El fascismo agita la política italiana

Partidos neofascistas como Forza Nuova y CasaPound aprovechan el malestar social para marcar la agenda política

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Manifestación antifascista a Roma

RomaLos movimientos de ideología fascista sobrevivían en Italia hasta hace poco casi en la clandestinidad y solo salían a la luz en fechas y lugares concretos, como en Predappio, el pueblo natal de Benito Mussolini, donde varias veces al año cientos de nostálgicos se reúnen para rendir homenaje al dictador en su tumba. En los últimos años, sin embargo, se han expandido con éxito en el país transalpino diversos partidos neofascistas como Forza Nuova o Casa Pound, que han aprovechado el malestar social y económico de la pandemia para capitalizar la rabia y marcar la agenda política. 

La semana pasada la policía detuvo a doce personas en el asalto a la sede de la Confederación General Italiana de Trabajadores (CGIL), el principal sindicato italiano. La revuelta tenía el objetivo de atacar edificios institucionales, como la Cámara de los Diputados o la sede de la presidencia del Gobierno, inspirándose en el asalto al Congreso de Estados Unidos en enero, según la investigación. 

Este sábado, decenas de miles de personas se han manifestado en el centro de Roma como respuesta; para protestar contra el fascismo y pedir la ilegalización de movimientos surgidos de esta ideología. Según los sindicatos, convocantes de la movilización, se han superado las 100.000 personas, una cifra que la policía ha rebajado a 50.000.

La manifestación del pasado sábado había sido convocada por varios colectivos para protestar contra la extensión del pasaporte sanitario en el entorno laboral, que entró en vigor el viernes, y que obliga a todos los empleados del sector público y privado a estar vacunados o someterse a una PCR para poder acceder a sus puestos de trabajo. Una polémica medida que tiene el objetivo de incentivar la vacunación entre los indecisos y que ha convertido a Italia en el primer país occidental en aplicarla, después del Estado del Vaticano. 

El acto reunió a más de 10.000 personas, entre las que se encontraban conocidos antivacunas no relacionados directamente con los movimientos de extrema derecha, como el juez del Tribunal de Apelaciones de Messina, Angelo Giorgianni, que renunció a su puesto pocos días después. Las protestas derivaron en una batalla campal por las calles de Roma orquestadas por Forza Nuova. Entre la decena de detenidos, actualmente en prisión, se encuentra el líder de la formación, Roberto Fiore. 

Pasado atado al terrorismo de ultraderecha

El secretario general del partido neofascista es el fundador en los años 70 de un movimiento de extrema derecha que acabó unido a la organización Núcleos Armados Revolucionarios (NAR), un grupo terrorista de ultraderecha, autor del atentado en Bolonia que costó la vida a 85 personas. En 1985 fue condenado por pertenencia a banda armada y asociación subversiva. Huyó a Londres y regresó a Roma dos décadas después cuando los delitos ya habían prescrito. 

Su pasado no le impidió fundar en 1997 Forza Nuova con un simple programa: abolición del aborto, fin de la inmigración, cancelación de la deuda pública y el reconocimiento de la Iglesia católica como “guía espiritual del pueblo”. Una hoja de ruta que más tarde asumieron como propia otros partidos como la Liga de Matteo Salvini y Hermanos de Italia de Giorgia Meloni, éstos últimos, herederos del postfascista Movimiento Social Italiano. 

Desde el año 2000 Forza Nuova se ha presentado a todas las citas electorales sin superar nunca el 1% de los votos, pero su líder llegó a ocupar un escaño como europarlamentario en 2007 en las filas de la coalición Alternativa Social, que encabezaba Alessandra Mussolini, la nieta del Duce. Antes de la pandemia, el partido organizaba rondas ciudadanas en los barrios populares de Roma para “proteger a las mujeres y a los ancianos de la amenaza extranjera”. 

Dentro de la galaxia de ultraderecha, Forza Nuova compite con CasaPound, que más que un partido es un entramado empresarial que ha conseguido atraer a una militancia muy joven a través de bares, gimnasios y medios de comunicación alternativos. CasaPound tampoco consiguió superar el umbral mínimo para entrar en el Parlamento en las elecciones generales de 2018, aunque un año antes sí logró la alcaldía de un pueblo en la provincia de Brescia, en el norte de Italia. Tras los decepcionantes resultados en los comicios europeos de 2019, el partido decidió no volver a presentarse a las urnas y continuar la batalla como movimiento de protesta en las calles. 

Los autodefinidos fascistas del Tercer Milenio han cambiado de estrategia pero no han renunciado a la política. En las elecciones a la alcaldía de Roma, que se celebran este domingo y lunes, algunos de sus miembros se presentan en las listas de la Liga y de Hermanos de Italia. Matteo Salvini y Giorgia Meloni niegan haber firmado un acuerdo con ellos, pero basta con echar un vistazo para encontrar entre sus candidatos nombres como el de Milo Mancini, un boxeador de ultraderecha que lleva el retrato de Mussolini tatuado. 

Posible ilegalización

El ataque contra la sede de CGIL ha llevado a numerosos políticos y organizaciones a plantear la ilegalización de los partidos neofascistas. Una decisión que podría tomar el Ejecutivo a través de un decreto, y sobre la que el Gobierno “está reflexionando”, según reconoció el primer ministro, Mario Draghi. 

El Partido Democrático (PD) presentó una moción en el Parlamento con el apoyo del Movimiento Cinco Estrellas, pero la coalición conservadora anunció que votará en contra. Hermanos de Italia, Liga y Forza Italia han propuesto como alternativa una moción unitaria que condene “los totalitarismos de todo tipo”, incluidos los de extrema izquierda. La decisión podría acabar llegando de la Fiscalía, que ha abierto una investigación. No sería la primera vez ya que en los años 70 la magistratura ilegalizó algunas formaciones neofascistas como Ordine Nuovo o Avanguardia Nazionale. 

La Constitución de 1948 prohíbe la reorganización del Partido Fascista de Benito Mussolini y distintas leyes posteriores castigan la apología del fascismo. En 2010 el Tribunal Supremo italiano reconoció que Forza Nuova, entre otras organizaciones, se inspira en la ideología fascista. Una sentencia que, diez años después, podría convertirse en la tumba de Roberto Fiore y sus secuaces. 

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