El Vaticano se prepara para una larga convalecencia del papa Francisco
El pontífice ha recibido la comunión en el hospital mientras continúa con un pronóstico reservado
RomaA punto de celebrar doce años de pontificado, la delicada salud del papa Francisco hizo saltar las alarmas en el Vaticano, después de que la bronquitis inicial que provocó su ingreso hospitalario el pasado 14 de febrero evolucionara en una neumonía bilateral. Con un "cuadro clínico complejo", aunque está estable después de sufrir varios episodios de insuficiencia respiratoria aguda en los últimos días, la Santa Sede asume que la permanencia del pontífice en el hospital será más larga de lo esperado. Y la maquinaria vaticana empieza a ponerse en marcha para prepararse frente a una Iglesia con un líder de baja.
Cada noche desde el 24 de febrero, cientos de personas se reúnen en el Vaticano para rezar el rosario por la rápida recuperación del Papa. Ayer, por primera vez, Francisco se dirigió a él en un audio difundido por la Santa Sede. "Agradezco de corazón las oraciones que hacen por mi salud desde la plaza –dijo con voz cansada–. Que Dios les bendiga y que la Virgen les cuide". En una ciudad que intenta mostrar su mejor cara para celebrar el Año Santo dedicado a la Esperanza, el inesperado ingreso hospitalario del pontífice cambió los planes de miles de peregrinos llegados a Roma desde todo el mundo. Muchos viajaron con la esperanza de poder ver al papa Francisco desde el balcón de la basílica de San Pedro, pero ahora sólo esperan con ansia las noticias que llegan todas las tardes desde la décima planta del Hospital Gemelli.
Ésta es la cuarta –y más larga– hospitalización de Francesc. El pontífice sigue ingresado en este hospital romano, que Juan Pablo II bautizó irónicamente como Vaticano III, como si fuera una especie de tercera residencia papal, sólo por detrás de Castel Gandolfo, la casa de verano de los Papas. No es una habitación normal y corriente, sino un pequeño apartamento con varias estancias, incluida una capilla, que estos días está blindado en el exterior. La Gendarmería Vaticana vigila el apartamento continuamente y echa a todo el mundo que intenta acercarse a él sin invitación, como es el caso del activista argentino Juan Gabrois, que intentó acceder a él y fue expulsado de inmediato.
Para un Papa acostumbrado a estar entre los fieles, los viajes transatlánticos y una estrecha agenda, el confinamiento al que está obligado le está resultando especialmente difícil, sugieren estos días quienes le conocen mejor. Además de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, quien le visitó pocos días después de su hospitalización, el Papa sólo ha recibido dos colaboradores: el secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, y el suyo número dos, Edgar Peña Parra. Ambos se reunieron con el pontífice al menos dos veces en las últimas tres semanas.
Aunque al principio el Vaticano no difundió información sobre la reunión, más tarde explicó que los dos prelados habían acudido para avanzar en la firma de varios decretos de canonización y en la convocatoria de un consistorio, aún sin fecha. Los vaticanistas más veteranos recordaron entonces que la inesperada renuncia de Benedicto XVI en el 2013 fue anunciada durante una reunión de cardenales similar, lo que hizo alimentar a los rumores sobre el futuro de Francisco cuando abandone el hospital.
La enfermedad, un vacío legal
Una hipótesis todavía lejana, porque los médicos no han aclarado cuánto tiempo estará ingresado ni lo larga que será la convalecencia si logra superar la enfermedad. El pronóstico, tres semanas después, sigue siendo reservado. Algunos medios apuntan a que se estaría equipando adecuadamente la residencia de Santa Marta –el pequeño hotel para religiosos en el interior del Vaticano en el que vive– para permitir que el Papa continúe el tratamiento allí.
Desde su ingreso, el Vaticano difunde a diario un comunicado con los detalles de la evolución clínica del Pontífice, en el que pone énfasis en que el Papa sigue trabajando desde el hospital. Incluso el equipo médico reconoció tener la cabeza de un hombre de 50 años. Pero si sus condiciones de salud empeoraran sin renunciar previamente al cargo, la Iglesia se encontraría en un vacío jurídico, puesto que no existe ninguna disposición en el derecho canónico que permita una transferencia del poder papal en caso de enfermedad.
En 2021 un grupo canonista propuso normas para llenar este vacío legislativo, pero no llegaron a ser aprobadas. Para una Iglesia que funciona como una monarquía absoluta, el impedimento por razones de salud del líder supone un difícil desafío de gestionar.