Lukashenko amenaza a la UE con cortar el gas ruso
Bruselas no se dejará "intimidar" y dice que el gas, como las personas, no se tiene que utilizar con objetivos políticos
Bruselas / BarcelonaEl presidente bielorruso, Aleksandr Lukashenko, parece dispuesto a tensar cada vez más la relación con la Unión Europea. Este jueves el mandatario, que ocupa el poder desde 1994, ha amenazado a Bruselas con cortar el gas ruso que pasa por su país, y que se dirige al resto del continente para alcanzar buena parte de los países de la UE. El chantaje de Minsk llega como respuesta a las inminentes sanciones comunitarias impulsadas desde Bruselas contra el régimen de Lukashenko –las últimas de una larga lista– por la crisis migratoria en la frontera de Bielorrusia con Polonia. "Nosotros damos calefacción a Europa [por el gaseoducto ruso Iamal-Europe] y ellos, encima, nos amenazan con cerrar la frontera [con Polonia]. ¿Y si nosotros cerramos el paso del gas natural?", se ha preguntado Lukashenko, según la agencia oficial Belta, durante una reunión con el consejo de ministros. "Si nos imponen sanciones adicionales, indigeribles e inaceptables para nosotros, tenemos que contestar. No nos podemos parar", ha añadido. El presidente bielorruso se ha mostrado especialmente molesto por la advertencia de Polonia de cerrar su frontera con Bielorrusia: "Yo recomiendo a los líderes de Polonia, a los lituanos y a otros alocados que piensen antes de hablar".
Ante esta última amenaza de Lukashenko, Bruselas se mantiene inmóvil y asegura que no se dejará "intimidar", en palabras de la portavoz del ejecutivo comunitario Dana Spinant. "El gas es un recurso que no se tiene que usar con objetivos políticos, como tampoco los humanos", ha dicho una de las portavoces de Asuntos Exteriores de la Comisión. Por ahora, pues, la Unión Europea defiende las medidas que ha aplicado y, de hecho, ya estudia ampliarlas en un debate que mantendrán previsiblemente los ministros de Exteriores el lunes.
Pero es cierto que Lukashenko ha tocado dos teclas que hacen daño en Bruselas. Por un lado, la inmigración: no hay cosa que tema más la UE que una “crisis migratoria”. Y la estrategia de externalizar las fronteras y, por lo tanto, convertirse en dependiente de los estados vecinos en el control de estos límites fronterizos hace que sea vulnerable a la hora de recibir chantaje de los otros porque, en el fondo, el gran poder lo tienen estos terceros países, sea Bielorrusia, Turquía o Marruecos.
Y, por el otro, el gas. La Unión Europea es el tercer consumidor de energía del mundo, después de China y Estados Unidos, pero tiene pocas reservas energéticas propias. Como consecuencia, la economía europea depende en gran manera de la importación de energía de otros lugares del mundo para cubrir su demanda, así que es altamente vulnerable a cualquier alteración de los mercados y de la política internacional. En este caso, Rusia es el proveedor de gas más grande. A las puertas del frío y ante la llegada de un invierno con posibles problemas de suministro, el gas coge todavía más valor geopolítico y Bielorrusia –con la siempre presente sombra de la Rusia de Vladímir Putin– juega sus armas.
Una "guerrita"
Mientras tanto, algunos miles de personas siguen atrapadas a las puertas de la UE. Este jueves Lukashenko también ha pedido a su ministro de Defensa y a la KGB que garantice la seguridad de la frontera polaca, donde cree que "se puede provocar un conflicto". Según Minsk, Varsovia mantiene 15.000 efectivos desplegados al límite fronterizo, entre militares, guardia fronteriza, policías y reservistas. "Tenéis que tener planes de contraataque, Dios no lo quiera. Lo tenemos que prevenir todo, para que no nos monten una guerrita en la frontera y no estemos preparados", ha argumentado Lukashenko, que según denuncian los países de la UE está utilizando a estas personas para chantajear y castigar al grupo comunitario por haber apoyado a los opositores bielorrusos exiliados.
Minsk ha incentivado la llegada de migrantes y refugiados a Bielorrusia para trasladarlos directamente a las fronteras con la UE –Polonia, Lituania y Letonia–, en una actitud que desde Bruselas es considerada de "gángster" para aprovecharse de personas en situaciones de mucha vulnerabilidad con objetivos políticos. Se calcula que han llegado a Minsk decenas de aviones procedentes de Marruecos, Siria, Irán, Catar, Somalia, la India, Sri Lanka, Argelia, Líbia, el Yemen, Suráfrica e incluso Venezuela.
En este sentido, Bruselas ha recordado que se estudia la opción de ampliar las represalias a las aerolíneas que están colaborando con Bielorrusia para trasladar a personas desde varios países de origen (una treintena) hasta Minsk. Además, este miércoles el vicepresidente de la Comisión Europea, Margaritis Schinas, se ha desplazado hasta Dubái en el inicio de una ruta a varios de los países de tránsito y origen de estas personas. La siguiente parada es Beirut y el objetivo es hablar con las autoridades del país para evitar que sus ciudadanos caigan en la "trampa" de Lukashenko, en palabras de la Comisión.
La oscuridad de Polonia
Hasta ahora la UE ha cerrado filas con Polonia, e incluso el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, abrió la puerta a financiar fronteras físicas, como pide el país liderado por los ultraconservadores del PiS. Pero Polonia rechaza cualquier otra "ayuda" europea e impide el acceso de ONGs y periodistas a la zona, donde refugiados y otras organizaciones están denunciando que se vulneran los derechos humanos de las personas refugiadas con devoluciones en caliente y uso de gases lacrimógenos.
Bruselas argumenta que no hay presencia de la Comisión Europea en la frontera y no puede tener información de primera mano. Justo este jueves, Polonia ha accedido a pedir el apoyo de la Europol, un despliegue del que la Comisión Europea no ha dado más detalles. Así, si Bruselas se atreve a garantizar que en Lituania y Letonia no se están vulnerando los derechos de estas personas, porque hay presencia de Frontex y agentes de la Agencia Europea de Asilo, no puede decir lo mismo de Polonia. La propia comisaria de Interior, Ylva Johansson, ha admitido que hace falta más transparencia para saber qué hace Polonia en la frontera.