Guerra en Sudán

Una guerra olvidada eleva a casi 11 millones los desplazados a Sudán

El devastador conflicto civil y la poca atención internacional provocan un desastre humanitario

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Sudaneses marchan en dirección a Chad huyendo de la guerra, el 29 de septiembre.

El CairoUno de los peores reveses que ha sufrido recientemente el ejército de Sudán, que desde el pasado abril está enfrascado en una cruenta guerra civil contra un poderoso grupo paramilitar, tuvo lugar en diciembre en Wad Madani, una de las principales ciudades del país. Ubicada a 130 kilómetros de la devastada capital nacional, Jartum, esta estratégica localidad se había convertido desde el inicio del conflicto en un refugio para cientos de miles de desplazados y en un centro logístico clave para las agencias de ayuda humanitaria . Pero, a pesar de su importancia, los paramilitares se apoderaron sin apenas resistencia alguna.

El rápido avance de las despiadadas Fuerzas de Apoyo Rápido en este frente, ante una nueva desbandada del ejército, sembró rápidamente el pánico entre la gente. Durante los tres días que tardaron los paramilitares en ocupar casi todo el estado de Gezira, del que Madani es la capital, más de 500.000 personas huyeron en busca de un sitio seguro. Para cerca de la mitad de ellas era al menos la segunda vez que debían desplazarse en menos de un año. Y, ante la falta de medios de transporte, muchos escaparon a pie y con lo que llevaban puesto.

Las escenas de destierro de Madani fueron reminiscentes de un drama que desde el inicio de la guerra asola a Sudán, donde ya hay casi once millones de personas desplazadas por conflictos, nueve internamente. Una cifra que le convierte en el país del mundo con más desplazados internos, por delante de Siria y Ucrania, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Actualmente alrededor del 20% de toda su población permanece desplazada dentro del país, y casi uno de cada ocho desplazados internos en el mundo es sudanés.

La mayoría, más de seis millones, se han visto forzados a marcharse de casa a raíz de la guerra civil que estalló el pasado abril, lo que significa que 20.500 personas han tenido que huir cada día de media desde entonces, 200.000 a la semana. Se suman, además, 3,8 millones de personas que ya se encontraban desplazadas al país antes del conflicto por culpa de la violencia que desde hace años ha castigado sobre todo a las regiones periféricas del país.

Detrás de estas cifras se esconde un mosaico de millones de historias personales como la de la Muzdalifah Izz Al-Din, del sur de Jartum. Durante los primeros compases de la guerra, esta joven sudanesa decidió quedarse en casa y permanecer activa en un comité vecinal movilizado para intentar paliar el vacío dejado por el estado y las agencias humanitarias en el barrio. Pero cuando la situación en la capital se hizo insostenible, huyó con parte de la familia a Madani. Con la llegada de los paramilitares allí, la joven no tuvo otro remedio que volver a huir, esta vez en dirección a Puerto Sudán, una ciudad en el mar Rojo que se ha convertido en la capital administrativa temporal controlada por el ejército.

“Hay mucha gente que huyó de Madani y de Jartum y vino a Puerto Sudán. Gente de la mayoría de provincias han venido aquí por el aeropuerto y los servicios [consulares]. Todo está aquí, incluida la expedición de pasaportes, aunque no funcione bien”, explica en el ARA.

Casi el 70% de los desplazados a raíz de la guerra civil han huido de Jartum, que ha sido uno de los principales escenarios de combates y hoy permanece en gran parte bajo el control de los paramilitares. El resto de desplazados se registraron sobre todo en la región oeste de Darfur, feudo de las Fuerzas de Apoyo Rápido y donde sembraron el terror de la mano de milicias árabes aliadas contra comunidades locales no árabes que fueron víctimas de campañas de limpieza étnica .

Se suman, además, más de 1,7 millones de personas que directamente han huido de Sudán y han buscado refugio en los países de alrededor, principalmente en Chad, que acoge a cerca del 40% de los refugiados sudaneses, en más de Sudán del Sur y de Egipto.

Situación humanitaria extrema

El gran número de desplazados, y el hecho de que la mayoría haya huido con las manos prácticamente vacías, está ejerciendo mucha presión sobre las comunidades de acogida en zonas más estables, que por lo general ya disponían de unos recursos y servicios muy limitados antes de la guerra. “La situación en Puerto Sudán es como en cualquier otra ciudad, pero aún más caro, muy caro. Los alquileres son caros, la comida es cara, los tratamientos médicos son caros; todo lo es”, nota Izz Al-Din. "La situación es difícil", constata.

Esta combinación ha disparado las necesidades humanitarias en el país, donde se estima que unos 25 millones de personas, es decir, más de la mitad de la población, requiere ayuda urgente. En esta línea, más de 20 millones de personas en el país pasan hambre, el 70% de los hospitales en las zonas en conflicto no funcionan y en torno a unos 19 millones de niños no acuden a la escuela.

Refugiados sudaneses comiendo en el campo de refugiados de Adré, en Chad, en una imagen de archivo.

La situación es especialmente delicada en los campos de refugiados, donde se alojan alrededor de una cuarta parte de los desplazados. Allí las condiciones son particularmente precarias, sobre todo para niños de hasta 5 años, que representan sobre el 24% del total.

Entre mayo y septiembre del año pasado, más de 1.200 niños en esta franja de edad murieron en campos de desplazados en la región meridional del Nilo Blanco por una combinación fatídica de desnutrición y un brote de sarampión, según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR). Médicos Sin Fronteras (MSF), por su parte, ha alertado este febrero de una grave crisis de desnutrición en un campo de Darfur, donde calculan que muere un niño cada dos horas.

A pesar de este contexto crítico, las agencias de ayuda humanitaria están chocando con muchas dificultades para mantener o ampliar las operaciones en Sudán a raíz no sólo de la guerra, sino también de obstáculos burocráticos y administrativos del ejército, saqueos generalizados, ataques directos por parte de los paramilitares y controles a los suministros. A estas trabas se suma también la falta de financiación de la comunidad internacional.

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