Qatargate

Kenneth Haar: "El Qatargate era un desastre anunciado"

Investigador de Corporate Europe

4 min
Kenneht Haar

BarcelonaCon 25 años de experiencia, Corporate Europe es el observatorio de referencia sobre el funcionamiento de los grupos de presión dentro de las instituciones europeas. Analizamos con Kenneth Haar, uno de sus investigadores, las implicaciones que hay detrás del Qatargate y qué reformas hacen falta para acabar con estas prácticas.

En 2015 Corporate Europe ya denunció en un extenso informe cómo los regímenes autoritarios actuaban como lobby dentro de las instituciones europeas. ¿El Qatargate revela un problema nuevo?

— Hace años que denunciamos los grupos de presión que actúan en nombre de un régimen represivo: el Qatargate se podría haber evitado o se habría podido detectar mucho antes. A lo largo de los años, nosotros y otros hemos propuesto muchas reformas en materia de transparencia del lobbismo en la Unión Europea y de regulación que no han sido escuchadas. ¿Por qué no podemos ver qué grupos de presión se reúnen con los miembros del Parlamento Europeo? En segundo lugar, ¿por qué todavía no tenemos un registro legalmente vinculante, como existe en los Estados Unidos con grupo lobistas para potencias extranjeras, donde poder obtener una visión general de todos los actores relevantes de la escena del grupo de presión? En la UE hay un registro, pero si eres lobista y no quieres estar en un registro, puedes quedarte fuera por un precio muy, muy pequeño.

Después de la invasión rusa de Ucrania la UE ha empezado a retirar las credenciales de lobista de empresas como Gazprom, Lukoil o Rusal para tener acceso a las instituciones y los representantes políticos europeos. Ahora se ha acordado lo mismo con Qatar.

— Hace años que vemos a los grupos de presión de Rusia, sobre todo de las compañías de gas y petróleo, trabajando duro en los pasillos de las instituciones de la UE. Pero no fue hasta que Rusia invadió Ucrania que las instituciones respondieron a este problema. Todo se tendría que haber hecho mucho antes. El Qatargate era un desastre anunciado. Y ahora se ha prohibido el acceso a las instituciones a los catarís, pero hemos sacado a la luz otros muchos casos, como los grupos de presión que trabajan para los Emiratos Árabes Unidos o para Kazajistán. Es cuestión de tiempo que la indulgencia con estos lobbies vuelva a explotar en la cara de las instituciones.

Con lo que sabemos a estas alturas del Qatargate, ¿qué cree que se pretendía con los sobornos?

— Construir una relación más cercana y duradera con la Unión Europea, ahora que Europa quiere reducir su dependencia energética de Rusia y busca nuevas fuentes de suministro. La UE y los estados miembros quieren liberarnos de la dependencia del petróleo y, sobre todo, del gas ruso, pero estamos entrando en un terreno muy peligroso al establecer relaciones más estrechas con otros regímenes represivos: Catar es un claro ejemplo.

La Comisión de Libertades Civiles, Justicia y Asuntos Interiores llegó a avalar la exención de visado para entrar en el espacio Schengen para los catarís.

— Eso habría sido una victoria importante para Catar, y a la vez plantea la pregunta de quién trabaja para quién en las instituciones europeas. La Comisión presentó la propuesta y uno de los argumentos clave fue la cooperación más estrecha en materia de energía.

A raíz del Qatargate han sido imputados una vicepresidenta, asistentes, eurodiputados y exeurodiputados que ahora presidían ONGs... ¿Cómo funcionan en la práctica estos grupos de presión?

— Todavía hay muchas cosas que no sabemos, pero está claro, y no solo pasa con Catar, que estos regímenes totalitarios tienen recursos enormes. Cuando oigo que han encontrado 600.000 euros en un piso de Bruselas pienso que probablemente es solo la punta del iceberg. Otra cosa que hemos detectado es la actividad de centenares de consultorías que trabajan para regímenes represivos de todo el mundo. En muchos casos estas consultorías son la puerta de entrada: tienen profesionales en asuntos públicos europeos que los ayudan a diseñar una estrategia, y normalmente son personas con acceso a todos los rincones de las instituciones de la UE, a todos los pasillos.

Todo esto se ha sabido gracias a un juez y a una operación policial de Bélgica. Nadie había dado la alarma dentro de las instituciones.

— Es triste que tenga que ser así, con la policía belga encontrando centenares de miles de euros en el registro de un apartamento. Tendríamos que tener instrumentos para prevenirlo o para evitar que las cosas lleguen tan lejos.

Entonces, ¿qué se tiene que hacer?

— Tenemos una lista muy larga y muy detallada de propuestas que sería muy aburrida de explicar, pero escogeré algunos ejemplos. Primero: tenemos que saber quién se reúne con los representantes del Parlamento Europeo. Segundo: necesitamos un registro de lobbies fiable, completo y legalmente vinculante. Tercero: hacen falta normas para prohibir que los regímenes represivos puedan hacer presión en los pasillos de las instituciones.

Los líderes europeos han reaccionado escandalizados, como si todo ello fuera una sorpresa.

— La sorpresa no es ninguna sorpresa. Y no había que leerse nuestros informes para saber que esto pasaba. Hace años que es evidente y que pasa ante la mirada de todo el mundo.

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