periodista y académico británico Timothy Garton Ash cuando nos advierte que, más que posible, es probable que Donad Trump vuelva a ser presidente de Estados Unidos. Y esto sería un golpe para Ucrania. Y para la Unión Europea.
Porque no es ningún secreto que Trump y Putin tienen intereses comunes en cuanto a hacer la vida imposible en Europa. Se entienden cómo se entendieron Hitler y Stalin durante un año y diez meses, también por aplastar a Europa. Pero, puestos a confiar, confiamos, con convicción, en que la historia no se repetirá.