Eleccions

Netanyahu se la juega a todo o nada en las cuartas elecciones en dos años

Israel vuelve a las urnas cuando el primer ministro se enfrenta al juicio por corrupción

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Benjamin Netanyahu en un cartel electoral de su partido, Likud, en una ciudad de Israel.

BeirutLas elecciones de este martes se presentan como un plebiscito para Benjamin Netanyahu, con más de 15 años en el poder. Manchado por varios casos de corrupción, el primer ministro interino de Israel se la juega a todo o nada en estos comicios parlamentarios, los cuartos que se celebran en dos años. En este último periodo, Netanyahu había disfrutado de la "protección" de la administración de Donald Trump con sus políticas de favoritismo en Israel, que se sellaron con el acuerdo del siglo y los acuerdos de Abraham, por los que se han restablecido las relaciones entre Israel y una serie de estados árabes. Ahora, con la llegada al poder del presidente Joe Biden en los Estados Unidos, las relaciones entre Washington y Tel Aviv todavía no están definidas.

Con el apoyo incondicional de Trump, Bibi ha hecho un flaco favor al Likud, porque a pesar de que la ultraderecha israelí cada vez tiene más peso entre el electorado, no significa que los ultraortodoxos voten al partido de Netanyahu, que además ha demostrado que ya no puede mantener unido al país y todavía menos a la dividida Knesset (el Parlamento israelí). Un total de 39 listas electorales y partidos compiten en las urnas, y según las predicciones electorales, solo 13 se espera que lleguen al umbral del 3,25% necesario para entrar en la cámara baja. Precisamente, la debilidad de Netanyahu serán las coaliciones parlamentarias, puesto que el Likud ya no será el partido fuerte al que todo el mundo llamamiento para negociar.

Después de la ruptura con su aliado natural, el partido Azul y Blanco, del ministro de Defensa, Benny Gantz, Netanyahu podrá buscar alianzas fuera de los partidos ortodoxos y ultraortodoxos judíos. En estas elecciones cualquier formación pequeña juega un papel decisivo. Partidos minoritarios como la Lista Árabe Unida (Ra'am, nuevo partido árabe), Yisrael Beytenu, Shas, Judaísmo Unido de la Torá, Casa Judía o el Partido Laborista, entre otros, serán claves a la hora de formar el nuevo gobierno.

Es por eso que a Netanyahu, denominado en árabe Abu Yair, se lo ha visto en varias ocasiones visitando ciudad árabes para captar el voto de esta comunidad minoritaria que representa el 20% de la población de Israel. Muchos temen que el resultado electoral no romperá con el compás de espera político de estos dos últimos años y que la creación del nuevo ejecutivo solo se resolverá después de las negociaciones entre los partidos o, en el peor de los casos, en unas quintas elecciones.

Los principales candidatos que compiten contra el primer ministro en funciones son el conservador Guideon Saar (exministro de Educación y de Interior) con el partido Nueva Esperanza; el centrista Yair Lapid con Yesh Atid, uno de los partidos más radicales, y Naftali Bennett, que representa al partido opositor Yamina, pero ningún rival de la casi extinta izquierda progresista israelí.

La calle está dividida. Cuando faltan días para la jornada electoral se han visto manifestaciones multitudinarias contra Netanyahu. Unas 20.000 personas, según medios locales, se concentraron este sábado ante la residencia del primer ministro en Jerusalén para exigir su dimisión al considerar que no puede aspirar a un quinto mandato estando bajo acusaciones de soborno, fraude y abuso de confianza. También en Tel Aviv se ha vivido el descontento contra Netanyahu con protestas e instalaciones artísticas en la céntrica plaza de Habima, símbolo del secularismo israelí.

Si bien Israel está al frente del mundo en su campaña de vacunación contra el covid-19 -al menos con la población israelí, no la palestina-, muchos israelíes se quejan de la mala gestión de la pandemia que llevó a estrictas medidas de confinamiento y un deterioro de la economía. También se le atribuye falta de voluntad para aprobar los presupuestos del estado, congelados desde el 2018, cosa que ha acelerado la crisis económica y política. Sin embargo, aquí es donde está el secreto de su éxito: una gran proporción de electores ha recibido a Netanyahu al grito de "¡Rey!", puesto que su discurso de "identidad propia" sigue calando en muchos nacionalistas israelíes.

Pero la verdadera amenaza es el electorado indeciso. Según una encuesta del Instituto Democracia de Israel (IDI, en las siglas en inglés), el porcentaje de los que todavía no han decidido a quién votar es muy superior a las elecciones de marzo del 2020. Entre los votantes centristas, hay un 34% de indecisos ante un 8% del año pasado, y entre los de izquierda un 19% frente a un 9% en los anteriores comicios.

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