Hillary, Michelle, Melania y Jill, el rol cambiante de la Primera Dama

Las mujeres de los presidentes han escogido la manera de ejercer su función en la Casa Blanca

Gabriel Colomé
3 min
Jull Biden felicita carinyosament al nou President del Estats Units

BarcelonaLa vigésima enmienda de la Constitución de los Estados Unidos también afecta a la Primera Dama: a las 12 h del día 20 de enero deja de serlo y vuelve, como Cenicienta, a ser una ciudadana. Cada Primera Dama ha elegido la manera de ejercer su función en la Casa Blanca. Ser invisible o visible. Activa o inactiva. Mediática o no.

La función preestablecida desde Abigail Adams, primera inquilina de la Casa Blanca, es básicamente doméstica. Arreglar la casa a su gusto. Una Casa Blanca más pequeña que la actual. Hay que recordar que el Ala Oeste no existía hasta la presidencia de Theodore Roosevelt y que el presidente y su equipo se trasladaron ahí.

Jackie Kennedy fue la primera en cambiar los usos de la Casa Blanca. El glamour de la Primera Dama abrió la puerta del Ala Este a la música. A Pau Casals, por ejemplo. O a la exposición de La Gioconda en Washington DC con permiso de André Malraux, ministro francés de Cultura. O a iniciar la decoración y la restauración de la casa.

Para poner más ejemplos, Hillary Clinton fue más bien una Primera Dama política. Un apunte: Hillary instaló su despacho encima del Despacho Oval presidencial, lideró la batalla legislativa de la ley de sanidad, hasta el punto de convertir a los Clinton en una pareja presidencial. Michelle Obama, en cambio, aprovechó la fuerza mediática de ser Primera Dama para promover programas gubernamentales como Let’s move, que buscaba potenciar una alimentación sana y el ejercicio en los jóvenes. O la campaña a nivel global Let the girls learn (Dejad que las chicas aprendan), para fomentar la educación femenina.

Pero Melania Trump se ha convertido en una Primera Dama reservada, bastante invisible, callada. Sin opinión. La imagen que ha transmitido se ha parecido a una esfinge. Es la Primera Dama con el índice de popularidad más bajo desde Hillary Clinton, según una encuesta que CNN-Gallup puso en marcha con Pat Nixon. Un 47% de opiniones desfavorables ante un 42% de opiniones favorables, a pesar de haber emprendido el programa Be best (Sé mejor) para enseñar a los niños a ser mejores y haber intentado al principio del mandato abrirse a las funciones de su papel presidencial. Pero al final desistió.

El rol de la Primera Dama es flexible en su práctica, pero Melania se ha convertido a efectos mediáticos y de opinión pública en la acompañante del presidente. El motivo es sencillo: ha adoptado el papel de una Primera Dama de los tiempos previos al movimiento de liberación de la mujer. Ha vuelto al pasado, a los valores republicanos de la familia. Su manera de actuar, fría y distante, durante estos cuatro años, ha puesto el foco de los analistas en los detalles. Por ejemplo, en si la pareja presidencial se daba la mano, en si Trump mostraba afecto o en si vivían en la Casa Blanca. Cotilleos, al fin y al cabo.

En su favor, pensemos en la personalidad de Donald Trump. Y del Trump presidente. Difícilmente permitiría que alguien a su lado pudiera hacerle sombra. La discreción de Melania contrasta con la personalidad del presidente empresario que inunda el día a día con su imagen y sus tuits. ¿Era imaginable que Melania tuviera voz propia como otras Primeras Damas? Imaginable, sí. Posible, difícil.

Protocolos y tradiciones

Este final de presidencia rompe con protocolos y tradiciones. Trump no ha reconocido su derrota y no ha concedido la victoria a Biden y, además, no ha asistido al traspaso de poder. Melania también ha roto con una tradición iniciada por Bess Truman cuando invitó a Mamie Eisenhower a visitar la Casa Blanca para hacer el relevo simbólico de Primera Dama. Melania no enseñará a Jill Biden su nuevo hogar. Jill, profesora de inglés que no renunció a sus clases cuando Biden fue vicepresidente, parece que optará por un rol bastante diferente.

Toda esfinge puede mandar un mensaje final para poder averiguar quién es de verdad. En el discurso de despedida, Melania afirmó que “la violencia nunca es la solución”, una manera estilosa de desmarcarse del presidente Trump y del asalto al Capitolio del día de Reyes.

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