El hombre que enseñó a amar a Avdíivka
Oleksiy Savkevich, uno de los voluntarios que defendía la vida en el frente del Donbás ha fallecido esta semana
KiivOleksí Savkevich enseñó a amar a Avdíivka, una ciudad en ruinas que fue capturada por el ejército ruso en 2024 después de unos combates largos y sangrientos. "Era la persona más luminosa en esta maldita guerra"; "parecía un ángel"; "fue el corazón de esa ciudad"; "un hombre valiente con una música que sonaba más fuerte que las bombas rusas". Así le recuerdan periodistas, soldados y vecinos. Oleksí ha muerto esta semana como soldado de la 157 Brigada, con el apodo de "maestro".
Antes de la invasión rusa a gran escala, organizaba eventos culturales, festivales y apoyaba proyectos musicales juveniles. Hablaba de sus ideas sin pompa, con una sonrisa modesta. Parecía alguien ajeno a la guerra, aunque, en su ciudad natal, la guerra había comenzado en el 2015.
La periodista Yulia Surkova recuerda el invierno del 2017: Avdíivka era fría y aterradora. No había luz ni calefacción. Pero, en un piso, las velas ardían y la música de guitarra y violín rompía la oscuridad. Oleksí organizó un concierto para distraer a los niños de la guerra. Esa misma noche, los bombardeos mataron a dos personas, pero ella dice que nunca olvidó el calor de ese momento.
Si tuvieran que describirse las ciudades en la línea del frente de Donetsk en pocas palabras, se podría hacer así: una frontera frágil y fluida entre dos ejércitos, pueblos y ciudades devorados por el fuego de los proyectiles, y civiles que, contra toda lógica, se niegan a marcharse. La vida en estos sitios la mantenían los voluntarios y cooperantes. Desde el inicio de la guerra, Oleksí era uno de ellos. Gracias a él, Avdíivka siguió respirando, incluso bajo el peso asfixiante de las bombas, tal y como recuerdan quienes le conocieron.
Antes de la guerra a gran escala, Avdíivka florecía. Luego vivió una agonía lenta y dolorosa: la carretera de acceso se convirtió en un corredor mortal, los escombros ocultaban los gritos de los atrapados, el estruendo de los ataques volvía locos a los supervivientes. Sin embargo, algunos se quedaron. Se les despreciaba, e incluso los periodistas que pasaban unas horas se preguntaban por qué se quedaban allí, y no podían evitar juzgarles.
"Cuando termine la guerra, reconstruiremos Avdíivka"
Sin embargo, en la primavera del 2023 trajo una esperanza tenue. No sólo en el verde que brotaba entre las ruinas o en los tulipanes que se abrían paso en medio de los escombros, sino en las personas que todavía creían en la ciudad. Oleksí creía en su ciudad. Su familia estaba profundamente arraigada: su madre nació en Avdíivka, su abuela era maestra, su mujer trabajaba en la biblioteca, sus hijos iban a la escuela local. Pese al cansancio que le marcaba el rostro, él repetía una y otra vez: "Cuando termine la guerra, reconstruiremos Avdíivka". Pero después miraba a su alrededor, veía la magnitud del destrozo y admitía que no sabía cómo lo harían.
El Oleksí se adentraba en los barrios más castigados, donde incluso la Cruz Roja se negaba a ir. Traía alimentos, medicinas, intentaba convencer a la gente para que se fuera. El 9 de mayo, a pesar del fuego enemigo, le acompañé a repartir ayuda humanitaria y materiales para reconstruir casas destruidas. La línea del frente estaba a pocos cientos de metros. En la primera casa, había una mujer que cuidaba el hogar de una vecina para protegerla de los saqueadores. "Si me voy, no quedará nada de mi casa", dijo. Su vecina, Olena, se acercó en muletas y señaló con orgullo unos brotes que se asomaban entre los escombros de una parada de autobús. Los plantó para que "hiciera bonito". Por ahí no pasaban autobuses; sólo se oían explosiones y silbidos de balas. Pero ella creía que algún día volverían.
"Eso es lo que más me sorprende de estas personas", dijo Oleksí. Sonrió y añadió: "Te enseñaré una casa que te dejará sin palabras". Allí, en un jardín sorprendentemente intacto, vivía Tetiana con su marido. Nos invitaron a tomar té y galletas, y entre campanillas de viento, nos habló de su juventud, de cómo conoció a su marido, de las noches de baile. Cuando nos despedimos, le di las gracias a Oleksí por mostrarme su Avdíivka. Sonrió con tristeza y dijo: "Cuando termine la guerra, será aún más bonita".