Finlandia

Una ola de huelgas sin precedentes sacude al país de la felicidad

Los sindicatos finlandeses, en pie de guerra contra los recortes del gobierno

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Protesta contra los recortes del gobierno finlandés el 1 de febrero en Helsinki.

BarcelonaLa semana pasada Finlandia coronó, por séptimo año consecutivo, el ranking de países "más felices" del mundo, según el Informe mundial de la felicidad que publica anualmente el Centro de Investigación del Bienestar de la Universidad de Oxford. Este año, sin embargo, la efeméride ha quedado empañada por una ola de huelgas que lleva semanas durando y que pone de manifiesto el creciente descontento de los finlandeses con el gobierno conservador de Petteri Orpo, que tomó el poder el año pasado enarbolando la bandera de la austeridad económica.

La disputa lleva meses durando y las protestas más multitudinarias empezaron a finales de enero, cuando las dos grandes centrales sindicales del país, SAK y STTK, convocaron una huelga general sin precedentes, en la que al menos 300.000 trabajadores, tanto públicos como privados, hicieron huelga en contra de las reformas y recortes que plantea el ejecutivo, que está liderado por el conservador Coalición Nacional (Kokoomus) y también incorpora el Partido de los Finlandeses, de extrema derecha, y dos formaciones minoritarias de centroderecha. Pero la situación se ha agravado desde el 11 de marzo, cuando empezó lo que se ha denominado una "huelga política", de momento convocada hasta el 31 de marzo, pero que los sindicatos no descartan alargarla aún más .

"Es una situación muy poco habitual en Finlandia", explica al ARA el politólogo de la universidad de Helsniki Teivo Teivainen, que hace énfasis en que no son paradas para reclamar derechos laborales concretos, sino para intentar detener a los planes de austeridad del gobierno. Uno de los principales motivos por los que los sindicatos están en pie de guerra es justamente que el gobierno quiere limitar el derecho de huelga con una ley de "paz industrial" que, entre otras cosas, restringirá la duración de las huelgas políticas a 24 horas y multará los trabajadores que participen en paros considerados "ilegales".

El ejecutivo conservador también pretende recortar las prestaciones por desempleo, dejar de pagar el primer día de baja, facilitar los despidos y reducir el peso de los convenios colectivos a la hora de definir los salarios. En Finlandia –como en el resto de países nórdicos– la negociación colectiva juega un papel importante a la hora de fijar los sueldos de los trabajadores, aunque en el 2017 ya se redujo el peso de los convenios universales y se permitió negociar sector por sector. Ahora la intención es que las empresas, de forma individual, puedan negociar directamente con sus trabajadores, sin necesidad de involucrar a los sindicatos.

El primer ministro de Finlandia, Petteri Orpo, a principios de marzo en Bruselas.

Desde hace más de dos semanas, unos 7.000 trabajadores secundan una huelga que afecta principalmente al transporte de mercancías por ferrocarril y los puertos, lo que está teniendo un impacto importante en las exportaciones y las importaciones y que ha obligado a cerrar varias plantas papeleras y metalúrgicas por carencia de materias primas.

Es el caso, por ejemplo, de Stora Enso, una de las papeleras líderes del mundo, que ha anunciado que esta semana cerrará su planta en Oulu por la escasez de madera, mientras en los almacenes se acumulan sus productos sin poder distribuirse. La compañía también ha anunciado que dejará de pagar los salarios mientras la fábrica no pueda trabajar. Lo mismo ocurre con otras empresas, como Valmet Automotive, productor de coches y de baterías, con unos 700 trabajadores en la ciudad de Uusikaupunki, que tampoco cobrarán su sueldo. Estas consecuencias colaterales podrían acabar en los tribunales, ya que los sindicatos creen que las empresas deberían seguir pagando los sueldos a sus empleados.

Más de tres meses de disputa

Pero desde que empezaron los paros en noviembre, han secundado las protestas sindicatos de muchos sectores diversos, como los de la construcción, la industria automovilística y el transporte público, la educación y el sector alimentario. A principios de febrero la huelga en el sector de la aviación obligó a cancelar más de 500 vuelos en el aeropuerto de Helsinki.

Según la Confederación de Industrias Finlandesas, la principal patronal del país, los paros podrían provocar más de mil millones de euros en pérdidas. Y cuanto más se alargan, más crecen las voces que alertan de que ya a finales de esta semana podría haber escasez de combustible en las gasolineras, que afectaría tanto a los vehículos privados como a los autobuses de la capital.

Sin embargo, según una encuesta publicada la semana pasada en la televisión pública YLE, casi el 60% de los finlandeses lo apoya. "Estamos dispuestos a suspender los paros si el gobierno muestra una comprensión hacia las preocupaciones de los trabajadores", afirmó el líder del sindicato SAK, Jarkko Eloranta, la semana pasada. Sin embargo, Teivainen apunta que, de momento, el apoyo al gobierno "no ha bajado tanto para que las huelgas le supongan un problema". “Es inferior que en cualquier momento del gobierno anterior de Sanna Marin, pero la situación no es catastrófica. Pueden mantener la línea dura”, considera.

Hasta ahora, el primer ministro se ha mantenido firme y ha insistido en que el gobierno no retrocederá por la presión sindical. "Creemos que los puntos incluidos en el programa del gobierno son absolutamente necesarios. Se trata del bienestar de Finlandia", dijo Petteri Orpo a principios de este mes.

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