Elecciones en Brasil

Lula da Silva hace historia y desaloja a la extrema derecha del gobierno

El exsindicalista supera a Bolsonaro por la mínima y vuelve al poder 12 años después

Joaquim Piera
3 min
Partidarios de Lula da Silva celebran la victoria en Brasilia.

Sao PauloLuiz Inácio Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores (PT), expulsará el 1 de enero a la extrema derecha del Palácio don Planato de Brasilia y se convertirá en el nuevo presidente de Brasil. En las elecciones con menos margen de diferencia desde el regreso de la democracia, el veterano dirigente, de 77 años, se ha impuesto con el 50,90% de los votos ante el 49,10% de Jair Bolsonaro, del Partido Liberal (PL).

Bolsonaro, por lo tanto, se ha convertido en el primer presidente desde la Nueva República, iniciada en 1985, que ha perdido la reelección. La derrota, por más mínima que haya sido, es doble, porque ya fue superado en la primera vuelta (43,20% por 48,43% de Lula). Y todo esto habiendo colocado la maquinaria pública a su favor como no se había visto anteriormente. La inyección extra de más de 5.000 millones de euros en programas gubernamentales de transferencia de renta durante la campaña electoral lo certifican. La instrumentalización de la administración pública por parte del gobierno de ultraderecha incluso ha tenido lugar este domingo con un intento de interferir en el proceso de votación.

Pucherazo a la Bolsonaro

La temperatura ha subido muchísimo por las denuncias en la región del noreste, donde la izquierda tradicionalmente se impone con una amplia mayoría. Siguiendo órdenes del ministerio de Justicia, la Policía de Carreteras Federal ha instalado más de 500 controles para la flota de transporte público, con el único objetivo de evitar que los electores llegaran a los colegios en ciudades pobres. El Tribunal Supremo Electoral ha tenido que intervenir deprisa y corriendo y ha instado a parar la operación, puesto que se estaba incumpliendo una orden judicial.

El Partido de los Trabajadores ha pedido, sin éxito, la detención inmediata del director general policial, que había declarado apoyo a Bolsonaro en las redes sociales, y que la jornada electoral se extendiera una hora en la región afectada. 

No hay precedentes hasta ahora en 37 años de democracia de que el ejecutivo haya intentado, en una acción coordinada y planeada, limitar el acceso al voto de población eminentemente pobre en regiones deprimidas lejos de los grandes cascos urbanos. 

Partidarios de Bolsonaro llorando por la derrota de su candidato

Cambio de régimen

En un ambiente de polarización y mucha tensión, las presidenciales brasileñas han acabado transformándose en un plebiscito sobre el régimen constitucional. El retorno de Lula significa cerrar una deriva autoritaria muy peligrosa, convertida ahora en el paréntesis negro de una legislatura, además castigada por la pandemia y los 686.000 muertos. El gigante sudamericano vuelve a situarse dentro de la plena democracia institucional y la defensa de los valores republicanos.

En las que habrán sido las últimas elecciones de su larguísima vida política, de más de 40 años, Lula da Silva se ha encontrado con el adversario. Bolsonaro, que es su antítesis ideológica, se ha consolidado como una figura de arraigo popular capaz de hacerle frente en amplios sectores sociales, a pesar de la irresponsabilidad de su gobierno.

La experiencia de la izquierda en el poder es una garantía de inversión en los sectores donde precisamente la extrema derecha queridamente se ha mostrado inoperante: la defensa del medio ambiente, porque Lula quiere convertir el país en una potencia verde; la educación; la sanidad pública; las políticas de asistencia social para combatir la pobreza y el hambre; la cultura –Bolsonaro eliminó el ministerio–; la ciencia, la investigación y la tecnología.

Lula ya ha expresado el deseo de conformar un ejecutivo de concentración nacional “y no del Partido de los Trabajadores”, repitiendo la estrategia de frente amplio para aislar a la extrema derecha que ha puesto en práctica durante toda la campaña electoral. Lo ratifica el papel predominante de dos mujeres moderadas las semanas anteriores a esta segunda vuelta: la centrista Simone Tebet, que fue la tercera más votada en la primera vuelta y que es una puerta a los votantes de centro y centroderecha, y la evangélica Marina Silva, la principal especialista brasileña en gestión pública medioambiental.

La pacificación de un país enfrentado en dos mitades casi idénticas será el principal reto del nuevo presidente. El debate político ya hace meses que ha impregnado a la sociedad civil, donde se vive un enfrentamiento constante en las redes sociales y en los grupos de WhatsApp, que, para una parte importante del electorado, es la única fuente de información. Bolsonaro, y una de las máquinas más eficaces de fake news del planeta, se ha salido con la suya a la hora de crear conflicto en todos los ámbitos y nichos de la ciudadanía.

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