Migraciones

Sin ONGs de rescate en el Mediterráneo a las puertas del verano

Italia bloquea todos los barcos humanitarios mientras aumentan las llegadas

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MSF realiza el primer rescate del día desde una embarcación en peligro con 93 personas a bordo

Barcelona"Este verano huele a muerte", lamenta Ricardo Sandoval, el capitán del Open Arms, que se desespera de impotencia en el puerto siciliano de Pozzallo. Hace dos meses que las autoridades italianas retienen el barco del ONG badalonesa, alegando deficiencias administrativas. Pero no es la única embarcación humanitaria que Roma mantiene en tierra, mientras sigue el goteo de pateras procedentes de Libia que las restricciones de la pandemia ya no pueden seguir frenando. Dos barcos humanitarios más, los alemanes Sea Eye y Sea Watch 4, están inmovilizados por la guardia costa italiana, sometidos a estrictas inspecciones, mientras que el único que quedaba operativo en la zona, el Geo Barents de Médicos Sin Fronteras (MSF), pudo entrar ayer en el puerto de Augusta después de siete días de espera, con 410 rescatados a bordo, y ahora se tiene que pasar al menos catorce días en cuarentena. El Alan Kurdi y el Sea Watch 3 se están reparando en los astilleros de Borriana, en el País Valenciano.

Nunca antes la flota humanitaria había estado totalmente parada a las puertas del verano: una situación preocupante ante la llegada del buen tiempo en una de las rutas migratorias más mortales del planeta. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), este año se han ahogado en el Mediterráneo central al menos 677 personas, el triple que el año pasado. También se ha triplicado el número de llegadas a Italia: si en el primer semestre de 2020 entraron por mar 5.000 personas en el país, este año ya han sido 16.000. No se trata de ninguna emergencia, si lo comparamos con lo que pasó en 2015 y 2016, pero, como no se han reforzado los dispositivos de salvamento marítimo públicos ni se deja operar a las ONG, se teme un verano de tragedias.

A diferencia de la guerra abierta del exministro del Interior italiano, el ultraderechista Matteo Salvini, que impedía el desembarco de los barcos cargados de refugiados –una política por la que Open Arms lo ha hecho sentarse en el banquillo de los acusados–, ahora el gobierno de Mario Draghi los está bloqueando sistemáticamente a golpe de inspección. Las razones alegadas por las autoridades italianas son difíciles de justificar. En el caso del Open Arms se les reprocha que el material de supervivencia que llevan en las balsas de emergencia –en caso de que la embarcación naufragara– no está pensado para viajes transoceánicos. El 7 de junio el Sea Watch 4 fue inmovilizado por haber "violado las normas de seguridad" al llegar a puerto el 21 de mayo con 408 personas a bordo, incluidos 150 niños. "¿Qué Europa es esta en la que se puede retener un barco de rescate por haber rescatado a demasiada gente?", se lamentaba su capitán, Gorden Isler. A bordo del Open Arms, con la tripulación mínima y sin poder salir del puerto, Sandoval dice que "un barco comercial pasa una inspección como esta una vez al año o cada dos años" y que a ellos se la hacen "a cada misión" y "encima cuestionan cosas que las autoridades españolas han certificado que son correctas". También lamenta que, una vez resueltas las deficiencias señaladas, los guardacostas no aceptan hacer una nueva inspección para liberar el barco, que tiene que volver a Borriana a hacer una puesta a punto. El Open Arms tenía que estar operativo la primera semana de junio.

Retorno forzado a Libia

Mientras la flota humanitaria está bloqueada en Italia, no hay testigos de lo que está pasando en alta mar. El lunes un remolcador comercial, el Vos Triton, se topó con una patera con 270 migrantes a bordo y los entregó a los guardacostas libios, que los devolvieron a Trípoli. El OIM y el ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, recuerdan que esto contraviene el derecho marítimo porque "la gente rescatada en el mar se tiene que llevar a un puerto seguro" y que "Libia no lo es por la ausencia de una cadena de protección, por las detenciones arbitrarias y por las generalizadas violaciones de los derechos de los migrantes". Aún así, la colaboración de la Unión Europea con el gobierno de Trípoli, uno de los dos que se disputan la autoridad en el país, todavía en guerra, está sirviendo para frenar las llegadas: este año los autodenominados guardacostas libios han interceptado 13.000 personas en el agua y las han obligado a volver a la otra orilla del Mediterráneo.

Barcas de pesca en Lampedusa

Con el buen tiempo y los escasos barcos de salvamento, la isla italiana de Lampedusa, muy próxima a la costa de Túnez, está viviendo una nueva crisis. Como pasó en 2013, llegan embarcaciones de madera, antiguas barcas de pesca. En días de buen tiempo han sido hasta dos mil personas. "El incremento de las llegadas era previsible por la coincidencia con el fin de las restricciones debido a la crisis sanitaria, que han impedido en muchos casos el movimiento de la gente, incluso de los migrantes sin papeles", escribe la periodista Annalisa Camilli. Todo ello parece que ha cogido por sorpresa también a las autoridades europeas, que justo la semana que viene reabrirán la carpeta migratoria a petición de Italia.

El gobierno de Mario Draghi quiere que se restablezcan los mecanismos de solidaridad europea y de las cuotas de reasentamiento de refugiados. Pero el Pacto Europeo de Inmigración establece que la reubicación de refugiados en territorio propio es voluntaria, de forma que Italia, como España y Grecia, puede aspirar como máximo a acuerdos multilaterales con algunos estados para que se hagan cargo de los recién llegados. En la UE solo hay consenso en una cosa: externalizar el control fronterizo a los países de tránsito –aunque no ofrezcan garantías democráticas– y que esto los ponga en sus manos, como hizo Marruecos el mes pasado provocando la crisis de Ceuta.

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